'Spider-Man' cumple 20 años: así llevó Sam Raimi el cine de superhéroes al siglo XXI

La primera traslación con auténtico éxito de un tebeo Marvel a la gran pantalla redefinió el cine de superhéroes.
Spider-Man
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Si Batman y Superman son la joya de la corona de DC Comics, su contrapartida en Marvel es Spider-Man, el personaje aparecido por primera vez en 1962, en las páginas de Amazing Fantasy 15 y creado por Stan Lee y Steve Ditko. Y si Superman y Batman iniciaron el gran espectáculo superheroico en la gran pantalla, el primero con Richard Donner en 1978 y el segundo en 1989 con Tim Burton, a Marvel le costó más llevar a buen puerto el traslado de sus propiedades a las salas de cine.

A los espectadores españoles intentaron dárnoslas con queso entre finales de los 70 y principios de los 80 con tres supuestos largometrajes protagonizados por el Hombre Araña e interpretados por Nicolas Hammond, que no eran más que tv movies venidas del otro lado del charco, al estilo del largometraje de El increíble Hulk que no era más que el piloto del serial protagonizado por Bill Bixby y Lou Ferrigno que aterrorizaría y fascinaría a los niños de finales de los 70.

Pero en paralelo, tanto Marvel como en especial Stan Lee, llevaban décadas intentando trasladar al amistoso vecino de la misma manera que Warner había hecho con sus dos icónicos pilares. El problema, que si Warner tuvo la suerte de encontrarse por el camino a directores con talento como Richard Donner o Tim Burton, Marvel tenía que contentarse con productoras como Cannon -recordemos el desastre de Superman IV- y directores como Albert Pyun. Por supuesto, estos proyectos nunca llegaron a buen puerto.

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De Albert Pyun a James Cameron

En cambio, cuando los derechos pasaron de manos de Cannon a la productora Carolco -responsable de éxitos como T-2 o Desafío total- el personaje llamaría la atención de ni más ni menos que James Cameron. La idea del autor de Aliens: El regreso era reinterpretar a Peter Parker desde una perspectiva más adulta y, entre comillas, realista. En primer lugar, introduciendo uno de los elementos más característicos de la que sería luego la versión de 2002: los lanzarredes orgánicos.

Cameron consideraba que era poco creíble para el espectador que un adolescente de instituto, por muy prometedor que fuera intelectualmente, podría fabricarse esos lanzarredes de alta tecnología en el garaje de su casa. En cambio, Cameron no tuvo reparos en introducir una sexualidad ausente en su versión original, con un encuentro sexual entre Peter y Mary Jane sobre el puente de Brooklyn, en un extraño y retorcido juego entre Eros y Thanatos, ya que este es el lugar en el que Gwen Stacy fallecería en su versión de tinta y papel.

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Ese tratamiento de guion fue entregado por Cameron a Carolco en 1993. En su interior, además de los elementos mencionados anteriormente, también contenía la reinterpretación de los dos villanos de la función: Electro y El Hombre de Arena. Para el personaje de Peter Parker/Spiderman, Cameron pensó en un emergente Leonardo DiCaprio, con el que luego estrenaría, cuatro años después, Titanic. Presupuestada en 50 millones de dólares, la cinta nunca obtendría luz verde, por problemas contractuales y denuncias de MGM hacia Viacom, Marvel y Sony Pictures, respectivamente.

Entre Raimi y Fincher anda el juego

Entre que Cameron se centraría en Mentiras arriesgadas y posteriormente en su megalómana Titanic, y que el fracaso de Batman y Robin en 1997 haría que el subgénero de superhéroes durmiera el sueño de los justos, ningún estudio estaba interesado en la propiedad intelectual. Hasta que en 1998, Blade de Stephen Norrington y, dos años después, X-Men de Bryan Singer se convertirían en dos sleepers que demostrarían que el universo Marvel era una fuente de creatividad e ingresos para la industria de Hollywood.

En paralelo a este resurgimiento, Marvel había conseguido salir de su bancarrota en el año 1998 y había expirado su contrato con Cannon. Eso le permitiría vender los derechos del personaje a Sony Pictures, que inmediatamente se puso a trabajar en el material, contratando al guionista David Koepp, quien partiría del tratamiento de 45 páginas de Cameron. Un libreto que luego sería reescrito durante el rodaje por Alvin Sargent, no acreditado aquí pero sí en las consiguientes secuelas.

Que Raimi consiguiera ser el director de la primera entrega cinematográfica se debe sobre todo a la insistencia de la productora Amy Pascal. Entre los candidatos estaba medio Hollywood: desde Tim Burton a Chris Columbus, pasando por Tony Scott, Barry Sonnenfeld e incluso David Fincher. Este último estaría cerca de dirigir la primera entrega cinematográfica del personaje, pero al final no conseguiría la silla de director, porque no estaba interesado en contar la historia de origen del personaje.

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La idea de Fincher era centrarse en la muerte de Gwen Stacy, a lo que el estudio se negó, dejando el camino libre a Raimi, un director conocido hasta el momento por su trilogía de Posesión infernal, cuyo acercamiento perpendicular a los superhéroes sería con el clásico de serie b interpretado por Liam Neeson en 1990, titulado Darkman.

Previamente a este Spider-Man, Raimi se encontraba en un extraño impasse creativo, con títulos tan particulares como su híbrido entre Tex Avery y Sergio Leone, el western Rápida y mortal, o su noir rural imbuido de la sangre de los Coen de Fargo, titulado Un plan sencillo.

Pero el dinámico e irreverente estilo visual de Raimi, entre el cartoon y lo circense, le venía como anillo al dedo a la traslación del trepamuros a la gran pantalla. Sobre todo porque Raimi era un gran aficionado al personaje, sobre todo a sus tebeos primigenios, las etapas de Stan Lee junto a los dibujantes Steve Ditko y posteriormente, John Romita.

La larga sombra de Steve Ditko

Por eso no es de extrañar que Tobey Maguire se alzara con el doble papel de Peter Parker/Spider-Man, siendo su rostro y su fisonomía una versión en carne y hueso del enfermizo y debilucho Peter Parker ilustrado por el randyano Steve Ditko.

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Un aspecto alejado del supuesto canon superheroico, más cercano a la elección de Michael Keaton como Batman que la de Christopher Reeve en Superman, que también se trasladaría a la protagonista femenina del filme, Kirsten Dunst. Si en los tebeos originales, Mary Jane Watson es una bomba sexual, cercana a las top models de los 90, la versión de Raimi y Dunst acerca al icónico personaje más al concepto de vecina de al lado, real y figurativamente.

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Una elección que ya desde muy al principio del filme se siente acertada. Sin ir más lejos, en la primera conversación de ambos personajes en los respectivos patios de su casa, tras Peter presenciar los abusos verbales del padre de Mary Jane a esta última. Y que quedaría refrendado en ese ya icónica secuencia del beso invertido bajo la lluvia.

La propuesta de Raimi, vista con la perspectiva del tiempo es muy clásico en su concepción y estructura. Una cinta que se mira más en el Superman de Donner que en el Batman de Burton, en su idea de entregar una historia de origen canónico, con tres actos perfectamente estructurados y engarzados, dando lugar a un primer acto de origen que traslada la americana rural de Superman al urbano barrio de Queens.

Es en ese primer acto donde en paralelo al nacimiento del héroe encontramos el de su contrapartida y némesis: Norman Osborn/El Duende Verde. El gran archienemigo de Spiderman, que sería introducido por el guionista David Koepp, junto al Doctor Octopus. El villano que más daño emocional ha provocado a Peter Parker, caería en las manos del fabulosamente histriónico Willem Dafoe que imbuiría al personaje de una mezcla perfecta entre lo perturbador y lo patético.

Scott Rosenberg, que reescribiría el libreto de Koepp, eliminó de la ecuación a Octopus, ya que Raimi consideraba que el conflicto físico y sobre todo emocional entre Peter y Norman era lo suficientemente potente e interesante como para desviar la atención del espectador con un segundo villano. Y no le faltaba razón. Desde el primer enfrentamiento en Times Square, pasando por el combate en el edificio en llamas, para culminar en la particular reinterpretación del Amazing Spider-Man 122 de Gerry Conway y Gil Kane.

Entre PG-13 y Restricted

En particular, en la última escena mencionada, llama la atención algo que la perspectiva del tiempo y la situación del blockbuster actual hacen evidentes: la brutalidad y fisicidad de la Spider-Man de Raimi. Acostumbrados a una acción y violencia anestesiada en la actualidad, la puesta en escena y la representación de la violencia por parte de Raimi, choca con la idea de una cinta pretendidamente familiar. La brutal paliza de Norman a Peter en el cementerio, acerca al trepamuros a Ash, el emblemático protagonista de la saga Posesión infernal.

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Pero incluso la manera que Raimi acaba con la némesis del relato es heredera de ese cruce entre el gore de Herschell Gordon Lewis y los cartoons de Warner Bros. Cuando Norman es atravesado por su aerodeslizador, la cámara se acerca con un violento zoom hacia el cuerpo y el rostro del personaje interpretado por Dafoe.

La crudeza de la secuencia es cortada en seco con un guiño de nuevo a lo cartoon, cuando Norman Osborn, cual Correcaminos, al ver la muerte de manera inminente, entrega un chascarrillo rompiendo la cuarta pared, demostrando la particular mirada de Raimi hacia el espectáculo cinematográfico.

'Spider-Man' de Raimi: una obra (casi) impecable

Una adaptación de cómic canónica, que continúa el legado de Donner en Superman y que serviría como molde maestro de la que sería la siguiente adaptación canónica del subgénero superheroico: Iron Man de Jon Favreau. Pero donde Favreau se queda corto en imaginería visual y arrojo, la Spider-Man de Raimi lo tiene a borbotones.

Un sentido del espectáculo que no choca ni evita el componente íntimo y emocional, como puede vislumbrarse tanto en las secuencias domésticas entre Peter y sus tíos, o la fabulosa y accidentada comida de acción de gracias entre Peter, Harry, MJ, Tía May y Norman. Puro Lee y Romita.

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Es por ello que los defectos, que los tiene, sean más dolorosos. En primer lugar los algo rudimentarios efectos digitales del maestro John Dykstra. El que fuera el artífice de los FX de 2001 y la primera Star Wars se queda lejos de conseguir la suspensión de la incredulidad de ese Spider-Man CGI que recorre la ciudad de Nueva York.

Sobre todo cuando sus competidoras en materia de efectos digitales de la época (Episodio I y II, La comunidad del anillo o Matrix) le acaban sacando los colores. Algo que el propio Raimi tendría en cuenta, entregando un Spider-Man 2 impecable desde el punto de vista técnico.

Si el uniforme de Spider-Man en su traslación cinematográfica es canónico e impecable, no podemos decir lo mismo del diseño asociado al Duende Verde cinematográfico. Sobre todo al ver, con el paso del tiempo, la primera propuesta de Raimi al estudio. Una máscara de duende animatrónica entre el Duende Verde original y su versión de los 80, El Duende (a secas) capaz de provocar la mayor de las pesadillas y sobre todo una movilidad y expresividad que la versión final (esa armadura rígida salida de la peor pesadilla de los diseñadores de los Power Rangers) reduce el impacto de la interpretación de Willem Dafoe.

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Hay otros dos elementos de la cinta que, aun sin ser deficientes, si que deslucen el conjunto total del filme. En primer lugar, la dependencia de la cinta a los sucesos ocurridos ocho meses antes en la ciudad de Nueva York: el 11-S. Algo que provocaría el borrado digital de los planos del WTC, la eliminación del teaser con Spider-Man dejando colgados de una telaraña entre las dos torres un helicóptero ocupado por unos ladrones de banco y, sobre todo, esa incidencia en el orgullo neoyorkino cuyo mayor desacierto es el enfrentamiento de los ciudadanos de Nueva York en el puente de Brooklyn con el Duende Verde.

El otro aspecto mejorable es, que algunos personajes de la mitología del arácnido enmascarado, en especial los integrantes del Daily Bugle quedan representados de manera escueta y casi intrascendente. Hablamos de la secretaria Betty Brant -primer amor de Peter en los cómics originales- interpretada por Elizabeth Banks y sobre todo el segundo del Bugle, Robbie Robertson, que tiene menos tiempo en pantalla que Ted Raimi, hermano del director y bufón del director del periódico, J. Jonah Jameson.

Este último, archienemigo de Spider-Man, salido directamente de las viñetas por el impecable y carismático J.K. Simmons. Una representación canónica del personaje original que demuestra el amor de Sam Raimi por el medio y el tebeo original. Algo que se saldaría con el primer puesto de taquilla en Estados Unidos y el tercer puesto en el resto del mundo (tras Las dos torres y Harry Potter y la cámara de los secretos) en el año 2002.

Pero sobre todo, demostrando, como ya hicieron Richard Donner y Tim Burton con Superman y Batman respectivamente, que las adaptaciones de superhéroes al cine eran un gran negocio, allanando el camino al Iron Man de Jon Favreau y en consecuencia, al Universo Marvel Cinematográfico.

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