'El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro': 'Sueños en la casa de la bruja', una abominación que te deja a medio gas

Katherine Hardwicke y Rupert Grint acechan en los umbrales del horror lovecraftiano, pero no llegan a cruzarlos.
Daphne Hoskins y Rupert Grint en 'Sueños en la casa de la bruja'.
Daphne Hoskins y Rupert Grint en 'Sueños en la casa de la bruja'.
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Daphne Hoskins y Rupert Grint en 'Sueños en la casa de la bruja'.

¡Portales dimensionales! ¡Geometrías no euclidianas! ¡Ratas con cara de señor! Tras un acercamiento a los mundos de H. P. Lovecraft tan comedido como El modelo de Pickman, El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro se tira a la piscina de lo primigenio encomendándole a Catherine Hardwicke (Crepúsculo, Thirteen) la adaptación de Sueños en la casa de la bruja, uno de los relatos más desquiciados del creador de los Dioses Exteriores y su parentela

Para colmo, esto se traduce en una adaptación ante la cual Lovecraft hubiese estallado con furia metamórfica y blasfema. No solo porque en su reparto, encabezado por Rupert Grint, figuren actores negros, hispanos y nativos americanos (el racismo del escritor, como es sabido, rozaba lo delirante), sino también porque, en el proceso de convertir la obra en imágenes, renuncia a sus elementos más característicos. 

En realidad, adaptar Sueños en la casa de la bruja hubiese sido un desafío para cualquiera: el autor nunca estuvo satisfecho con el relato original (incluso se negó a autorizar una versión radiofónica que le hubiese ayudado a salir de pobre), y es cierto que este destaca más por su capacidad para acumular ideas disparatadas que por entregarnos una trama más o menos coherente. 

Hardwicke y la guionista Mika Watkins han tratado de solventar este escollo desvinculando la historia de la mitología lovecraftiana (todo un alivio para sus intérpretes, que así se ahorran el papelón de pronunciar "Nyarlathotep" sin perder la cordura), y también captando la atención de los espectadores mediante un asidero emocional.  

De esta manera, un relato cuyo original se atiene a las normas del tentaculazo y tentetieso ("un encuentro con el reverso oscuro del Cosmos destruye a un personaje desprevenido, y ya") se convierte aquí en una narrativa de autodestrucción cuyo protagonista se ve atraído hacia oscuros e innombrables secretos tratando de proporcionar reposo al alma de su hermana gemela (una Daphne Hoskins muy riquiña). 

Dicha premisa es de todo menos lovecraftiana posible, porque, en la obra del escritor, los sentimientos humanos son del todo irrelevantes frente a la inmensidad del vacío. Y aquí podría haber funcionado… si Hardwicke y Watkins hubiesen sabido dotarla del tono correcto. 

Porque, si algo nunca les ha faltado a los relatos de Lovecraft, es humorismo involuntario. Y, al principio del episodio, uno piensa que directora y guionista han apostado por poner de relieve ese lado grotesco mediante la voz en off de DJ Qualls (el Kyle de Road Trip, aquí a cargo del personaje más memorable del cuento) y el uso de ese Vals nº 2 de Shostakovich que tan bien supo usar Kubrick en Eyes Wide Shut. 

Sin embargo, en los minutos posteriores, Sueños en la casa de la bruja opta por tomarse a sí misma en serio, alternando vistazos a un mundo presuntamente real (la Nueva Inglaterra de los años 20) y a un reino no sabemos si onírico o ultramundano: ambos territorios resultan igualmente poco verosímiles, mientras que la casa del título (donde transcurre el clímax de la acción) nunca llega a cobrar en nuestra mente la estructura de un espacio definido… o indefinible. 

De esta manera, el final de la historia (cuando esta cede a los encantos del gore, convirtiéndose además en una precursora lejana de Alien) pierde su efectividad. La escena, que debería ser repugnante y cómica a la vez, queda como un mero pegote, alejada de ese aire de cuento de hadas oscuro que ha dominado el resto de la narración. 

Como toda serie antológica, El gabinete... presenta altos y bajos en sus diversas entregas, y Sueños en la casa de la bruja figura entre los segundos. Si hay una segunda temporada, y en ella Del Toro y sus adláteres vuelvan a atreverse con Lovecraft, esperemos el resultado sea tan fungoso, abominable y tentaculado como correponde. 

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Yago García
Redactor 'Cinemanía'

Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Sus textos se publican en la revista Cinemanía desde 2005. Ha sido miembro fundador de Canino, web dedicada a la cultura popular, y redactor en el diario ADN, además de colaborador en medios como Mondo Sonoro, Neo2 y On Madrid-El País.

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