'¿Quién es Anna?': La historia real de la estafadora que engañó a la alta sociedad neoyorquina y ahora tiene serie en Netflix

Anna Sorokin prosperó haciéndose pasar por la millonaria Anna Delvey y estafando a sus adineradas amistades.
Julia Garner en '¿Quién es Anna?' / Anna Delvey
Julia Garner en '¿Quién es Anna?' / Anna Delvey
Cinemanía
Julia Garner en '¿Quién es Anna?' / Anna Delvey

“No había mucha diferencia entre ella y cualquier otro de esos genios que se apoderan de Manhattan, excepto por el hecho de que era una mujer. Si hubiera sido un hombre, no estoy segura de que hubiera causado tanto escándalo”. 

Eso comentó hace poco a Variety la cineasta Shonda Rhimes refiriéndose al gran revuelo social que ocasionó la detención de Anna Delvey, nombre ficticio utilizado por una joven de origen ruso, llamada Anna Sorokin, que se hizo pasar por una rica heredera alemana de la alta sociedad neoyorquina y terminó dando con sus huesos en la cárcel por estafar a varios bancos y socialités de la Gran Manzana.

Rhimes, creadora de series como Anatomía de Grey, adquirió en 2018 los derechos para convertir un artículo de la New York Magazine en una serie de diez episodios para Netflix, recién estrenada. ¿Quién es Anna? está dirigida por David Frankel, Tom Verica y Nzingha Stewart, y tiene como protagonista a la actriz Julia Garner. 

Aquel texto, titulado How Anna Delvey Tricked New York’s Party People, trazaba un certero perfil de Delvey, quien se trasladó con su (humilde) familia a Alemania a los 16 años, se fue a París con 19 dispuesta a cursar una licenciatura en moda, y allí logró convertirse en becaria de la revista francesa de arte y moda Purple.

Como solo ganaba 400 euros al mes y eso la obligaba a seguir dependiendo económicamente de sus padres, ideó un plan para prosperar rápidamente. A finales del verano de 2013, tras sufrir una ruptura, viajó hasta Nueva York para asistir a su semana de la moda. Allí encontró de pronto más amigos que en la capital francesa, lo que la animó a quedarse. 

Al poco, debutó como estafadora. ¿El plan? Hacerse pasar por una rica heredera y sacar todo el partido que pudiera a su don de gentes. De hecho, en poco tiempo hizo buenas migas con gente como el coleccionista Aby Rosen, el chef Daniel Rose, el empresario Roo Rogers o el actor Macaulay Culkin.

Cómo engañar a los ricos

Delvey organizaba cenas en restaurantes caros, acudía a los clubes neoyorquinos adecuados, y se hacía fotos para Instagram en las inauguraciones más destacadas. Con esa estrategia, creó y mantuvo una imagen pública que convenció a la gente de que ella era realmente quien decía ser. 

Aunque su padre era en realidad un camionero ruso que dirigía en Alemania un negocio de calefacción, Delvey se dedicaba a fardar de fortuna económica y solía compartir con sus seguidores en las redes sociales que era hija de un magnate del petróleo o que los 70 millones de dólares que afirmaba tener estaban retenidos en un fondo fiduciario en Europa.

La mayoría de sus fans creían sus trolas y no sospecharon cuando Delvey les anunció su intención de montar en Manhattan un centro dedicado al arte contemporáneo para el cual debía realizar una inversión de cuarenta millones de dólares. 

La joven comentaba que aquel exclusivo club tendría su sede en un edificio en alquiler en el 281 de Park Avenue, que su entonces colega Gabriel Calatrava (hijo del arquitecto español Santiago Calatrava) se encargaría de reformar el lugar, y que el búlgaro Christo, conocido por empaquetar el Pont Neuf de París, iba a encargarse de envolver la sede de su fundación el día de la inauguración.

Los seguidores de Delvey se acostumbraron a verla alojada en hoteles de cinco estrellas, vistiendo ropa cara, disfrutando de vacaciones de lujo y hasta viajando en avión privado para reunirse con posibles inversores. Pero la muchacha no solo estafó a sus amigos y conocidos, sino que también engañó a los bancos para que le prestaran cientos de miles de dólares. Creó con Photoshop varios extractos bancarios falsos para hacer creer que realmente contaba con la fortuna económica de la que presumía.

Como era más lista que los ratones coloraos, se movía siempre con dinero en metálico y ni siquiera tenía una tarjeta de crédito a su nombre. Para conseguir el parné, recurría a menudo a giros postales y cheques falsos que depositaba en bancos a cambio de efectivo. 

En 2017, pasó varios meses alojada en el hotel boutique 11 Howard, donde la noche se paga a 400 dólares. Allí fue capaz de timar a los recepcionistas que le pedían, como a cualquier cliente, los datos de la tarjeta de crédito como garantía, y cameló a Neff, una joven estudiante de cine que trabajaba en la recepción del establecimiento y a la que prometió producir su primera película.

Delvey estuvo cerca de lograr poner en pie aquel exclusivo club, aunque la cosa se fastidió en octubre de 2017, cuando fue detenida en Malibú (donde se había registrado en un lujoso centro de rehabilitación), tras dejar sin pagar algunas facturas en varios hoteles de lujo. Para entonces, la chica llevaba ya tiempo estafando a la gente y sus actuaciones habían generado una deuda de más de 200 mil dólares.

El juicio contra Anna

Durante el juicio, el abogado defensor de Delvey (el mediático Todd Spodek) señaló que ella no había hecho nada malo, que simplemente había explotado un sistema, fácilmente seducida por la ostentación y el glamour, y había contado varias mentirijillas por el camino. "Mi motivo nunca fue el dinero. Yo tenía hambre de poder", comentó Delvey, que finalmente fue condenada a entre cuatro y doce años de prisión por hurto mayor y robo de servicios.

Fue estando ya encerrada en la cárcel de Rikers Island cuando varios medios se hicieron eco de su historia. Uno de los artículos, publicado en Vanity Fair USA, fue escrito por su otrora amiga Rachel DeLoache Williams, a quien la estafadora también consiguió sacarle los cuartos. 

“Entró en mi vida con sandalias de Gucci y gafas de Céline, y me mostró un mundo glamuroso y sin fricciones, de vida en hoteles, cenas en Le Coucou, saunas de infrarrojos y vacaciones en Marruecos”, contó la editora de fotografía, que costeó la factura de 62 mil dólares de aquel viaje juntas al norte de África. Delvey prometió devolverle el dinero, pero nunca lo hizo y DeLoache Williams acabó acudiendo a la policía, lo que ayudó a poner al descubierto sus tejemanejes.

Un dineral de verdad

También durante su estancia en prisión, Delvey recibió una oferta de Netflix para hacer una serie sobre su vida a cambio de 320 mil dólares. Ella, viendo ahí una oportunidad de acceder a un estatus social que siempre anheló pero nunca había tenido realmente, aceptó. Aunque, de ese dinero, fue obligada a pagar 200 mil dólares a los bancos y tuvo que destinar 24 mil a compensar las multas estatales. 

“La gente está interesada en eso", señaló DeLoache Williams. "La historia es oportuna porque la gente está muy interesada en las redes sociales ahora, en su impacto positivo y negativo en la sociedad y en la forma en que animan a la gente a querer construirse una celebridad de internet".

En febrero de 2021, varias semanas después de festejar encerrada su 30º cumpleaños, Delvey obtuvo la libertad condicional por haber tenido buena conducta en prisión. Desde entonces, y a la espera de ser deportada, ha seguido practicando el postureo en las redes y ha concedido varias entrevistas donde deja claro que, si tuviera ocasión, volvería a actuar como lo había hecho en su momento. 

“Te mentiría a ti, a todos los demás y a mí misma si dijera que me arrepiento de algo", le contó a The New York Times una mujer que para algunos no es más que una perfecta y odiosa sinvergüenza y, para otros, representa a la perfección el estereotipo del millennial obsesionado con la fama y la necesidad de mostrar estilos de vida de ensueño a través de Instagram.

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