'Spider-Man 3': lo imperdonable y lo rescatable del cierre de trilogía maldito de Sam Raimi

El final de la primera trilogía arácnida lo tenía todo para ser colosal, pero sufrió la maldición de las terceras partes.
Spider-Man 3
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Así era el tráiler de 'Spider-Man 3', el cierre de la trilogía de Sam Raimi que se estrenó hace 15 años
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Hace 15 años llegaba simultáneamente a las pantallas de todo el mundo Spider-Man 3, el cierre de trilogía de una de las sagas más emblemáticas y exitosas de principios del siglo XXI. 

Una tercera entrega de nuevo dirigida por Sam Raimi, que aparentemente ahondaría en el lado más oscuro de su protagonista, Peter Parker, y cerraría los flecos argumentales derivados de las dos anteriores entregas, aumentando la apuesta previa, duplicando el número de villanos y arcos argumentales.

Ya la secuencia final de Spider-Man 2 pronosticaba esa deriva hacia la oscuridad dramática que se cernía sobre el amistoso vecino de la ciudad de Nueva York. Un primer plano de Mary Jane a través de la ventana del apartamento de Peter Parker, mientras este surcaba los cielos de la metrópoli enfundado en su disfraz de superhéroe, donde la épica emotiva del momento quedaba empañada por un viraje tonal acrecentado por los acordes del score de Danny Elfman. 

Spider-Man 2
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Pero lo que lamentablemente presagiaba era la caída en desgracia de una saga hasta el momento casi sin mácula.

Batacazo de éxito

No nos llevemos a engaño. Spider-Man 3, por mucho que sea recordada como un desastre sin paliativos, a la altura de Batman y Robin de Schumacher o Superman III de Lester, fue un gran éxito de taquilla. Si en 2002 la primera entrega recaudó en todo el mundo la friolera de 821 millones de dólares (nº 1 en USA y 3º en todo el mundo) y, en 2004, su segunda entrega 788 millones (nº 2 en EE.UU. y 3º en el mercado internacional), Spider-Man 3 recaudaría aún más.

No solo obtendría el récord de mejor fin de semana en EE UU (151 millones de dólares) sino que sería la película más taquillera del año en su país de origen y la tercera en el mercado mundial, por detrás de las terceras entregas de Piratas del Caribe y Shrek, recaudando 894 millones dólares, más que los 788 de Spiderman 2 y los 821 de la cinta original.

Pero si las dos anteriores entregas habían sido acogidas por el gran público y por gran parte de la crítica como dos ejemplos estupendos de espectáculo hollywodiense de primer orden, aunando clasicismo y modernidad en perfectas dosis, el recibimiento de esta acabaría por dinamitar las futuribles secuelas de la franquicia de la mano de Sam Raimi.

Spider-Man 3
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El propio Raimi ha hablado de la película como el momento más bajo de su carrera, definiéndola no como mala, sino como horrible y asegurando que su único miedo para volver al género superheróico era el recuerdo de Spider-Man 3. Su productor, Avi Arad, el cerebro tras la franquicia Spider-Man, asegura que la introducción de Venom como uno de los tres antagonistas de la secuela no fue una buena idea. 

Pero, ¿qué es lo que salió mal? Intentaremos desentrañar tanto todos sus errores, como también algunos de sus aciertos.

Imperdonable: Venom y El Hombre de Arena

Sam Raimi quería introducir en la tercera entrega de la saga a otro de los villanos clásicos de la etapa original del personaje, en concreto la de Stan Lee y Steve Ditko. Tras presentar en sociedad al Duende Verde en su primera entrega y al Doctor Octopus en la segunda, el objetivo del cineasta era convertir a Flint Marko, aka El Hombre de Arena, en el villano central de la película.

Pero Avi Arad estaba obsesionado por introducir a Venom. Un personaje surgido del que posiblemente sea el peor momento de la historia de los cómics de superhéroes, entre finales de los años 80 y la primera mitad de los 90. Venom surge como escisión de la saga del traje alienígena y es presentado en sociedad de la mano de David Micheline y Todd McFarlane como gran antagonista y perfecto ejemplo del grim and gritty de la generación Image. Y fue un verdadero bombazo.

En cambio, El Hombre de Arena es fruto del concepto más clásico del tebeo de superhéroes. Un personaje, creado por Lee y Ditko que, al igual que el Duende Verde y en mayor medida el Doctor Octopus, se encuentra en un fina línea que se sitúa entre la bondad y la maldad. Busca una redención que sirve como espejo distorsionado y complemento del viaje del héroe de un Peter Parker que no ha superado la muerte de su tío Ben.

Spider-Man
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Venom es todo lo contrario. Un personaje unidimensional, exagerado en sus formas y su tono, que entra como elefante en cacharrería dentro del clasicismo del que hasta el momento hacía gala la saga de Raimi. Cuando hace acto de presencia, nos encontramos al Raimi más desganado y menos poético en su tratamiento de unos villanos que hasta el momento (incluido el Hombre de Arena del que hablaremos más adelante) habían sido representados por Raimi con la misma intensidad y empatía que las némesis de Batman en las dos cintas de Tim Burton.

Además, la imposición de Venom dentro del arco narrativo de la película imposibilita que el supuesto villano central de la misma, El Hombre de Arena, sea desarrollado con la profundidad de la que si disfrutaron los personajes interpretados por Dafoe y Molina. Sin olvidar que sus minutos en pantalla y el paso previo del simbionte y el traje negro de Peter, provocan que los personajes originales involucionen y aquellos introducidos por primera vez no sean más que un apunte a pie de página.

Spider-Man 3
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Imperdonable: la involución de Peter, Mary Jane y Harry

Spider-Man 2 dejaba a su triángulo protagonista en una serie de cliffhangers que prometían una resolución a la altura de las circunstancias. Peter y Mary Jane al fin eran pareja (tras dejar en el altar esta última al hijo de J. Jonah Jameson) y Harry Osborn descubría la identidad de Spider-Man además de encontrar en la mansión Osborn toda la logística del Duende Verde. La tercera entrega debía rematar todos estos arcos argumentales que venían coleando desde la primera entrega.

Sin embargo, en el espeso guion escrito a seis manos por Sam Raimi y su hermano Ivan Rami, junto a un Alvin Sargent que ya había colaborado en la segunda entrega, el triángulo amoroso entre los tres adolescentes acaba derivando en una intriga surgida del argumento más lisérgico de Sensación de vivir.

Spider-Man 3
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En primer lugar, Harry Osborn se enfrenta a un Peter Parker a punto de pedirle matrimonio a MJ en el arranque de la cinta. Transformado en una versión skater del Duende Verde original, minutos después acaba en coma y amnésico tras perder su batalla con un Peter Parker más antipático que nunca. A Tobey Maguire ya se le vislumbra más interesado en cobrar el abultado cheque de la saga, que en seguir desarrollando al personaje creado por Lee y Ditko.

Porque el mayor problema de este Spider-Man 3 es la antipatía que provocan Peter y Mary Jane. En el supuesto proceso que va desde la ligereza de la adolescencia a la responsabilidad de la vida adulta, los personajes estupendamente desarrollados en las dos entregas anteriores, se convierten en dos narcisistas insoportables. Peter obsesionado con la fama otorgada por Spider-Man. Mary Jane obsesionada por su éxito en Broadway.

Y todo esto antes de que el simbionte haga acto de presencia, que da lugar a momentos tan bochornosos como el número musical en el local de copas donde Mary Jane trabaja o esa suerte de Staying Alive de Peter con su pelo aceitoso emulando la maravillosa secuencia espejo de su secuela al son de Simon and Garfunkel. Y es que, a veces, menos es más.

Todo esto provoca que el espectador se sitúe al lado de Harry Osborn. Un pobre niño rico sometido por la losa del legado pesadillesco de Norman Osborn y que es utilizado en ese relato de amor y desamor entre unos desacerbadamente egoístas Peter y Mary Jane. Hasta que el personaje recupera la memoria y su deseo de venganza y es desfigurado por el de nuevo churretoso Peter Parker enfundado y bajo el manto de su traje simbionte.

Pero no os vayáis, que aún hay más. Posteriormente, con uno de los peores giros de guion de la historia del género y del cine, se redime, tras ser informado por un mayordomo que llega dos entregas tarde, de que Spider-Man no mató a su padre, convirtiéndose en un sosias de Johnny Storm para Spider-Man sin tener que lidiar con los derechos de la Fox.

Imperdonable: Gwen Stacy y el capitán Stacy

Si el simbionte alienígena, Venom, el Hombre de Arena, la crisis de pareja de Peter y Mary Jane y la venganza de Harry Osborn no parecían ser demasiadas subtramas para Arad y Raimi, el director y el productor decidieron también introducir a dos de los personajes más importantes de la mitología del personaje: Gwen Stacy y su padre, el capitán de policía George Stacy.

La importancia de estos dos personajes dentro de la historia de Spider-Man es fundamental: George Stacy se convertiría en un segundo padre para Peter tras la muerte del tío Ben. La revelación de un moribundo capitán Stacy a un sollozante Peter de que conocía su secreto y su inmortal frase “Sé bueno con ella, te quiere muchísimo” en Amazing Spider-Man 90, tras morir aplastado por los cascotes de un edificio destruido por Octopus tras salvar a un niño, es historia inmortal del personaje.

Spider-Man
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Qué decir de Gwen Stacy, la novia por antonomasia de Peter Parker (con perdón de MJ) que se convertiría en la novia de toda una generación de lectores y cuya dramática muerte en Amazing Spider-Man 121 a manos del Duende Verde redefiniría al personaje, a la editorial y al propio medio.

¿Y qué es lo que nos encontramos en esta tercer entrega? Dos personajes infrautilizados. Cascarones vacíos que solo sirven, en el caso de Gwen, como incidente incitador del infantiloide tira y afloja entre Peter Y Mary Jane y como nota a pie de página, en el caso del Capitán Stacy. Sobre todo al desperdiciar a dos intérpretes del talento de Bryce Dallas Howard y James Cromwell, que poco pueden hacer con unos personajes cogidos con alfileres.

Spider-Man 3
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Imperdonable: la ausencia de Danny Elfman

Al igual que con Tim Burton tras Pesadilla antes de Navidad, Danny Elfman acabó como el rosario de la aurora con Sam Raimi tras el rodaje de Spider-Man 2. El compositor, que había comenzado a colaborar 15 años antes con el cineasta en el score de Darkman, reconocería en entrevistas posteriores que la libertad creativa y la confianza que había conseguido con el cineasta desde sus primeras colaboraciones, y que llegaría hasta el score del primer Spider-Man, cambiaría con esta segunda entrega.

Elfman contaría en entrevistas posteriores que el celo y el control que Raimi estableció en Spider-Man 2 provocaron que él mismo no tuviera la libertad creativa suficiente para desarrollar y hacer evolucionar incluso los temas y composiciones que creara para la entrega original, dando lugar a encontradas y desagradables confrontaciones con Raimi.

Sam Raimi y Danny Elfman
Sam Raimi y Danny Elfman
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La solución, parecida a la ocurrida con el score de John Williams para las secuelas del Superman de Richard Lester, fue mantener el tema principal del héroe, pero contratar a un muy mediocre Christopher Young para que desarrollara las composiciones del resto de la obra. Y se nota…

Rescatable: Flint Marko/El Hombre de Arena

Si existe algo realmente rescatable de Spider-Man 3 es El Hombre de Arena, interpretado por Thomas Haden Church. Desde su background de perdedor salido del mejor noir, pasando por su emotiva relación con su hija enferma y los conflictos con su pareja, interpretada por Theresa Russell, hace que el escaso tiempo en pantalla del que disfruta el personaje sea aún más doloroso.

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Incluso le perdonamos que hagan con el personaje algo tan absurdo como lo del Joker de Jack Nicholson en el primer Batman de Burton: tener algo que ver en la génesis dramática del héroe.

Sin olvidar las que posiblemente sean las dos mejores secuencias de la cinta. En primer lugar, el nacimiento del Hombre de Arena, donde Raimi, acompañado por el único fragmento del score de Christopher Young que merece la pena, entrega una secuencia dotada de melancólica poética. El equilibrio entre la puesta en escena de Raimi y los avances del CGI acaban dando lugar a una de las escenas más bellas del mainstream reciente.

Y en segundo lugar, su primer enfrentamiento con Spider-Man, a bordo de un furgón blindado a toda velocidad por las calles de Nueva York. A la altura del emblemático combate contra el Doctor Octopus en Spider-Man 2.

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Rescatable: Parte de la subtrama del simbionte

Aunque la introducción del simbionte sea un pegote y en muchas ocasiones un lastre innecesario para esta tercera entrega y el motivo de que su resultado sea tan irregular, podemos rescatar dos secuencias que se encuentran entre lo mejor de la trilogía Raimi: la escena del campanario y el combate de Spider-Man con Flint Marko en las alcantarillas de Nueva York.

La primera de ellas, traslación 100% fidedigna de la escena final del Web of Spider-Man nº 1, es posiblemente el único momento en el que Raimi está cómodo con la subtrama del simbionte. Gótica, tenebrosa, cercana a los mejores y más escalofriantes fragmentos de la saga Evil Dead, el via crucis de un Peter Parker en su momento más bajo, intentando desprenderse de un parásito que le ha abocado al desastre, podría servir como ejemplo de una de las mejores traslaciones de las viñetas a la imagen en movimiento.

Spider-Man 3
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Lo mismo para la segunda secuencia destacable, procedente de la legendaria La última cacería de Kraven escrita por J. M. DeMatteis e ilustrada por un excelso Mike Zeck. Si en el tebeo de referencia Spider-Man se enfrentaba a la reinterpretación escalofriante de Alimaña en las profundidades de Nueva York, aquí el monstruo es un Peter Parker/Spider-Man reconvertido en vengador justiciero salido del tebeo mas dark de la Marvel o DC de finales de los años 80 y único momento que Raimi consigue mirar de frente al material en el que se inspira.

Rescatable: el rescate de Gwen Stacy

En una cinta tan propensa a lo oscuro y tenebroso, los momentos de luz y sense of wonder son más que bienvenidos. Sobre todo en una secuencia tan bien planteada y ejecutada como la de la grúa y el rascacielos donde Gwen Stacy se precipita a una muerte segura y Spider-Man la salva en la mejor tradición superheroica. 

Spider-Man 3
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Sobre todo, porque es la única secuencia en la que se hace una mínima justicia al malogrado personaje en su traslado a la gran pantalla y Raimi devuelve a la saga a las piruetas visuales de sus predecesoras.

Rescatable: el clímax final

Que no se me malinterprete. El clímax final de la película contiene por quintuplicado todos los defectos del conjunto de la obra. Exceso de villanos, exceso de tramas y subtramas que se solapan y un sentido del humor entre lo grueso y lo naïf que no acaba de cuajar y que aquí surge de los sonrojantes one liners de un hasta el momento impecable J. Jonah Jameson.

Pero lo que es rescatable es el concepto detrás de esta extravaganza orgiástica de CGI: la primera traslación de un combate superheróico en equipo, seis años antes de que Joss Whedon nos volara la cabeza con el final de Los Vengadores. Un Marvel Team Up donde un Harry Osborn, redimido de manera chusca por su mayordomo, se convierte en el compañero de batalla de Spider-Man.

Un guiño a los primeros números de la serie Marvel Team Up, donde el trepamuros hacía equipo con otros héroes del universo Marvel y que en sus primeros ejemplares era acompañado por su mejor amigo del universo de la editorial: Johnny Storm, la Antorcha Humana de Los 4 Fantásticos. Como eso no era posible por aquel entonces, ya que Fox ostentaba los derechos de los personajes, la sustitución de Johnny por Harry solo puede hacer sonreír de manera cómplice al fan de los tebeos más veterano.

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