Masturbación y 'marcha atrás': 'Los Bridgerton' redefine la sexualidad femenina en los dramas de época

Seamos sinceros: la última gran sensación de Netflix nos gusta por lo que nos gusta. 
Regé-Jean Page y Phoebe Dynevor en 'Los Bridgerton'.
Regé-Jean Page y Phoebe Dynevor en 'Los Bridgerton'.
Cinemanía
Regé-Jean Page y Phoebe Dynevor en 'Los Bridgerton'.

¿Será su lujosa ambientación? ¿El buen ojo de Shonda Rhimes y el showrunner Chris Van Dusen para mantener al público en vilo? ¿Esa historia híbrida de Jane Austen y Gossip Girl, con Julie Andrews como voz en off del cotilleo? Cada uno tendrá una explicación, pero la verdad es que Los Bridgerton está siendo la gran sensación de Netflix durante el comienzo de 2021. Y, aunque esas razones sean plausibles para explicar el éxito de la serie, basada en las novelas de Julia Quinn:  su erotismo sin complejos y centrado en la sexualidad femenina. 

De hecho, si buscas artículos sobre Los Bridgerton en webs especializadas (sobre todo de EE UU), te encontrarás con la evidencia de que muchos de ellos están centrados en los avatares carnales de Daphne (Phoebe Dynevor) y el muy apetecible Simon (Regé-Jean Page). Lo cual, dado que hablamos de un drama de época subido de tono, arranca las comparaciones de rigor con Outlander… o con esos libros que Rachel gustaba de esconder bajo el colchón en Friends. 

No obstante, y aunque sabemos que es difícil, será mejor dejar a un lado los chistes sobre entrañas ardientes. Al menos de momento. Porque nosotros hemos proseguido la investigación observando los comentarios en YouTube a ciertas escenas de la serie, y entre ellos se encuentran frases que no evocan incendios, sino inundaciones. 

"Esta escena me ha dejado más mojada que una ostra".
"Tía, esta escena me ha dejado más mojada que una ostra".
Cinemanía

Así pues, al menos una porción de las espectadoras de Los Bridgerton no solo ven la serie por su argumento, sino también porque esta les excita. Ninguna sorpresa, la verdad: como el personaje de Jennifer Aniston le espetaba a Joey en su día, una mujer interesada en el erotismo disfruta sanamente de su sexualidad, aunque esta se exprese en términos desdeñados por muchos hombres hetero (y más si estos se apellidan Tribbiani)

A mediados de la década pasada, el éxito de 50 sombras de Grey produjo un no parar de estudios académicos sobre el asunto, los cuales no cogieron de nuevas a la mayoría de sus lectoras. Es bien sabido que (por múltiples razones) parte del público femenino ha accedido durante décadas al contenido calentorro mediante la literatura. Y muchas veces, además, a través de esa variante de la novela romántica que en inglés se apoda "bodice ripper" o "rompecorpiños", por aquello de la pasión desenfrenada en un contexto de época.  

"Cuando estás sola, puedes tocarte"

Así pues, Los Bridgerton está redescubriendo para la pantalla arquetipos y recursos bien conocidos. Los cuales, además, están centrados en el placer femenino, así como en estímulos que van más allá de los tópicos asociados con la TV. Es posible que Juego de tronos y otras series aficionadas a lo risqué nos hayan acostumbrado a la desnudez y a las escenas de sexo, muchas veces con poco o ningún tacto, pero escenas como esta siguen siendo poco frecuentes. 

Por si alguien lo dudaba, esta escena (del tercer capítulo, El arte del desvanecimiento) es la que ha motivado más artículos en la prensa… y también más comentarios inflamados, o desbordados, en YouTube. Por otro lado, aunque tanto el diálogo como su posterior aplicación práctica por parte de Daphne lleva consigo múltiples implicaciones, y no todas ellas de índole carnal. 

Así, Phoene Dynevor ha recalcado que el contenido sexual de Los Bridgerton no solo está ahí para calentar al personal, sino también para darnos una medida de la evolución personal de la heroína. La actriz, que describe a su personaje como "una feminista nacida en la época equivocada", vive una historia de autodescubrimiento con la que cualquiera puede identificarse: "Ella no sabe nada del sexo, del deseo o de ninguna de esas cosas. Así que las descubrimos junto a ella en su viaje", señala Dynevor.

Por otra parte, aunque la serie altere sustancialmente el período histórico en el que se basa (haciéndolo más inclusivo, para empezar), en ella hay más realidad de lo que parece. Análisis como el publicado por Los Angeles Times señala que, en lo tocante a temas como el matrimonio, la obsesión por el cotilleo o el contraste entre mojigatería pública y fornicio privado, Los Bridgerton transmite una imagen verosímil, si no auténtica, de la sociedad inglesa en el período georgiano

El revés del consentimiento

Ahora bien: no todas las representaciones de la sexualidad en Los Bridgerton se han ganado aplausos. Las críticas negativas también han aflorado, y la mayoría de ellas se centran en un momento concreto: la escena de sexo al final del episodio 6, cuando Daphne decide echar mano del alcohol para superar las reticencias de Simon a concebir un hijo. 

Más allá de apoyarse en un método anticonceptivo tan inseguro como la 'marcha atrás' o coitus interruptus (hacednos caso: eso no funciona), este momento de la serie ha atraído censuras muy encendidas y centradas en un tema tan relevante hoy en día como el consentimiento sexual. Pero aquí también encontramos peculiaridades. 

Unas peculiaridades centradas, sobre todo, en que aquí el rol de la agresora sexual le corresponde a la mujer, invocando además la desagradable sombra de la violación dentro del matrimonio. Asimismo, y aunque el acto de Daphne sea condenado por la voz en off de la serie, el hecho de que la víctima de dicha agresión sea un varón negro también tiene connotaciones muy desagradables para parte del público, especialmente en EE UU.

Aun así, Los Bridgerton se libra por ahora de 'cancelaciones' y otras manifestaciones de furia en redes sociales. Si sus presuntas cifras de audiencia revelan algo, es que un sector de los espectadores disfrutan con una 'dramedia' subida de tono y centrada en el despertar erótico de una heroína, lo cual viene a ser una refrescante huída de ciertas costumbres muy tóxicas del audiovisual. 

Y, para qué nos vamos a engañar: quien nunca tuviera curiosidad por las cosas de las que el señor Darcy y Elizabeth Bennet solo se decían en privado, que tire la primera piedra.

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