¿Tom Hanks o John Wayne? Un Ethan Edwards para un nuevo mundo

En 'Noticias del gran mundo', Tom Hanks dialoga con el John Wayne de 'Centauros del desierto'.
Escena de 'Noticias del gran mundo'
Escena de 'Noticias del gran mundo'
Cinemanía
Escena de 'Noticias del gran mundo'

El western son paisajes colosales. Valles, mesetas y cañones de tamaño descomunal que abrumaron a los colonos de América y a nosotros, los espectadores de cine amantes de un género que muchos han querido matar antes, pasando por alto que el mito es inmortal.

John Ford es uno de los directores que han rodado ese horizonte como ningún otro, elevando el uso del CinemaScope hacia la más absoluta de las bellezas. Pero a veces el clima y sus inclemencias impedían ejercer el oficio cinematográfico. 

Se cuenta que uno de esos días con miserables condiciones climáticas un colaborador de Ford le preguntaba desesperado: “Señor Ford, ¿qué podemos rodar aquí?”

Y Ford respondió: “¿Que qué podemos rodar? Lo más interesante y emocionante del mundo entero, un rostro humano”. 

Esa pasión por la belleza de una cara es la de un cineasta humanista. John Ford apuesta por nosotros profundizando tanto en la miseria como en la grandeza humana, un equilibrio patente en Ethan Edwards, uno de los mejores personajes de toda su filmografía. 

Como resume Genara Castillo en su texto titulado Comentarios al humanismo de John Ford: “Nos presenta una visión de la vida humana en tensión, en búsqueda de algo que apague su sed de infinito. En esa trama vital destaca el heroísmo, la pasión y la fortaleza por la verdad, por lo auténtico, por el bien.”

El Ethan Edwards que interpreta John Wayne en Centauros del desierto es un veterano que regresa a la casa de su hermano, en Texas, tres años después de la Guerra de Secesión en la que luchó a favor de los confederados. Un hombre obligado a rendirse, que odia a los yanquis menos de lo que odia a los indios. 

Cuando los indios comanches matan a su familia y raptan a su sobrina, Ethan emprende un viaje de odio, un rastreo furibundo que le llevará años. 

En una mirada cansada, la de un perdedor, el actor y el director dibujan el desprecio de un hombre y su miedo a un destino amargo. 

Una escena de 'Centauros del desierto'
Una escena de 'Centauros del desierto'
Cinemanía

La mirada de John Wayne se encuentra con la mirada que Paul Greengraas le fotografía a Tom Hanks en el papel del capitán Jefferson Kyle Kidd, protagonista de Noticias del gran mundo.

Una escena de 'Noticias del gran mundo'
Una escena de 'Noticias del gran mundo'
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El capitán Jefferson es, al igual que Ethan, un veterano de la misma guerra, y que también como él, tuvo que rendirse a la victoria de los yanquis de los estados del norte. Desde entonces Kidd lleva cinco años viajando de ciudad en ciudad leyendo noticias que ocurren en otros rincones del país a pequeños comerciantes, a campesinos, mineros, colonos y familias enteras que o no saben leer o no tienen tiempo para ello. 

Un día, en las llanuras de Texas, Kidd se encuentra con Johanna, una niña de diez años criada durante seis por la tribu Kiowa. Educada como una india, no sabe hablar inglés, no conoce lo que es un tenedor o una cuchara y tras la muerte de su familia indígena, debe ser llevada con sus tutores legales, los últimos familiares que le quedan, que son sus tíos.

Kidd tendrá que aceptar el encargo y ambos emprenderán un viaje de cientos de kilómetros cruzando el inhóspito paisaje de un país que está empezando a construir su identidad nacional aunque aún sigue siendo salvaje y muy peligroso. 

Los indígenas se van 

Una escena de 'Centauros del desierto'
Una escena de 'Centauros del desierto'
Cinemanía

Pistoleros, terratenientes e indígenas es el mejor capítulo del lúcido ensayo ¡Me cago en Godard! que Pedro Vallín dedicó al cine americano, y en él se repara una injusticia cometida por los críticos de cine que renegaron del género al tildarlo de crónica del genocidio de la población indígena. 

Entre muchas razones y argumentos es interesante leer a Vallín explicando cómo realmente el nativo americano ocupa un papel secundario y ajeno en estas historias cinematográficas. 

“Responden al concepto filosófico de la alteridad, la otredad, lo extraño y ajeno. Funcionan apenas como metáfora de lo inclemente del medio: su amenaza no es diferente a la del propio paisaje, su flora y su fauna. Ese es el pecado imperialista, esa cosificación [...]”

Sin embargo, cuando Frank Nugent, guionista de Fort Apache o Centauros del desierto, llegó a la industria de Hollywood (antes había sido crítico en el Times) empezó a cambiar las cosas. Ya en el encargo de John Ford para que adaptara la novela de Fort Apache, Nugent alteró el odio visceral hacia los indios del material que adapta para convertirlos en víctimas de una explotación criminal que ya era sancionada por el gobierno. 

Además de eso les dio identidad, en Fort Apache hay un fuerte contraste entre el joven guerrero de sangre caliente y el veterano más sabio. Una característica que se estandarizó en el western y ha llegado incluso hasta nuestros días. En la intensa trama del videojuego de Rockstar, Read Dead Redemption 2, Lluvia repentina y Águila voladora, padre e hijo respectivamente, sufren varios enfrentamientos con los que el benévolo protagonista del videojuego, Arthur Morgan, debe lidiar. 

Una escena de 'Noticias del gran mundo'
Una escena de 'Noticias del gran mundo'
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En Centauros del desierto los indios son, también, algo más que una alteridad. Raptan a la sobrina de Ethan y el terror de su presencia asola en muchos momentos del filme. El jefe de la tribu tiene nombre propio, Scar, y está interpretado por el actor alemán Henry Brandon. Por otro lado el destino de Ethan está estrechamente unido a su sobrina, más india a cada hora, cada día, cada mes y cada año que Ethan no consigue encontrarla. 

En Noticias del gran mundo, sin embargo, los indios sí que funcionan del mismo modo que funciona una tormenta de arena en pleno desierto. Ni siquiera el hecho de que la joven Johanna haya sido educada por los indios tiene mucha relevancia en la trama, si en vez de la tribu Kiowa hubiera sido educada por por los lobos la película apenas sufriría ningún cambio en lo importante. 

Es en ese sentido la película de Greengrass es un western de la primera edad de Hollywood. Una perfecta aventura sobre dos seres humanos cruzando un país continente en mitad de la construcción de una nación inmensa y llena de peligros: traficantes de mujeres, un pueblo de granjeros dominado por un autoritario y despreciable criminal, tormentas, indios, mentirosos y ladrones. 

El personaje de Tom Hanks ventila el problema de los indios en una frase: “Los colonos matan a los indios por sus tierras y los indios matan a los colonos para recuperarlas”. 

El cowboy legendario frente al héroe anónimo

Una escena de 'Centauros del desierto'
Una escena de 'Centauros del desierto'
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Centauros del desierto comienza con una puerta abriéndose, un porche y una familia entera viendo cómo a lo lejos llega el héroe subido a su caballo desde el horizonte del Oeste americano. 

Durante la búsqueda de su sobrina Ethan, que odia a los indios por su salvajismo, se encuentra así mismo muy cerca de esa brutalidad, de esa furia de la que apenas consigue salir. ¿No es su desarraigo del mundo, su nomadismo y falta de compromiso con la ley americana exactamente el mismo que el de los indios? 

Y cuando todo acaba, al final de un relato lleno de fuerza, de lirismo, de crudeza y también de bastante sentido del humor, Ethan se queda parado frente a una puerta que se cierra y que le deja fuera. En muy pocos westerns queda sitio para el pistolero. 

Para Genara Castillo, John Ford consigue convertir su película en una reflexión sobre los lazos afectivos, la pertenencia a una comunidad y a una historia común. 

El mundo está cambiando, son los años cincuenta y empiezan a florecer nuevas inquietudes políticas en los Estados Unidos. 

Escena de 'Noticias del gran mundo'
Escena de 'Noticias del gran mundo'
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Y 65 años después del estreno de Centauros del desierto, Paul Greengrass delega el peso de un relato ambientado en el Oeste americano (que no deconstruye el género, sino todo lo contrario) al héroe civilizado y anónimo que, como todos sabemos, tiene el rostro de Tom Hanks. 

El capitán Kidd comienza esta historia leyendo noticias a los que quieran oírlas y por solo dos centavos. No es, a priori, ningún jinete pálido, ningún predicador sin nombre, ningún pistolero. Es un hombre de mirada amable que ha entendido después de rendirse que en algún momento habrá que dejar de pelear. 

A medida que avanza la historia y los acontecimientos se van agolpando uno detrás de otro en esa línea recta por la que avanza esa carreta, Kidd aprende a amar a esa niña al mismo tiempo que comienza a entender que se está forjando una nación a su alrededor en la que es necesario defender valores democráticos, también liberales, de comunidad y de perdón. 

Greengraas y Hanks quieren que EE UU deje de arder, quieren pelear contra la polarización salvaje que amenaza a su nación, y por eso vuelven al género fundacional que ayudó a forjar el mito del país más poderoso del mundo. 

Cuando la película termina Kidd ya no lee noticias logísticas sobre vías de tren en construcción, hambrunas o enfermedades, lee historias porque sabe que no hay nada mejor que las historias imposibles de sesgar o refutar para unificar el sentimiento de país ahora resquebrajado. 

Tom Hanks es el Ethan del nuevo mundo, no es un cowboy, no es el héroe mesiánico de John Wayne que no podía cruzar el umbral de la puerta al final de su aventura. Para el modesto héroe de Tom Hanks hay sitio. De hecho, le necesitamos aquí con nosotros y cuanto antes. 

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