Así es la historia de Riley en 'The Last of Us': la dolorosa expansión que cambió el videojuego para siempre

El primer amor de Ellie fue tan doloroso como todo lo demás en este mundo postapocalíptico. 
Stormy Reid como Riley en 'The Last of Us' y una imagen del DLC 'Left Behind'.
Storm Reid como Riley en 'The Last of Us' y una imagen del DLC 'Left Behind'.
Cinemanía
Stormy Reid como Riley en 'The Last of Us' y una imagen del DLC 'Left Behind'.

[Este artículo contiene SPOILERS del videojuego 'THE LAST OF US' y su expansión 'LEFT BEHIND']

En el mundo de The Last of Us, todo duele, algo que Ellie (Bella Ramsey) sabe demasiado bien. Y no nos referimos solo a que el viaje de la joven junto a Joel (Pedro Pascal), un mentor cuestionable de por sí, sea un viacrucis de traumas a través de un mundo postapocalíptico: la heroína de la historia lleva a cuestas sus propias pérdidas, en las cuales la serie de HBO Max se dispone a profundizar. 

Durante los capítulos anteriores, el show había salpicado su desoladora trama con detalles acerca de cómo Ellie descubrió su inmunidad a los hongos mutantes. Algo que ocurrió, según explicaba ella misma, tras ser mordida por un infectado mientras exploraba un centro comercial. Asimismo, el tráiler del episodio 7 anticipó la presencia de Riley (Storm Reid), un personaje capital en su pasado. 

A esas alturas, aquellos familiarizados con el videojuego hicieron acopio de pañuelos y se prepararon para una de las partes más dolorosas de la historia. Porque Riley, un personaje al que conocieron en la expansión The Last of Us: Left Behind (febrero de 2014), fue la mejor amiga de Ellie, y también su primer amor. 

Una cita romántica después del fin del mundo

En principio, Left Behind nació con el propósito de llenar un hueco en la historia: cómo Ellie puso a salvo a Joel después de que este fuese herido por los caníbales a su paso por Colorado. Lejos de ser un producto destinado a exprimir los bolsillos de los fans, sin embargo, la expansión quedó como uno de los momentos más emotivos de la saga, y también como un momento clave para la representación LGBT en los videojuegos mainstream. 

El grueso del DLC estaba formado por flashbacks situados tres semanas antes del encuentro entre Joel y Ellie, y destinados a profundizar en el vínculo que unía a esta última y su amiga perdida. Un vínculo lo bastante fuerte, según descubrimos, como para que Riley (un personaje que había debutado en el cómic precuela American Dreams) entrase a escondidas en el colegio de FEDRA para decirle adiós a la protagonista tras haberse unido a las Luciérnagas. 

El reencuentro de ambas (durante el cual Riley tiene el cuajo de despertar a Ellie mordiéndola mientras sisea como un infectado) y su posterior escapada nocturna nos permiten conocer mejor la personalidad de las dos chicas. Mientras Ellie es la seria del dúo (o, dirían algunos, una borde), el personaje interpretado por Storm Reid en el show resulta mucho más alegre, y arrastra una cierta reputación de imán para los desastres. 

Asimismo, la exploración del centro comercial abandonado da idea de cómo puede ser una adolescencia en el mundo de The Last of Us. Recordando a Winston, un anciano que vivía en el edificio y al que ambas consideraban su amigo, el diálogo entre ambas revela que una muerte por causas naturales se ha convertido en algo casi exótico. 

Tras agarrar una cogorza en memoria del difunto Winston, Ellie y Riley disfrutan de algo aún menos habitual en esta Tierra postapocalíptica: pasar un buen rato sin miedo. Durante la visita, ambas se toman el pelo en una tienda de disfraces, dan una vuelta en un tiovivo, se hacen retratos en un fotomatón y libran una batalla con pistolas de agua, entre otras actividades. Asimismo, aparece ese libro de chistes firmado por Will Livingston que también hemos visto en el show.  

Pero hay algo más. Las interacciones entre las dos jóvenes revelan que Ellie está deseando acompañar a Riley, y también apuntan a que el motivo de ese deseo va más allá de la mera amistad: Ellie está enamorada hasta las trancas de su compañera. Un amor correspondido, como demuestran ese baile al ritmo del I Got You Babe de Etta James y ese beso que llega después de que Riley se arranque del cuello su insignia de las Luciérnagas. 

Pero esto no sería The Last of Us si una historia así no acabara en tragedia. El final de Left Behind nos descubre cómo recibió Ellie el mordisco que reveló su condición de inmune al cordyceps, y también las circunstancias en las que Riley y ella se vieron obligadas a separarse. 

"Un momento histórico"

La imagen de una Ellie deshecha en lágrimas que cierra Left Behind debió ser suficiente como para ponerle un nudo en la garganta a quienes lo experimentaron por primera vez en 2014. Pero había algo más: por aquel entonces, la idea de una heroína lesbiana en un videojuego de alto presupuesto era aún más inconcebible que ahora. Que ya es decir. 

De este modo, gran parte de la crítica especializada alabó la decisión de incorporar este detalle a la historia por parte de Naughty Dog y Neil Druckmann. "Esto es importante. No solo por haber sido un momento de felicidad para un personaje muy querido, aunque también", comentó Kirk Hamilton en Kotaku. "Que uno de los personajes más populares de uno de los juegos más importantes del año pasado acabe de salir del armario en el día de San Valentín debería se tratado como un acontecimiento". 

"Un momento histórico", añadió Keza McDonald en IGN. Y prosiguió: "Hay gente que se pregunta por qué es importante tener más personajes femeninos en los videojuegos. Esta es la razón. Amplía la clase de historias que puedes contar, y hace las cosas más interesantes. También le da a la gente como yo un personaje en el que reconocer aspectos de nosotras mismas que, simplemente, no existen en el medio". 

Curiosamente, además, la publicación de Left Behind despertó poca polémica en redes. Las voces conservadoras que acusaron a Ellie de ser un personaje hecho a la medida del público woke esperaron a la publicación de The Last of Us Part II en 2020 para hacerse oír a lo grande. Y, por desgracia, volvieron a derramar bilis tras cuando The Last of Us Part I, el remake en alta definición de la primera entrega, llegó al público dos años más tarde.

Seguramente, al igual que otros episodios de la serie, el capítulo 7 de The Last of Us también se enfrentará a insultos y campañas de review bombing por parte de aquellos incapaces de aceptar que la gente LGBT no se desvanecerá de la Tierra tras un apocalipsis de ciencia-ficción. 

Y, sin embargo, lamentar esto parece poco aconsejable. No solo porque The Last of Us sea, a la postre, otro producto de la maquinaria espectacular de Hollywood. También porque tanto el juego como la serie consiguen de sobra su objetivo: recordarnos lo frágiles que resultan el amor y la solidaridad ante las fauces del desastre. Si los gritos de una minoría ruidosa nos hicieran perder la esperanza, Ellie y Riley nunca nos lo perdonarían.

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Yago García
Redactor 'Cinemanía'

Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Sus textos se publican en la revista Cinemanía desde 2005. Ha sido miembro fundador de Canino, web dedicada a la cultura popular, y redactor en el diario ADN, además de colaborador en medios como Mondo Sonoro, Neo2 y On Madrid-El País.

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