Rue McClanahan, o la estrella de ‘Las chicas de oro’ que se casó seis veces y pensó en matar a uno de sus maridos

"Creo que le debo a Blanche el haber recuperado las ganas de vivir", afirmó la actriz sobre su querido personaje.
Rue McClanahan en 'las chicas de oro'
Rue McClanahan en 'las chicas de oro'
Cinemanía
Rue McClanahan en 'las chicas de oro'

Rue McClanahan ayudó a convertir Las chicas de oro en un fenómeno televisivo gracias a su papel de cincuentona liberada y devora-hombres. Ya solo en su estreno en septiembre de 1985, la mítica serie de la NBC reunió a más de 25 millones de espectadores, y a lo largo de sus siete temporadas acumuló varios premios Emmy, uno de los cuales fue a parar a manos de McClanahan en 1987.

Durante un total de 180 episodios, la estadounidense interpretó de forma verosímil a Blanche Devereaux, la dueña de una casa en Miami en la que también vivían otras tres señoras maduras que representaban ciertos arquetipos de mujer en los que mucha gente se veía reflejada, y se atrevían a hablar con naturalidad de temas tan espinosos entonces como la violencia doméstica o la homosexualidad.

Trabajar en esa producción norteamericana cambió la vida de todas sus actrices protagonistas. “Soy una mujer del sur a la que le gusta sentirse querida", apuntó una vez McClanahan. "Interpretando a Blanche me he dado cuenta de que soy un poco como ella. Creo que le debo el haber recuperado las ganas de vivir. Antes me veía a mí misma como alguien aburrido y poco interesante. Ahora me siento más sexy, más segura y con glamour”.

Después de graduarse con honores de la Universidad de Tulsa en 1956, la actriz se trasladó a Nueva York para estudiar ballet y arte dramático. Antes de hacer Las chicas de oro, participó en varias películas y en obras del circuito on y off neoyorquino.

Rue McClanahan en 'Las chicas de oro'
Rue McClanahan en 'Las chicas de oro'
Cinemanía

McClanahan ya había aparecido esporádicamente en televisión cuando Norman Lear le ofreció un papel en la comedia de situación Todo en familia (1971), donde se metió en la piel del miembro de una pareja swinger. El veterano productor (en unos días soplará sus 101 velas) también la contrató para una aparición episódica (que pronto pasó a personaje fijo) en Maude (1973), en la que daba vida a la mejor amiga de la liberal y bocazas protagonista (interpretada por Bea Artur).

La NBC decidió dar a McClanahan en Las chicas de oro un papel bien distinto, esta vez cargado de vanidad y deseo sexual (en una escena de la serie Blanche tiene una cita en el funeral de su marido). Curiosamente, a Betty White, que venía de triunfar haciendo de la ninfómana presentadora de televisión Sue Ann Nivens en La chica de la tele (1970), le asignaron el personaje de una señora ingenua y con la cabeza hueca.

Una agitada vida amorosa

En 2007, tres años antes de fallecer a causa de una hemorragia cerebral, McClanahan publicó su autobiografía, Las chicas de oro: Mis primeros cinco maridos... y aquellos que escaparon, que relata sus muchas aventuras y relaciones sentimentales. Una intensa vida de pasión y amor que ella achacaba a la educación recibida y a la necesidad de llenar el vacío emocional que le provocó en la infancia su padre ausente.

“Fui educada para creer que convivir con gente era pecado y que casarse era lo que había que hacer”, dijo una vez la actriz, que tenía 23 años cuando se casó por primera vez, con el actor Thomas Lloyd Bish, padre de su hijo Mark. Aquel matrimonio apenas duró nueve meses. Su segunda boda, con un antiguo amigo de la universidad, fue según ella un desesperado intento por reemplazar lo que creía haber perdido en su primer matrimonio. También acabó en divorcio (aunque de nuevo amistoso).

El hombre al que quiso asesinar

El empresario John Caldwell, que en su día tuvo una aventura con la actriz, contó en una entrevista que McClanahan era “una magnífica amiga, pero no seas nunca su amante. Se pasa la vida esperando que al día siguiente aparezca el hombre de sus sueños. Pero los espanta a todos tratando de controlar sus vidas”.

Caldwell también señaló que el tercer marido de su amiga, el actor Peter DeMaio, al que la actriz conoció mientras trabajaba en un espectáculo del Off-Broadway, la llegó a maltratar físicamente. “Rue me explicó: ‘Él volvía borracho y enfadado porque no encontraba trabajo y entonces la tomaba conmigo. Me pegaba en la cara y en todo el cuerpo. Yo quedaba claramente marcada, y por eso me daba vergüenza acudir a muchos castings. Perdí muchos papeles por este asunto".

Parece ser que McClanahan perdonaba siempre a su agresor, al que creía cada vez que le prometía que aquello no iba a volver a suceder. Pero los episodios de violencia no cesaron, y en un momento dado la actriz pensó en adquirir secretamente un arma, esconderla en un cajón y matar a tiros a DeMaio cuando se produjera la siguiente paliza. “Entonces, de repente, recuperé el sentido”, le confesó a Caldwell. “Me dije a mí misma ‘No eres una asesina, Rue. Para él será mejor ir a la cárcel".

El hijo de la actriz, que entonces tenía trece años, vivió también con angustia y preocupación aquella situación. "Mark estaba asustado y cada vez más retraído”, contó a People McClanahan, que huyó de ese matrimonio en 1971, después de que su retoño le diera un ultimátum del tipo "o tú dejas a ese hombre o yo me mudo a Oklahoma con los abuelos".

Cuando cierta revista contactó con DeMaio para conocer su versión de los hechos, el susodicho admitió que McClanahan y él tenían "algunas peleas furiosas" y comentó sin ruborizarse que "varias veces la abofeteé en la cara, pero creo que muchos maridos lo hacen. Llevo casado con mi actual mujer quince años y no hemos tenido realmente ningún problema".

El cuarto esposo de McClanahan, un agente inmobiliario llamado Gus, abandonó a la actriz al cabo de dos años, y su quinto matrimonio con un antiguo amor de instituto terminó en un divorcio complicado y costoso para ella en 1986. Del que fue su último marido, Morrow Wilson, se separó poco antes de fallecer. “Siempre me casé por amor”, aseguró en una ocasión. "Lo que sucede es que me divorciaba cuando me daba cuenta de que ya no me amaban tanto como yo anhelaba”.

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