Los demonios personales de Patrick Swayze, el mito erótico de la dulce sonrisa

De la complicada infancia del actor de 'Dirty Dancing' y Ghost' a sus problemas con la bebida y una muerte prematura.
Patrick Swayze en 'De profesión: duro'
Patrick Swayze en 'De profesión: duro'
Cinemanía
Patrick Swayze en 'De profesión: duro'

Patrick Swayze pisó un escenario ya incluso antes de aprender a andar. Cuando apenas tenía unos meses, su madre, una conocida profesora de baile llamada Patsy, lo subió un día al escenario en una opereta. “Mi padre [un antiguo jinete de rodeos] quería que yo fuera vaquero y deportista”, contó el actor. “Mi madre no creía que alguien se pudiera llamar artista hasta conocer bien los distintos niveles de las artes. Así que los probé todos”.

Animado por Patsy, el actor texano comenzó a recibir clases en la escuela de baile que esta tenía, siendo todavía un niño. Como muchos de sus compañeros de colegio se burlaban de él por esa afición, su madre le apuntó también a clases de artes marciales para que aprendiera a defenderse de los acosadores. “Mis padres solo aceptaban un primer puesto, y yo tenía que lograrlo”, relató una vez. “Pensaba que solo era una máquina, y no sabía si había algo dentro de mí que le pudiera interesar a alguien, así que tenía problemas de autoestima”.

Lo que nunca le enseñó Patsy a su hijo fue a defenderse de los golpes que ella misma le propinaba habitualmente. El propio Swayze contaba que, durante la fiesta por su 18º cumpleaños, su madre le estaba dando una paliza cuando su padre, Jesse, que la vio haciéndolo, amenazó con divorciarse de ella si volvía a tocarlo. “Ella nunca le volvió a pegar después de eso”, explicó a People la actriz y bailarina Lisa Niemi, que conoció al actor en la academia de Patsy cuando ella tenía solo 15 años y el muchacho ya iba a cumplir 20.

Para evadirse de sus frustraciones, y de paso despojarse de la etiqueta de afeminado, el atlético Swayze empezó a dedicar tiempo a otra de sus grandes aficiones: el fútbol. Hasta que, durante un partido, se lesionó la rodilla y tuvo que ser operado. Tras graduarse en el instituto, se matriculó en el San Jacinto College con una beca en gimnasia, pero ni siquiera llegó a terminar el primer curso, porque le contrataron para trabajar como bailarín en el espectáculo Disney on Parade.

Después de pasar un año haciendo de príncipe de Blancanieves por Estados Unidos y Canadá, Swayze regresó a su casa en Houston. Fue entonces cuando comenzó a salir con Lisa Niemi, de quien se enamoró perdidamente y con la que se casó en junio de 1975. Antes de la boda, celebrada en el jardín de la casa de la familia de ella en Houston, Swayze se mudó a un modesto piso en Nueva York para estudiar danza.

Pero su destrozada rodilla siguió dando quebraderos de cabeza a Swayze, que incluso estuvo a punto de perder la pierna. “Me operaron cuatro veces”, dijo en una entrevista. “Por mucho que la lesión de la rodilla parecía que me iba a destrozar la vida, por otro lado, fue lo mejor que me pudo pasar, porque me obligó a mirar en mi interior. Y eso es lo que me llevó a la interpretación”.

A Swayze le fue bien en Broadway, donde pudo trabajar en producciones como West Side Story o Goodtime Charlie, pero lo que más popularidad le otorgó fue interpretar el papel de Danny Zuko en Grease. No en vano, el éxito de este trabajo le dio la confianza necesaria para creer que podía mudarse a la meca del cine, y triunfar como actor allí. 

Fue así como, en 1979, con apenas 1500 euros ahorrados, Patrick y Lisa partieron hacia Los Ángeles. “Tuvimos que luchar mucho”, aseguró él a un periodista. “Trabajé en una planta siderúrgica, trabajé como dependiente en una tienda de ultramarinos,... Nos gustaba la carpintería, y montamos un negocio juntos”.

El actor dio por fin el salto a la gran pantalla en La fiebre del patín (1979), donde encarnaba al sexy líder de un grupo de patinadores. Ahí cultivó cierta fama de rompecorazones, aunque él, sabedor de que ese tipo de letreros suelen ser demasiado efímeros, rechazaba la etiqueta. “Tras La fiebre del patín firmé cuatro contratos con Columbia, y me ofrecieron otras seis películas”, contó sobre esa etapa. “Las rechacé. Me dio miedo hacerlo porque… ¿y si era mi ‘gran oportunidad’? Pero me metí de lleno en clases de interpretación”.

Etapa de autodestrucción y fama desbordante

Ya entonces, aquel fornido rubio anhelaba el respeto de la crítica y de sus compañeros de profesión. Y su gran oportunidad llegó el día en el que el director Francis Ford Coppola le seleccionó para un drama llamado Rebeldes (1983), donde por cierto coincidió con otros jóvenes actores (Tom Cruise, Matt Dillon o Rob Lowe) que, a partir de aquel momento, pasarían a formar parte del olimpo del cine.

Fuera de los rodajes, Swayze luchaba con uñas y dientes para aumentar su autoestima. “Me dediqué en cuerpo y alma a hacer de budista durante seis años. Tomaba té y me dedicaba a la meditación trascendental, la cienciología y todo lo que podía porque no estaba a gusto del todo conmigo mismo. Intentaba matarme en moto y ese tipo de cosas. Era bastante autodestructivo”, afirmó el actor, que empezó a beber mucho y a recluirse en su casa a raíz de la muerte de su padre, fallecido de forma repentina, en 1982, por un ataque al corazón.

A mediados de los ochenta, Swayze pudo embarcarse en proyectos con personajes más maduros, como el cadete de West Point al que dio vida en la miniserie televisiva sobre la Guerra de Secesión Norte y sur (1985). O el apuesto profesor de baile, Johnny Castle, al que encarnó en la película Dirty Dancing (1987). 

“Dirty Dancing fue el vehículo perfecto para Patrick, porque el personaje de Johnny Castle guardaba un tremendo parecido con el Patrick Swayze de la vida real”, opinó Wendy Leigh, autora de Patrick Swayze: One Last Dance. “Johnny era masculino, noble, glamuroso, pero sensible y dulce a la vez. Y todas esas características las comparte con el Patrick Swayze de carne y hueso”.

La película de Emile Ardolino, que ‘solo’ costó cuatro millones de euros, logró recaudar más de 124 millones en taquilla, y Johnny Castle pasó a convertirse en el icono del hombre sexy. A partir de ese momento, Swayze tuvo que aprender a marchas forzadas a manejar la fama y la gloria. Pero él no se sentía cómodo siendo objeto de deseo permanente, ni tampoco convirtiéndose en la obsesión de todas esas fans enloquecidas que lo mismo intentaban rasgar su ropa como trataban de colarse en su habitación de hotel.

Totalmente desbordado por la situación, el estadounidense volvió a refugiarse en la bebida, algo que a punto estuvo de destruir su relación de pareja. La propia Lisa comentaría años después que su esposo “tenía una personalidad diferente cuando bebía mucho. Era el mejor hombre sobre el planeta, a menos que se tomara una copa”. Después de tocar fondo, y tras hablar seriamente del asunto con su mujer, que incluso llegó a marcharse de casa durante una temporada, Swayze consiguió empezar a dejar de beber y buscó ayuda, algo que salvó su matrimonio.

En esas estaban cuando el actor recibió una oferta para protagonizar la lacrimógena Ghost. Más allá del amor (1990). Su papel, el de un banquero yupi que después de ser asesinado trata de comunicarse con su chica con la ayuda de una vidente, fue primero ofrecido a los actores más importantes de la época, aunque todos ellos lo rechazaron al considerarlo demasiado cursi. Swayze, que sí aceptó el reto, se consolidó como estrella internacional gracias a esa película.

En 1991, la revista People lo llevó a su portada, al mismo tiempo que lo coronaba como ‘el hombre vivo más sexy del mundo’. Sin embargo, Swayze nunca quiso ser aclamado por su físico sino por sus dotes interpretativas. Las mismas que mostró notablemente en cintas como La ciudad de la alegría (1992), donde interpretó a un doctor en un viaje espiritual.

En junio de 1992, en una entrevista con Playboy, Swayze decidió hablar abiertamente sobre sus pasados coqueteos con las drogas y sus problemas con la bebida. Varios meses después, desesperado por encontrar una solución a su problema de falta de autoestima, permaneció un mes ingresado en un centro de rehabilitación de Arizona. 

“Puedo parecer algo tarado”, decía. “Mi apodo era ‘Loco Swayze’, y eso me llevó a sentir cierta contradicción. Me sentía como un hipócrita y un mentiroso porque decía que me sentía de una manera pero, luego, también me sentía así. Creo que esa sensación es lo que me llevó a empezar a preguntarme ‘¿quién soy en realidad?’”.

La tragedia volvió a llamar a las puertas de Swayze en diciembre de 1994, cuando su hermana Vickie Lynn, que llevaba tiempo lidiando con problemas de depresión, se suicidó con 45 años. Aquella muerte atormentó durante bastante tiempo a Swayze, quien usaría su trabajo en A Wong Foo. Gracias por todo, Julie Newmar (1995), una road movie en la que hacía de drag queen, como herramienta para esquivar el encasillamiento y, de paso, como terapia para superar aquella desgracia personal.

Vacas flacas y la peor noticia posible

Por un momento, parecía que a Swayze le había mirado un tuerto. Rodando Cartas de un asesino (1998), el actor sufrió un grave accidente mientras montaba a caballo (el animal se volvió loco y en su galope se estampó contra un roble), y se rompió las dos piernas. Un par de años después, la avioneta en la que viajaba de Los Ángeles a Nuevo México tuvo que llevar a cabo un aterrizaje de emergencia tras chocar contra una farola.

Swayze, que esta vez salió ileso, explicó luego que se vio obligado a aterrizar por un fallo en el sistema de presurización del avión. Pero algunos testigos aseguraron haber visto una botella de vino medio vacía y varias latas de cerveza en la cabina. Aunque Swayze no fue acusado por el accidente, este asunto afectó negativamente a su reputación. De hecho, algunos directores de casting y estudios pensaron que ya no podían fiarse de que el actor fuera responsable a la hora de rodar o estar disponible, y su carrera profesional se vio perjudicada.

Viendo el percal, el de Texas decidió producir junto a su mujer el largometraje One Last Dance (2003), donde ambos aparecen interpretando a unos antiguos estudiantes de baile, que salió directamente en dvd. En marzo de 2006, el actor viajó a Austria para empezar a rodar Muerte y castigo (2007), un polémico drama donde encarnaba a un abogado judío que lucha contra los seguidores nazis.

Cuando su carrera comenzaba a languidecer, le ofrecieron meterse en la piel del excéntrico agente encubierto del FBI protagonista de una nueva serie de la cadena A&E titulada La bestia. Al poco de empezar el rodaje, Swayze empezó a padecer muchas indigestiones, a sufrir pérdida de peso y a sentirse bastante débil. En enero de 2008, tras sufrir una ictericia, fue diagnosticado de un cáncer de páncreas, y en marzo se hizo pública su enfermedad.

Buscando algo de paz y sosiego, el actor y su mujer se retiraron unas semanas al rancho que poseían en las montañas de San Gabriel. Después de empezar a recibir tratamiento, Swayze volvió a Chicago para seguir rodando la serie. Su biógrafa cuenta que, pese a los fuertes dolores que padecía, el actor se negó a tomar medicamentos porque sentía que, al hacerlo, disminuían sus dotes interpretativas.

También insistió en terminar de rodar los 13 capítulos que componían la primera temporada de La bestia, que no llegó a renovar para la segunda temporada. "¿Cómo consigues mantener una buena actitud cuando todas las estadísticas te dan por muerto? Vas a trabajar", explicó Swayze al New York Times.

En enero de 2009, coincidiendo con el estreno de la serie, el actor puso rumbo a Los Ángeles con la intención de promocionarla. Sin embargo, no llegó a asistir al evento porque, yendo de camino, empezó a sufrir una tos incesante que le llevaría al hospital, donde permaneció ingresado durante una semana debido a una neumonía. Esa primavera, sus médicos descubrieron que el cáncer que padecía se había extendido. 

Swayze decidió quemar el último cartucho probando un tratamiento experimental en el centro médico Stanford. Pero aquello no dio resultado y, el 14 de septiembre, a los 57 años, el actor dejó de respirar, pasando a engrosar la lista de mitos eróticos oficiales.

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