Viernes, 13 de octubre de 1972. El vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrella en los Andes. A bordo van 45 pasajeros, incluyendo 5 tripulantes y 19 miembros del club de rugby Old Christians. Durante 72 días, los supervivientes tienen que hacer frente a temperaturas gélidas, avalanchas, condiciones extremas y la falta de comida que los obliga a alimentarse de sus amigos fallecidos.
J. A. Bayona recoge en su producción más ambiciosa esta alucinante historia real de supervivencia, sacada del libro de Pablo Vierci. Tras su paso por los festivales de Venecia y San Sebastián, La sociedad de la nieve llegará a los cines y luego a Netflix antes de que acabe el año.
Además, hace unos días, la apuesta fue elegida para representar a España en los Premios Oscar 2024, donde opta al galardón de mejor película internacional, tras imponerse a 20.000 especies de abejas, de Estibaliz Urresola Solaguren, y Cerrar los ojos, de Víctor Erice.
'La sociedad de la nieve': crítica de la película
El cine de J. A. Bayona es envolvente, atmosférico, un escenario que te arrastra de la butaca a la pantalla para que rías, llores, sufras o experimentes lo que sea que están experimentando sus protagonistas. Y, cuando el director catalán recoge una historia real, esta capacidad de hacerte un personaje más de la historia se multiplica.
Lo hizo con Lo imposible, pero es ahora, en La sociedad de la nieve, cuando la sinergia se eleva para hacernos partícipes de la angustia, el miedo, la agonía, la desesperación y los dilemas morales en su trabajo más crudo, redondo y certero hasta el momento.
Poco importa que sepamos el final de esta historia, el director sabe mantener la tensión rodando la adversidad desde espacios reducidos. Los planos cortos y movimiento brusco de cámaras nos provocan la sensación de claustrofobia en ese cubículo de avión, nos vemos reflejados en los rostro resquebrajados y quemados de los personajes, temblamos con las turbulencias y nos cubrimos ante el impacto inminente de la nieve.
En contraposición, Bayona reserva los planos generales a una naturaleza en calma, bellísima pese al cementerio que representa para los supervivientes. La cordillera nevada, blanca, resulta hipnótica mientras el sol se esconde y se asoma entre las montañas. Porque, al final, el relato que el cineasta aborda con maestría no es el del hombre contra la naturaleza hostil, sino el del hombre contra sí mismo, contra su sistema de creencias o sus normas adquiridas cuando se enfrenta a una situación de vida o muerte.
Esta es una historia de personajes, con Enzo Vogrincic al frente de un elenco afinadísimo. Con ellos, exploramos la condición humana y el instinto de supervivencia. ¿Qué nos lleva a seguir adelante? ¿Cómo se afronta la pérdida de uno mismo? ¿Hasta dónde llega la esperanza? Y es ahí donde Bayona, que siempre afronta el miedo a la muerte con destellos de luz, también nos regala momentos luminosos, conversaciones triviales entre los pasajeros, bromas, anécdotas y camaradería.
"¿Quiénes fuimos en la montaña?", se pregunta Numa Turcatti (Vogrincic) en determinado momento del filme. La gente los recuerda como héroes, como el milagro de los Andes. Pero la pantalla prefiere acercarlos a nosotros y mostrarlos como amigos, médicos, enterradores, exploradores, poetas, escritores, fotógrafos, niños, hijos, padres.
La sociedad de la nieve es un alarde técnico, un ejemplo de cómo rodar escenas de acción con imborrables secuencias como las del accidente y la avalancha, pero lo que prevalece es el corazón, el adentro más que el afuera, porque es en esa intimidad de los supervivientes donde Bayona encuentra la verdadera espectacularidad, la atmósfera envolvente y el cine en mayúsculas.
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