Final de 'Mare of Easttown': todas las pistas que dejó la serie para descubrir al sorprendente asesino

¿Te ha sorprendido el último episodio de la serie protagonizada por la titánica Kate Winslet? Te contamos cómo su creador, Brad Ingelsby, lo ha dejado todo atado y bien atado capítulo a capítulo
Kate Winslet en 'Mare of Easttown'
Kate Winslet en 'Mare of Easttown'
Cinemanía
Kate Winslet en 'Mare of Easttown'

[Este artículo contiene TODOS los spoilers de Mare of Easttown que debes evitar si no has empezado a ver la serie]

¿Te ha descolocado mucho el final de Mare of Easttown? ¿O más bien, en tu fuero interno, sabías que la ruptura de la inocencia es uno de los temas fundamentales que recorren la miniserie de HBO?

El penúltimo episodio terminaba de generarnos serias dudas sobre la autoría del crimen por parte del pobre diablo de la gorra mugrienta y la mirada acuosa, Billy Ross. Pero tampoco nos conquistaba plenamente la teoría de que su hermano John cargase con todo el peso (y el móvil) del asesinato de Erin McMenamin.

Más bien, con lo que cargaba nuestro barbudo infiel era con todo el peso de la culpa. Ay, la ‘culpa’… y esta pugna fraternal con regusto de Caín y Abel… Las referencias al imaginario católico salen de debajo de las piedras en esta ficción, y no están en exclusiva ancladas en los momentos donde la eucaristía está presente como aglutinadora de la comunidad. Sacrament es, precisamente, el título que recibe este último episodio, que por fin nos ha dado el nombre y apellido de la persona que apretó el gatillo, torpemente y con el alma hecha trizas, tratando de silenciar los demonios familiares.

El hijo mayor de John y Lori, Ryan Ross, fue quien acabó con la vida de Erin con la Colt Detective Special que se encontraba en el cobertizo de Glen Carroll, a quien el muchacho cortaba el césped cada verano. Una realidad tan impactante ante la cual, a pesar de las señales, nos hemos ido aferrando a la incredulidad. Quizás, de forma inconsciente. Parafraseando a Narciso Ibáñez Serrador: ‘¿Quién puede acusar (de asesinato) a un niño?’

Dosificar la información que los espectadores han ido recibiendo a lo largo de toda la serie, jugando con elegancia al despiste pero sin caer en estrategias demasiado fulleras, es una de las claves que ha convertido a Mare of Easttown en un fenómeno imparable semana tras semana, devolviendo a la ficción seriada la “pregnancia” (como apunta en este estupendo análisis Daniel de Partearroyo) de su estructura clásica: permitiendo a los fans jugar al whodunit hasta el absurdo, saborear cada plot twist y vivir con una emoción casi nostálgica cada capítulo de esta tragedia sobre la redención filial de los pecados adultos. Una serie que deja poso, sin la necesidad de convertirse en una referencia de culto ni en un himno generacional.

Siguiendo las migas de pan en medio del bosque…

En una reciente entrevista en Slate, el creador de la serie que ha vuelto a darle a Kate Winslet un merecidísimo lugar en el universo seriado, reconocía que uno de los grandes retos a la hora de encajar las piezas del puzzle era, precisamente, ir entregando pequeñas piezas a la audiencia en los momentos adecuados: consiguiendo que los espectadores conocieran al personaje lo suficiente como para empatizar con él y tenerlo en su radar; manteniendo un complejo equilibrio entre no quedarse cortos ni pasarse de la raya, dado que cualquiera de esos dos extremos podría hacer naufragar este thriller policial con el duelo patológico como úlcera en el corazón de su protagonista.

Las pistas han estado siempre ahí, desde el primer episodio, pero quizás la conclusión era demasiado dolorosa como para enfrentarnos a ella. En palabras de una quebrada Lori Ross, (otro rostro femenino inolvidable, el que consigue inyectarnos Julianne Nicholson), Ryan “ni siquiera sabe cómo se coge una pistola”.

Lori Ross (Julianne-Nicholson) en Mare of Easttown
Lori Ross (Julianne-Nicholson) en Mare of Easttown
HBO

El encuentro con Ryan

Ya en el primer episodio, la secuencia que ejerce de presentación del personaje (no parece en absoluto casual que la primera vez que vemos a Ryan en pantalla sea en un encuentro con Mare) nos aporta información tan valiosa como delicada. Un preadolescente excesivamente responsable, de porte abnegado, haciendo los deberes en silencio un viernes por la noche. “Es que no quiero que se me acumulen”. Un crío que no quiere la más mínima perturbación de la paz familiar, evitando para ello cualquier mácula en su expediente. Se percibe en Ryan esa necesidad de mantener el control de la situación.

En la homilía de Erin

En el segundo episodio, durante la homilía por el fallecimiento de Erin, un sugerente (pero excesivamente sutil) plano nos muestra el rostro de Ryan, rápidamente desenfocado para dar paso al de su hermana Moira y al de su madre posteriormente. Intuimos en Ryan una ligera fractura emocional, incapaz de mantener la mirada al frente.

Las noticias informan de la muerte de Erin

Pero es en el cuarto episodio cuando una escena nos atrapa y ejerce en nosotros un magnetismo que, a priori, nos parece inexplicable. John y Lori están viendo las noticias, donde se habla de la nueva desaparición de una joven en el área, Missy Sager, con la que ascienden a tres el número de adolescentes víctimas de algún tipo de tragedia en la zona. Por supuesto, el nombre y la imagen de la asesinada Erin McMenamin aparecen en pantalla. La mirada y la actitud corporal de John son tremendamente sospechosas. Pero entonces Ryan aparece en la habitación. Y un plano nos perturba ligeramente: algo nos dice en esta secuencia (su propia concepción formal) que Ryan guarda en su interior algo más oscuro que una sana preocupación por la seguridad de las mujeres jóvenes de Easttown.

Es nuestro secreto

El quinto episodio, sin duda, nos aporta varias piezas fundamentales del engranaje. La primera tiene lugar al inicio, cuando Lori escucha sin querer una sospechosa conversación de su marido con su hijo: “Es nuestro secreto, ¿ok? Solo nuestro.”

La segunda la encontraremos en la secuencia del comedor escolar, al desvelarnos algo que va mucho más allá de un hermano mayor defendiendo a su hermana pequeña con síndrome de Down. El ensañamiento de Ryan, a ‘bandejazo’ limpio contra el bully que insulta y veja a Moira, supone una explosión de violencia tremendamente reveladora. Ryan es un joven que oculta y reprime demasiados secretos, en una desesperada huida hacia delante por mantener unida a su familia, y que termina por estallar poseído por la ira.

Hermanos Ross en Mare of Easttown
Hermanos Ross en Mare of Easttown
HBO

Pero el creador y guionista Brad Ingelsby no se limita a regalarnos este momento (ni termina de jugar aquí con la ambigüedad). Justo después del incidente, Lori recoge a Ryan, quien termina deshaciéndose en lágrimas cuando su madre le pregunta acerca de ese “secreto” que su padre le ha pedido guardar: “¿Tu padre lo está volviendo a hacer?” “¿Es con la misma mujer de la otra vez?”

Por último, ya en casa y con una Lori devastada en otro cuarto, John intenta tranquilizar a su hijo: “Ryan, todo esto es culpa mía, y lo voy a arreglar, te lo prometo. Tú solo aguanta, ¿ok?”

Ryan preocupado ante la presencia de Mare

El episodio 6 nos mostró fugazmente a un Ryan preocupado ante la presencia de Mare en su casa para hablar con su madre. Pero con el peso de la trama sobre la inquietante jornada de pesca de John y Billy Ross, nuestros sentidos quedaban anestesiados para percibir nada más allá.

Hasta que el episodio siete nos estalló en las narices, cerrando el círculo no solo de la tragedia familiar de los Ross, sino conectando íntimamente a los personajes de Lori y Mare a través del sentimiento de pérdida de sus hijos. Y permitiendo por fin a Mare empezar a digerir el duelo que durante tantos años ha permanecido enquistado en su garganta.

Culpa, redención, perdón, reconciliación…. Las referencias a la narrativa del catolicismo se subrayan con énfasis en este broche final (por supuesto, la eucaristía, como ‘sacramento’ fundamental, tenía que estar presente), donde un haz de luz sanadora parece colarse en el hogar de Mare y en su comunidad.

Mare puede, por fin, volver a subir al desván.

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