El jovencito Mel Brooks: 15 razones para adorar al gran veterano de la comedia

Estas son las claves con las que el autor de 'El jovencito Frankenstein' sigue haciéndonos reír a carcajadas. 
Foto del día: Los once dedos de Mel Brooks
Foto del día: Los once dedos de Mel Brooks
Foto del día: Los once dedos de Mel Brooks

Con permiso de Paco Martínez Soria, en el mundo del cine humorístico solo hay una persona que puede decir lo de "¡Estoy hecho un chaval!", y esa persona es Mel Brooks

Viéndole hoy en día, rebosando salud pese a las arrugas, es fácil olvidar que este actor, director, productor y guionista nació en Brooklyn en 1926. Y que, antes de decidirse por hacernos reír desde la pantalla, curtió sus artes hilarantes en el vodevil y los teatros judíos del 'cinturón del borsch'.

Ante tamaño inmortal de la comedia (no en el sentido literal, aunque ya nos gustaría), nos hemos puesto a recordar las razones por las que le tenemos en un altar… y nos han salido unas cuantas. Repásalas con nosotros y seguro que tú también acabas exclamando "¡Es bueno ser Mel!". 

Se rió de los nazis en su cara

Corría 1944, y el joven Melvin Kaminsky estaba un tanto harto de ser soldado en la II Guerra Mundial. No tanto porque su reclutamiento le hubiera privado de sus carreras en potencia (comediante, batería de jazz… y psicólogo) ni porque le tocase desactivar minas o luchar en la batalla de las Ardenas. Se trataba, en sus palabras, de que “la guerra no es el infierno: la guerra es ruidosa”.

Por si no bastara con el estallido de los obuses, además, los soldados nazis de la trinchera de enfrente no paraban de poner grabaciones de propaganda a un volumen absurdo. Algo a lo que Brooks reaccionó drásticamente: tras conseguir un equipo de sonido, ejerció como DJ de combate pinchando canciones de músicos judíos como Al Jolson y aliñándolas con chistes de su cosecha.

Así pues, Mel siempre ha reivindicado su derecho a hacer humor a costa del nazismo y el fascismo, como en Los productores y Soy o no soy. Como bien ha recordado cuando le preguntan al respecto, su religión judía y el hecho de haberse batido el cobre con el III Reich le capacitan de sobra para ello.

Tiene 2.000 años (muy bien llevados)

En EE UU, si te gusta la TV cómica y el stand up, el nombre de Mel Brooks hay que pronunciarlo siempre junto al de Carl Reiner. Nuestro héroe y el papá de Rob Reiner (Misery, La princesa prometida) se conocieron trabajando como guionistas, para después formar uno de los dúos cómicos más populares de la superpotencia.

Una de las especialidades del dúo Brooks-Reiner eran las entrevistas paródicas. Y una de ellas, El hombre de 2.000 años, ha quedado como un clásico por derecho propio. En él, entre otras cosas, Brooks nos dio el secreto de la longevidad: “Evitar los fritos, caminar a menudo y tener mucha suerte”.

Su romance con Anne Bancroft

En 1961, a punto de divorciarse de Florence Baum, su primera esposa, Brooks conoció a una actriz guapa, inteligente, de origen italiano y con un amor a los desafíos que, en palabras de Arthur Penn, le habría permitido interpretar a un jugador de los NY Yankees. “Nos pegamos con cola”, recordaba él de su primer encuentro.

La relación Brooks-Bancroft, formalizada en 1964, fue muy equilibrada: mientras él hacía reír al mundo, ella nos daba escalofríos con películas como El milagro de Anna Sullivan (por la que ganó el Oscar en 1963) o, por supuesto, El graduado. Tras la muerte de Anne, Mel la recordó diciendo que el secreto de su felicidad era “ser capaces de aguantarnos el uno al otro las 24 horas del día”.

Su ‘bromance’ con Gene Wilder

En 1963, durante su noviazgo con Anne Bancroft, Mel Brooks conoció a un actor que actuaba con ella en Madre coraje y sus hijos. Aunque la obra de Bertolt Brecht tiene muy poco de cómica, aquel intérprete se quejaba de que el patio de butacas estallaba en carcajadas cuando le veía aparecer. ¿El diagnóstico de Brooks? “Mírate al espejo, y échale la culpa a Dios”.

Aquel joven, que se llamaba Gene Wilder, tomó nota, y se recicló en uno de los actores cómicos más exitosos de todos los tiempos. En cuanto a Mel, su consejo le salió a cuenta: gracias a él, contó con un talento excepcional para Los productores, Sillas de montar calientes y El jovencito Frankenstein, tres de sus mejores películas.

Su buen gusto para las chicas

Si, en general, las actrices lo tienen crudo para obtener el respeto en Hollywood, no digamos si quieren ganarse ese respeto trabajando en comedia. Por suerte para él, y para ellas, Mel Brooks sabía ver el talento más allá del género, y en su cine siempre hubo espacio para dos titanas de la risa: Madeline Kahn y Cloris Leachman.

La dicotomía entre ambas queda plenamente expresada en El jovencito Frankenstein: mientras Kahn se luce en el rol de Elizabeth, reventándonos los tímpanos con ese "¡Oh, dulce misterio de la vida, por fin te he encontrado!", Leachman saca partido de su rostro severo para interpretar a la acongojante frau Blücher. Y, sí, vosotros también habéis relinchado al leer ese nombre.

Creó los mejores gadgets para espías

¿James Bond? ¡Un aficionado! Si quieres conocer al agente secreto más eficaz de todos los tiempos, revisa Superagente 86, la serie creada por Brooks y Buck Henry en 1965. Su protagonista Maxwell Smart (Don Adams) es el único superespía con licencia para matarnos de risa.

Con un elenco de secundarios encabezado por Barbara Feldon (la Agente 99, el verdadero cerebro de la operación), Superagente 86 no solo está llena de gags inmortales, sino también de instrumentos imprescindibles en el arsenal de cualquier agente, como el cono de silencio (¡eficacísimo!) y, sobre todo, ese zapatófono del que tomaron buena nota Francisco Ibáñez y ciertos agentes de la TIA.

Es mucho más culto de lo que parece

“¡Vaya novedad!”, exclamará ahora el lector. “Ahora estos listillos nos hablarán de las influencias del cine clásico en la obra de Mel Brooks, como sus homenajes a Hitchcock en Máxima ansiedad”. Pues no. “¿Y de cómo lanzó la carrera de David Lynch fichándole para El hombre elefante?”. Pues tampoco.

La faceta culterana de Mel Brooks va mucho más allá, incluyendo un guiño a todo un James Joyce en el nombre de Leo Bloom, el personaje de Gene Wilder en Los productores. Pero nosotros preferimos fijarnos en The Critic, cortometraje de 1963 en el que nos participa de sus profundas reflexiones ante un corto de animación abstracta. Su conclusión: “No sé mucho sobre psicoanálisis, pero creo que esto es una peli guarra”.

Sabe pronunciar “Frankenstein”

¿Y cómo se pronuncia? Pues, por supuesto, “Frónkonstin”. Asimismo, os recordamos que “Igor” se pronuncia “Áigor”. De nada.

Sabe cómo sonaba el Far West

Por supuesto, ahora vamos a hablar de Sillas de montar calientes (1974). Un filme que, más allá de la canción de Frankie Laine y del cameo de Count Basie y su orquesta, hizo historia del western revelando aquello que John Ford jamás se atrevió a llevar a nuestros oídos.

Porque, como sabe todo aficionado al género, los rudos cowboys siempre cenan judías durante sus noches de campamento. Y, ¿a qué nos lleva esa dieta? Pues al momento que podéis ver arriba, y que nos hace lamentar que Mel Brooks nunca haya dirigido un anuncio de fabadas Litoral.

Es hombre de pocas palabras

Este epígrafe puede sorprender, dado que Mel Brooks es un gran maestro de la cháchara. Pero, en 1976, nuestro héroe lo demostró produciendo una película muda (la primera que salía de un estudio de Hollywood en casi medio siglo) y logrando que esta fuera un éxito.

La última locura, que así se tituló el filme en España, reunió a un reparto de campanillas que, además de a Brooks, Bancroft y Marty Feldman, contaba con Paul Newman, Liza Minelli, Burt Reynolds y James Caan, todos ellos autoparodiándose con fruición. Además, el filme le dio un papel a Marcel Marceau, el gran maestro francés del mimo… para pronunciar la única palabra que suena en toda la película.

Es un rey del ajedrez

Seguramente, La loca historia del mundo (1981) no va a ayudar a nadie a mejorar su nota de selectividad, pero eso da igual: escenas como el número musical de la Inquisición o su vistazo al Imperio romano desautorizan a cualquier historiador picajoso.

De todos los hitos de esta película, nuestro favorito es esa partida de ajedrez en los jardines de Versalles. Además de proponer interesantes novedades a los aficionados o de darle un nuevo significado a la expresión “gambito de dama”, este momentazo nos dio una frase para la historia con ese “es bueno ser rey”. Expresión que, en España, tiene resonancias de lo más eméritas.

Es un rey del hip hop

Como ya hemos apuntado, Mel Brooks tiene un oído muy fino para la música. Pero ¿sabías que él fue el primer artista blanco que llegó al disco de oro rapeando en EE UU? Pues sí.

Cuando el hip hop apenas asomaba el pie fuera del gueto, Mel deslumbró al mundo con su flow en It’s Good to be King Rap, temazo en el que demostraba haber aprendido las enseñanzas de Grandmaster Flash, Melle Mel y otros pioneros del género.

En 1983, coincidiendo con el estreno de Soy o no soy (su remake de Ser o no ser, el clásico de Ernst Lubitsch), Brooks volvió a probar suerte con Hitler Rap. Y, no contento con semejante audacia, se rodeó en el videoclip de chulazos y señoritas con gorra de plato y bigotillo. Hace falta valor…

Va más rápido que nadie

¿Cómo de rápido? Pues cómo va a ser: ¡a velocidad absurda!

Repasad Spaceballs: La loca historia de las galaxias para saber más sobre este prodigio de la astronáutica capaz de descomponer el espectro visible hasta una coqueta trama de cuadros escoceses.

Es un juguete

Siempre con un regusto entre agrio y picantón, el humor de Mel Brooks no encaja demasiado con la blancura optimista de Pixar. O eso pensábamos nosotros, porque resulta que nuestro hombre tiene su propio personaje en el mundo de Toy Story.

A partir de Toy Story 4, Mel ha prestado su voz a un afable paquidermo cuyo nombre es, claro, Melephant Brooks. Aquí podéis verle dándole lecciones de vida al pazguato de Teni sin perder la paciencia.

Sabe cuidarse en tiempos de pandemia

Como autor de Guerra Mundial Z, Max Brooks es uno de los mayores expertos mundiales en apocalipsis, y una persona ideal para grabar un anuncio sobre medidas sanitarias contra el coronavirus. Lo que jamás hubiéramos sospechado es que su padre, Mel Brooks, también estaría en ese anuncio…

Nonagenario ya, el anciano titán se dedicó a asentir antes de mandar a su hijo a casa, que no era plan de andar por ahí con la que estaba cayendo. Pero, a muchos, verle en pantalla nos alegró el día: si a algo nos ha enseñado Mel Brooks, es a reírnos en las fauces de la catástrofe.

Redactor 'Cinemanía'

Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Sus textos se publican en la revista Cinemanía desde 2005. Ha sido miembro fundador de Canino, web dedicada a la cultura popular, y redactor en el diario ADN, además de colaborador en medios como Mondo Sonoro, Neo2 y On Madrid-El País.

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