[San Sebastián 2021] Céline Sciamma reflexiona sobre la infancia y la muerte en su salto al fantástico con 'Petite Maman'

Cuando Bob Gale le fue a su amigo Robert Zemeckis con la idea de lo que sería Regreso al futuro, no le habló de condensadores de fluzo ni Deloreans, sino de una sola idea, más bien una imagen: la de él compartiendo clase con su padre en el instituto. Una iluminación parecida tuvo Céline Sciamma justo una semana antes del confinamiento para empezar a trabajar sobre un pequeño guion: “Me vino como una aparición: una pequeña niña haciendo una cabaña junto a su madre teniendo esta su misma edad”. 

Y esa revelación, como había sido para Doc Brown aquel golpe en el baño, rondó la cabeza de la cineasta francesa hasta que se transformó en Petit Maman. Una historia también marcada por los viajes en el tiempo pero en la que no hay forma de rastrear elemento fantástico alguno dada la sobria y minimalista puesta en escena: “Al rodar sentí que no se trataba de viajar en el tiempo sino de confiar en la magia del cine y la edición como tal”, explica la directora.

Nelly, una niña de unos ocho años, visita junto a sus padres la vieja casa en el bosque de su abuela, recientemente fallecida. La joven, siempre despierta como demuestra su destreza a los crucigramas, vive en una eterna curiosidad por saber cómo eran sus padres a su edad. Cada viejo libro, cada juego de mesa polvoriento evoca en ella un sentimiento de nostalgia por una época que ni siquiera vivió. Y de una forma similar al Owen Wilson que cruzaba el barrio de Montparnasse cuando caía la medianoche en el París de Woody Allen, Nelly ve cumplido su sueño cuando atravesando el bosque se encuentra con una niña extrañamente familiar con la que entabla amistad y construye una cabaña para unir pasado, presente y futuro.

Cinemanía

Sciamma busca acercar generaciones en este pequeño relato atemporal gracias a su propio diseño del vestuario y a la elección de una música que puede sonar tan ochentera como futurista a la vez, y que representa “una explosión melodramática que reemplaza las preguntas que las niñas no están verbalizando”. Madre e hija ya no necesitan saber sobre el futuro como Marty y Doc, porque han aprendido a abrazar el adiós que tanto les costaba al principio y quedarse con las cosas buenas, con ese recuerdo de aquel lugar que solo ellas conocían.

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