Siente el movimiento: las 5 mejores películas de Tony Scott

Revisamos las claves de estilo del hermano pequeño de Ridley Scott, fallecido hace 10 años, y cómo marcó el cine de acción
Imagen de 'Amor a quemarropa'
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Cinemanía
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Gorra roja desgastada, chaleco estilo safari y puro entre los labios. Amado a quemarropa por Quentin Tarantino, guía espiritual para pupilos como Michael Bay o Joe Carnahan y vilipendiado película tras película por la crítica. El británico Tony Scott (1944-2012) era un outsider imparable que nunca se tomó en serio a Hollywood y se rodeó de colaboradores de confianza –su actor fetiche, Denzel Washington, el director de fotografía Dan Mindel, el compositor Harry Gregson-Williams o el montador Christian Wagner– para entregarnos cine de evasión que era pura fuerza cinética.

Instruido en arte y curtido en los anuncios de televisión, al igual que su hermano Ridley, su mentor, fue uno de los responsables de la revolución estética del cine más palomitero de los años ochenta: aquel que contenía más estrellas sexis, ADN MTV y bandas sonoras pegadizas. Este es el top five que presentamos en honor a su figura. Y no, no está Top Gun (1986): el Scott más estimulante y fiel a sí mismo –gamberro, rebelde, salvaje, también imperfecto–, está lejos de las superproducciones saturadas de filtro sunset que convirtieron a los productores Don Simpson y Jerry Bruckheimer en los reyes del blockbuster sobrealimentado.

1. Revenge (Venganza), 1990

Amarga, áspera e incluso peckinpaniana. Kevin Costner y Madeleine Stowe son dos alimañas en celo en esta telenovela sobre el poder destructivo del amor pasional, uno de los temas predilectos de Scott, enmarcada en el Puerto Vallarta más agreste y hostil, magníficamente fotografiado por el operador Jeffrey L. Kimball. Scott se tomó esta historia basada en una novela de Jim Harrison como algo personal, así que no dudó en poner toda la carne en el asador México, donde estos dos cuerpos bonitos se juegan el pellejo por frotárselo hasta arder.

Un proyecto cuyo desarrollo estuvo trufado de contratiempos, retrasos y cambios de manos, que pudo ser la primera película tras las cámaras de Costner. No lo permitió Ray Stark, el mandamás de la productora de la película, Rastar Films. Consideró que la estrella, que ganaría en 1991 7 óscares por Bailando con lobos, no estaba aún preparado para dirigir. Tampoco permitió que Hans Zimmer, el cual ya contaba con algunos títulos a sus espaldas, se encargase de la banda sonora debido a su inexperiencia. 

Se decantó por Jack Nitzsche, cuyo trabajo resta vigor de las imágenes de Scott. Este siempre consideró que no era un tipo de película afín a Stark, productor de la vieja escuela. Tras estrellarse en taquilla –fue el primer fracaso serio tanto para Costner como para Scott–, prometió al cineasta que le dejaría montar su propia versión, pero se jubiló sin cumplir su palabra. En 2007, tres años después de su fallecimiento, Scott se desahogó lanzando en formato doméstico su director’s cut: más corto, violento y horny.

Imagen de 'Venganza'
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2. El último boy scout (1991)

Al amigo Tony no le hubiera gustado que incluyéramos este título, la peor experiencia profesional de su vida. Bruce Willis cimentaba en estos años su fama de cretino en los rodajes y el explosivo y despótico productor Joel Silver ejercía un control absoluto sobre cada aspecto de sus películas por muy nimio que fuera. Le hicieron la vida imposible cambiando continuamente las escenas y los diálogos del carísimo guion del cotizado Shane Black, por el que Warner había pagado la cifra récord de 1.750.000 dólares y que se vio obligado a rescribir una y otra vez.

El auténtico drama llegó en la sala de montaje: tras filmar metros y metros de celuloide, no había forma de dar con la historia, y los editores fueron desfilando por la sala de montaje hasta la llegada de Stuart Baird, hombre de confianza de Silver, que consiguió un corte satisfactorio para el estudio. La película no cumplió las expectativas de nadie, pero su fama creció gracias al videoclub y a los pases televisivos.

El último boy scout no está a la altura del talento de sus implicados: los problemas de montaje son evidentes en secuencias clave y la desgana visual se hace evidente conforme avanza el metraje. Pese a todo, estamos ante un ácido neo-noir que se sale de los cánones de Hollywood, con un Bruce Willis más hustoniano que nunca, un guión –más bien, los restos de un guion– original que escupe líneas muy abrasivas y personajes tan carismáticos como antipáticos.

Imagen de 'El último Boy Scout'
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3. Amor a quemarropa (1993)

Un tal Quentin Tarantino, que empezaba a ganarse la vida como script doctor –revisor/corrector de guiones sin acreditar–, visitó el set de El último Boy Scout y convenció a la asistente de Scott para que leyera dos originales suyos: Reservoir Dogs y Amor a quemarropa. A ella le entusiasmaron, y a su jefe, más: quería dirigir los dos. Tarantino se reservó el primero, que se convertiría en su debut. El segundo se lo adjudicó el inglés. Scott se enamoró por completo de Alabama (Patricia Arquette) y Clarence (Christian Slater), dos almas inocentes en un mundo podrido que deberán poner a prueba su pureza si quieren permanecer juntos.

Se nota en cada plano que nuestro hombre fue lo suficientemente hábil para no verse devorado por los diálogos de Tarantino y disfrutar como un niño contando la pasional historia de estos dos ingenuos frikis que hacen saltar Hollywood por lo aires desde dentro, reivindicando la autenticidad de su amor de cine frente al fariseísmo de la industria. La película no solo derrocha vitalidad y frescura, también emana una ternura –y visceralidad– hasta este momento inéditas en el contundente Scott. A él la meca del cine le parecía territorio comanche y este es su particular ajuste de cuentas tras las vivencias pasadas.

3. El fuego de la venganza (2004)

Scott le pilla el punto a los primeros años del siglo XXI con dos tripis audiovisuales: Beat the Devil (2002), su aportación en The Hire, una miniserie de 8 cortos firmados por directores de primera división –Wong Kar-wai o Alejandro González Iñárritu, entre otros– para BMW con producción de David Fincher, y Agent Orange (2004), para Amazon. Son bocetos del nuevo acabado visual con el que Scott experimenta: busca potenciar la dimensión física de la acción y desmembrarla a través de la fotografía y el montaje. Todo lo aprendido lo aplicaría para sacarse una espinita clavada desde hacía 17 años: El fuego de la venganza, su deseada adaptación de la novela de A. J. Quinnell, que no pudo filmar en 1987 –Bala blindada, dirigida por Élie Chouraqui– porque los productores consideraban que estaba demasiado verde para el trabajo.

Denzel Washington en 'El fuego de la venganza'
Denzel Washington en 'El fuego de la venganza'
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De nuevo, estamos ante una historia de amor imposible de las que le gustan tanto: la que florece en Ciudad de México entre un trastornado exagente de la CIA reconvertido en guardaespaldas, John Creasy –crazy, obvio, encarnado por Denzel Washington– y una niña de familia adinerada, Lupita –una portentosa Dakota Fanning–, su clienta. Es una película en conflicto, como el alma de su protagonista: escrita por Brian HelgelandL.A. Confidential (Curtis Hanson, 1997)– está dividida en dos partes, una intimista y otra brutal. De la tensión entre ambas emana una carga emocional que Scott expresa probando texturas, exprimiendo colores, jugando con las aberraciones lumínicas, convirtiendo el montaje en un agresivo collage en movimiento con un avasallador diseño de sonido y una iconoclasta selección musical.

4. Domino (2005)

Sí, puede que el look de Domino y su tono cebado e histérico pueda sacar de quicio –lo cual forma parte de su encanto–. También sus deudas –estilísticas y argumentales– con esa alucinación biliosa que es Asesinos natos (Oliver Stone, 1994), son evidentes, pero posee valores de sobra para encontrarse entre lo más granado de nuestro querido cineasta, pletórico en este trabajo.

Aparte de rodar con sus 6 cámaras habituales llevó los trucos visuales de El fuego de la venganza al límite, tanto en la propia cámara como en el laboratorio, como buen artesano: empleó distintas emulsiones fotográficas, negativo de color invertido, cámaras de manivela, exposiciones múltiples, etc. Todo lo que hiciera falta para conseguir lo que él definía como “realidad potenciada”, un virtuoso mix de sensaciones que te machacan las retinas a un ritmo endiablado. Acompaña en un viaje metanfetamínico a esta familia de inadaptados en un ego trip que durará hasta que se acaben las balas.

Tony Scott con Keira Knightley en 'Domino'
Tony Scott con Keira Knightley en 'Domino'
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Por primera vez en su carrera, otorga el protagónico a una mujer, real: Domino Harvey –uno de los mejores papeles de Keira Knightley–, niña asqueada del mundo pijo que sus talentosos, famosos y ricos padres –el actor inglés Laurence Harvey y la supermodelo de Vogue Paulene Stone– le ofrecieron en bandeja. A primeros de la década de los noventa, con solo 19 años, abandonó Beverly Hills para convertirse en cazarrecompensas y trabajar junto a otros dos pistoleros. Para Domino, esos años fueron los más felices de su corta vida: tenía un don para cazar seres humanos y no dudó en utilizarlo para sentirse viva y libre. Podemos considerar Domino, junto a El fuego de la venganza, el culmen creativo de Scott.

5. Imparable (2010)

Si pudiéramos cortar en trozos una película, el quinto lugar de este top of the tops correspondería a la primera hora y pico de Déjà Vu (2006). La última colaboración entre Scott y su productor de cabecera, Jerry Bruckheimer, es una original barrabasada de ciencia ficción que goza del estilo orgánico del director y atrapa desde el segundo uno. Lástima que conforme avanza esta historia de amour fu necrófila con viajes en el espacio-tiempo se desinfle hasta recalar en cauces más convencionales.

Así que cerramos este best of the best con un mercancías sin maquinista a toda velocidad, de un kilómetro de largo y hasta los topes de productos químicos –cuidado: brama como una fiera–, que amenaza con descarrilar y provocar una catástrofe. Dos operarios de otro convoy, el veterano y sensato Frank –Denzel Washington– y el inexperto e impulsivo Will –Chris Pine–, se las ingeniarán para intentar pararlo.

Imagen de 'Imparable'
Imagen de 'Imparable'
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Imparable (2010) fue lo último que nos legó Scott. Una película de argumento mínimo y espíritu working class hero de poco más de hora y media que funciona como quintaesencia de su cine, la máxima depuración de su estilo: es puro ritmo, velocidad y dinamismo. Da lo que promete, nada sobra ni falta. Su total ausencia de pretensiones y ambiciones redondean la perfección este nervioso filme propulsado por unas ganas inagotables de ofrecer gran entretenimiento.

De niño Tony Scott quería ser una estrella del rock; de joven soñaba con ser pintor. De la crudeza de la primera vocación y de la delicadeza de la segunda, surgió un cine irresistible e irremplazable: películas de primera categoría con personajes de carne hueso e imágenes matéricas de ruido y furia.

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