San Sebastián 2022 | ‘Suro’: Fin del idilio generacional del 15-M

La ópera prima de Mikel Gurrea sobresale en una anodina sección oficial en la que solo destacan los títulos españoles
Suro
Suro
A Contracorriente
Suro

“Un brindis por Elena y por Iván”. Una voz fuera de campo interpela a la pareja protagonista de Suro.  Ellos –soberbios Vicky Luengo y Pol López– miran a cámara ilusionados. Celebran que son los únicos del grupo de amigos que se atreven a cambiar de vida. Y enseguida se verbaliza el concepto sobre el que se asienta esta ópera prima en la que es fácil reconocer una mirada propia sobre la sociedad: donde otras personas hablan, Iván y Elena, hacen. Donde otros han prometido que dejarían la ciudad y se irían a vivir al campo, ellos se han ido. Están felices y bailan. Ese baile, visualmente muy potente, tendrá su respuesta al final de la película, pero en esa ocasión con una coreografía patética y triste.

Al comienzo de Suro, Iván y Elena, que están esperando un hijo, se mudan a una masía que ella heredó de su tía. Son arquitectos y su proyecto de vida pasa por reformar esa casa abandonada que es una metáfora de su idealismo, de la vida con la que tanto han soñado, de los valores sobre los que han hablado desde que se conocen.

No hace falta haber visto mucho cine para intuir que estamos a punto de presenciar la degradación de una pareja, un Perros de paja cambiando la Inglaterra más rural por el Ampurdán, ni lo que pasará con el burrito que viene con la masía.

Sin embargo, lo más interesante del filme no es ese retrato de una crisis, que, de hecho, adolece de atmósfera, de tensión –a pesar de la gente que anda con hacha por la película–, sino los motivos de fondo que contribuyen a dicho enfriamiento. En la finca hay árboles de los que se extrae corcho. Y la pareja comete su primer pecado cuando no contrata a la cooperativa que les habían recomendado sino a un “caciquillo de pueblo”, así lo llaman, que les ofrece más dinero por recogerlo.

Entra de lleno el conflicto principal sobre el que se asienta Suro: la diferencia que existe entre cómo vivimos y cómo nos gustaría vivir, entre ideales y hechos. Un conflicto inherente al ser humano pero que en la generación a la que pertenecen los protagonistas tiene una resonancia especial: es la generación que, a diferencia de sus padres, los de Mayo del 68, iba a cambiar el mundo acampando en Sol (y el resto del mundo) en el 15-M.

Mikel Gurrea recoge este conflicto en una finca del Ampordá y en la intimidad de una pareja. Enseguida, se hacen evidentes las cuestiones materiales, tan ajenas normalmente al cine español y que aquí sirve de muro contra el que chocan los protagonistas.

Para empezar, cuando Iván se empeña en trabajar con la cuadrilla que pela las cortezas de los árboles (“compañeros”, les llama) y enseguida se pone de manifiesto, por mucho que él se niegue, que él es el patrón y los demás trabajan para él. Este materialismo se extiende a la pareja también. Como Elena es la heredera, es la dueña de la finca. Como tal, ella manda sobre él. 

Es una pena que Gurrea no incida más sobre este conflicto irreconciliable, ocupado como está en la cuadrilla multinacional –marroquíes, locales y un andaluz extremeño–que recoge el corcho. Esperemos que siga explorándolo en futuras películas.

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Redactora jefa 'Cinemania'

Puedes leerme en CINEMANÍA. Puedes verme en Historia de nuestro cine, el programa de cine español de La 2 en el que colaboro. Y puedes oírme en el podcast 'Mi vida en películas'. Estudié Periodismo y Humanidades en la universidad San Pablo-CEU y tengo un Máster en Literatura inglesa y norteamericana en la Universidad Complutense. He dirigido el documental 'El hombre que diseñó España' y estoy escribiendo un libro sobre la cineasta Cecilia Bartolomé.

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