[SEFF 2021] '¿Qué vemos cuando miramos al cielo?': Kutaisi o la fabulación como bálsamo

Alexandre Koberidze cautiva en Sevilla con un original relato de amor, fútbol y magia que se llevó el premio a la mejor fotografía
¿Qué vemos cuando miramos al cielo?
¿Qué vemos cuando miramos al cielo?
Cinemanía
¿Qué vemos cuando miramos al cielo?

Cuando termina un festival de cine nos volvemos a casa con nuestra lista, personal e intransferible, de las películas y los momentos que van a quedarse un tiempo con nosotros. Pero si hay un título de esta 18ª edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla que ha encandilado a buena parte de la cinefilia, ese es el segundo largometraje de Alexandre Koberidze, una particular historia de amor que es también, entre otras cosas, una exultante crónica estival de la ciudad georgiana de Kutaisi.

Las primeras imágenes de ¿Qué vemos cuando miramos al cielo? dan cuenta de la salida de los niños del colegio. Podemos verlas como una invitación a adoptar una mirada inocente para acompañar a Lisa y a Giorgi, que se conocerán poco después, en un romance torpedeado por la más inoportuna de las maldiciones: esa noche, los dos amantes serán despojados de su apariencia, de sus propios rostros, lo cual les impedirá reconocerse. Antes de que eso ocurra, sin embargo, uno de ellos verbalizará otro de los principios rectores de la película, que cobrará sentido paulatinamente: “El azar es fiable”.

Y en ese universo, en esa Kutaisi que Koberidze retrata y fabula al mismo tiempo, cualquier cosa es posible: que los perros sean inveterados aficionados al fútbol o que algunos objetos inanimados hablen. Aunque la referencia más cercana quizá sea la de su compatriota Otar Iosseliani, podríamos emparentar también al cineasta georgiano con las narrativas digresivas de autores como Miguel Gomes o Mariano Llinás. Comparte también con ellos una cierta pulsión, una cierta idea del cine como necesidad vital y como refugio frente a las asperezas y las tragedias del mundo.

Aunque conoceremos las viviendas de Giorgi y de Lisa, el de Koberidze es un filme que abraza con júbilo el exterior, desplegándose alrededor del Puente Blanco, uno de los que permite cruzar el río Rioni, y de la terraza donde los protagonistas tienen su cita fallida. Durante la misma, el cineasta intercala sus semblantes confundidos con los de un alegre grupo de jóvenes en los que parece espejarse su felicidad saboteada por la extraña maldición; esta evocadora secuencia es ilustrativa del modo en que Koberidze narra sorteando lo obvio para fijarse en todo lo que acontece alrededor de los enamorados.

Así es como avanza la película, ramificándose y demorándose a partir de esa espera amorosa que coincide en el tiempo con la celebración de un ficticio Mundial de Fútbol —a los aficionados culés quizá les invada la melancolía—. Por el camino, se nos pondrán los dientes largos con el Khachapuri, una torta rellena de queso fundido que se come mucho en Georgia, mientras una subtrama que involucra a un equipo de rodaje le permitirá al cineasta poner en valor el filmar en analógico. Y a la postre, también, invocar el poder del cine para restituirnos todo aquello que corremos el riesgo de olvidar.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento