Crónica de los Premios Goya 2022: Ni rastro de Berlanga en la noche de ‘El buen patrón’

Sin duda hay algo berlanguiano en decir que le vas a dedicar unos Goya a Berlanga y luego no hacerlo. Porque esos tres segundos de pirotecnia en Calabuch al comienzo de la gala, el microchiste de Pantomima Full sobre El verdugo y esa entrevistita hacia el final no cuentan. Con todo el respeto al cine afgano, ¿no es raro que se le dedicase más tiempo que al valenciano en el cierre de su centenario? 

No fue la de la 36 edición una gala divertida ni ingeniosa pero sí cándida y plurilingüe. Se habló valenciano, euskera, catalán, castellano, gallego, portugués e inglés aunque con cierta desgana, empezando por ese discurso inaugural de Carmen Machi lleno de tópicos sobre la vida y el cine español. Horas más tarde, el presidente de la Academia de Cine Mariano Barroso siguió por esta misma senda hablando de un vecino suyo con el que se había encontrado en el supermercado.

Parecía que habían suprimido la música que, en años anteriores, limitaba los discursos de los ganadores. No fue una buena idea. Los premios técnicos, bastante repartidos entre todos los nominados, nos valieron una lluvia de nombres de miembros de equipo, hermanas, madres, padres e hijos de todos los años. Inserte aquí la mirada perdida del espectador en el salón de su casa e incluso de las cinco actrices que les entregaron las estatuillas. Solo una referencia al Mediterráneo como una gran fosa común nos sacó del estado atontolinado. Cuánto tienen que aprender los ganadores de Arturo Valls en los agradecimientos. ¡Vaya discursos lánguidos y bajoneros para la gran noche del cine español! Recordemos. Se trata de llevar a la gente al cine.

Doblaron la apuesta los contraplanos de los discursos, esos amigos y familiares de los actores y las actrices revelación saludando desde casa. Suerte que se lo llevaron los mejores, Chechu Salgado por Las leyes de la frontera y María Cerezuela, ese pedazo de actriz con un solo título en su IMDb, Maixabel.

RTVE

Fue simpático ver a Almodóvar con cara de regañona pidiendo al público que se levantase para recibir a Cate Blanchett, primer Goya Internacional y fan incondicional de Buñuel. Y no tanto esa introducción del Premio de Honor a Jose Sacristán ni esos sketches sobre el racismo y los castings o del precio de la luz. Cuando salieron Tangana y Leiva y Sabina habíamos caído en un pastoso letargo del que solo nos sacó Urko Olazabal, de Maixabel, arrebatándole los premios a los tres actores de reparto de El buen patrón.

Solo Luis Zahera se acordó de Ucrania comparando los papeles históricos de Tosar con Putin. Pero la palabra prohibida fue ETA. A las 00:07 salió por Zoom el productor danés de Otra ronda con cara de acostarse normalmente a las nueve de la noche. Quizás la Academia deba reconsiderar el horario en el que entregan el Goya a la mejor película europea.

En la categoría de predecibles quedaron las estatuillas a Quién lo impide (mejor documental) y Libertad (mejor dirección novel para Clara Roquet) y en la de impredecible el Goya para Blanca Portillo, que enseguida se abrazó a la Maixabel real y demostró ser la única en el Palau de les Arts de Valencia que había escrito un discurso a conciencia.

A lo tonto llevábamos dos horas de gala y El buen patrón había rascado solo dos cabezones (mejor montaje y música) y había visto cómo Mediterráneo, Maixabel, Libertad y hasta Way Down y Tres le quitaban los premios técnicos de las manos. Las leyes de la frontera, con cinco estatuillas, incluida la del mejor guion adaptado, se eregía de pronto como la tapada de la noche.

Pero lo que todos sospechábamos se hizo realidad tras esa apabullante ovación del público ante el Goya a mejor guion para El buen patrón. El resto es historia. Bardem se alzó con el premio al mejor actor protagonista y el de mejor dirección recayó en Fernando León de Aranoa por esa película sobre un empresario que despide a un empleado producida por un empresario con sobrada experiencia en la materia. El premio a mejor película fue para él. Por fin, el guiño berlanguiano que estábamos esperando.

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