Sharon Lockhart

Descubre a la cineasta que hace preciosas películas sobre los pequeños detalles de nuestras vidas

Sharon Lockhart protagoniza la retrospectiva del Festival Márgenes, que comienza el 24 de noviembre en Madrid.
Dos chicas conversan en una imagen de 'Rudzienko', de Sharon Lockhart
Dos chicas conversan en una imagen de 'Rudzienko', de Sharon Lockhart
Márgenes
Dos chicas conversan en una imagen de 'Rudzienko', de Sharon Lockhart

La brisa que mece las coronas de los árboles, el sonido de la naturaleza al atardecer, ese momento eterno de la puesta de sol o la pausa para comer algo en la pesadez de la jornada laboral. La artista Sharon Lockhart (Massachussets, 1964) ha labrado una trayectoria en el cine y en las artes visuales capturando esos instantes fugitivos, pero cotidianos, que muchas veces pasamos por alto imbuidos en nuestras rutinas. 

Ahora, el Festival Márgenes dedica del 24 de noviembre al 3 de diciembre la retrospectiva de su 13ª edición a la cineasta, que presentará en Madrid el grueso de su obra cinematográfica. También su último mediometraje, Eventide (2022), que muestra en una toma de media hora el momento en el que el sol se pone hasta que aparecen las estrellas en la noche de las lágrimas de San Lorenzo. 

'Eventide', de Sharon Lockhart
'Eventide', de Sharon Lockhart
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"La noche va llegando a lo largo de 30 minutos, y es increíble lo oscuro que se pone tan rápidamente", dice la directora en entrevista telefónica. "Creo que hay siete estrellas fugaces en la película, pero sobre todo hay un montón de actividad de los satélites", continúa detallando para revelarnos una última reflexión sobre qué supone mirar el cielo estrellado hoy en día: "Yo esperaba conseguir estrellas fugaces, pero al mirar luego el metraje, no podía creer todos los satélites que hay en el cielo moviéndose en tantas direcciones contra la gravedad".

Un cine que se compromete con las personas

En el cine de Sharon Lockhart hay un componente de descubrimiento muy genuino. Tal vez sea por esas tomas únicas y dilatadas que permiten, justamente, que la sorpresa irrumpa en el plano. Tal vez sea porque detrás de cada uno de los temas de sus películas hay un compromiso muy profundo por parte de la directora, que en muchas ocasiones le ha llevado a pasar años conviviendo y compartiendo experiencias con las personas que retrata en sus obras.

Un obrero lee la prensa en 'Lunch Break'
Un obrero lee la prensa en 'Lunch Break'
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Para filmar a la comunidad de Pine Flat en la película homónima de 2006, la cineasta invirtió cuatro años de su vida en esa localidad de las montañas de Sierra Nevada, California. Para el proyecto de Lunch Break (2008) -una reflexión sobre la fuerza de trabajo y 'tour de force' del denominado 'slow cinema', en tanto que retrato en toma única de la pausa para el almuerzo de 42 operarios en el pasillo de un naviero-, Lockhart convivió durante un año con los trabajadores de ese buque.

"Desde el principio de mi carrera, disfruto mucho trabajando con la gente", explica Lockhart. "Gran parte de lo que supone hacer una película, incluso antes de filmar, es conocernos unos a otros y descubrir cosas juntos" , prosigue la cineasta, recién aterrizada en Madrid. "He trabajado con los operarios de un astillero, con bailarinas, con niños, y cada relación ha sido muy distinta, pero en todos los proyectos estoy muy cerca de la gente y creo que todos muestra ese elemento de confianza que se da en el rodaje". 

De todas sus películas, en la que más se ha implicado emocionalmente, señala la cineasta, ha sido Rudzienko (2016), un retrato colectivo de las residentes del Centro Juvenil de Socioterapia de Rudzienko (Polonia), a partir de una serie de talleres compartidos con las chicas, que supuso prácticamente una década de trabajo. 

"Podwórka, la primera película que hice en Polonia, fue muy libre y probablemente una de las películas más alegres que he hecho", explica sobre el proceso de Rudzienko. "En el trabajo posterior que hice en Polonia, me vi más involucrada. Creo que trabajé con unas 80 chicas, muchas de ellas vivían juntas en un centro de socioterapia, y me comprometí con esas chicas, con lo que eran y lo que llegarían a ser". 

A esas dificultades, además, se le sumaba el hecho de tener que trabajar "durante un largo periodo de tiempo yendo y viniendo desde Los Ángeles" y unas barreras lingüísticas que la cineasta solventó narrativamente con una propuesta singular. "En esa película era muy importante escuchar lo que tenían que decir las chicas, que se escuchara su voz, y al mismo tiempo eliminar la distancia del idioma", dice. "No quería que hubiera subtítulos, para no estar tratando de leer, escuchar y mirar al mismo tiempo, así que creo que la solución de separar el texto de la imagen fue la elección correcta". 

Danza de los cuerpos y mirada fotográfica

Todo trabajo con personas necesita de una cierta ordenación de los cuerpos en el espacio, y es ahí cuando el elemento coreográfico entra en escena. También, por supuesto, en el cine de Lockhart, a menudo mucho más sutil y detallista. "Muchas películas utilizan el espacio fuera de la pantalla casi como en un teatro, en el que la gente entra y sale del escenario. Pero en muchas de mis obras, toda la acción está dentro del encuadre", cuenta.

Dos jugadoras de baloncesto saludan en esta estampa de 'Goshogaoka'
Dos jugadoras de baloncesto saludan en esta estampa de 'Goshogaoka'
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"Por ese motivo es realmente genial trabajar con actores no profesionales", añade, "porque al mostrar la forma en que alguien se mueve, prestan atención a esos movimientos, a esos gestos particulares en los que probablemente no habían pensado".

Ese aspecto coreográfico de su cine, quizá más evidente en películas como Goshogaoka (1997), sobre un grupo de estudiantes y jugadoras de baloncesto japonesas en pleno entrenamiento, contrasta con el aspecto pictórico de sus escenas. La suma de ambos elementos, sin embargo, es tan particular como estimulante. 

"Me gusta pensar que miro el cine desde una aproximación fotográfica y que mis películas son como sentarse a mirar una pintura", señala Lockhart. "Es como si cada espectador estuviera mirando de una manera diferente y descubriera distintos detalles de lo que está viendo. Ya sabes, si tienes una imagen que no se mueve en una pantalla durante diez minutos, tu ojo está super activo", reflexiona la directora de Double Tide (2009). 

Es así como solo se pueden apreciar "los pequeños detalles de los que no nos damos cuenta en nuestra rutina diaria, los contrastes de la luz, los gestos, el sonido". Una invitación a la observación pausada con la que recuperar un nuevo vínculo con el entorno, otra experiencia con las imágenes.

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