La deuda de 'Star Wars' con el cine de samuráis: de Kurosawa a 'Ahsoka'

Cambia las katanas por sables de luz, y ya tienes la mitad del trabajo hecho. 
Toshirô Mifune en 'Yojimbo' y Rosario Dawson en 'Ahsoka'.
Toshirô Mifune en 'Yojimbo' y Rosario Dawson en 'Ahsoka'.
Cinemanía
Toshirô Mifune en 'Yojimbo' y Rosario Dawson en 'Ahsoka'.

"Si vas a robar ideas, robáselas a los mejores" es una consigna que George Lucas se tomó muy a pecho durante la concepción de Star Wars. De la ciencia-ficción literaria al cómic europeo, pasando por el western y las películas de aviadores de la II Guerra Mundial, el californiano tomó prestadas cientos de referencias para crear la Galaxia Muy, Muy Lejana. 

Pero en este cóctel había un ingrediente que dominaba sobre el resto, y que ahora Ahsoka nos hace recordar a lo grande. Porque Star Wars no se entiende sin la mitología de los caballeros Jedi... y ese mito tiene un origen muy claro: el cine japonés de samuráis. 

Con sus relaciones entre maestros y discípulos y sus duelos con esos sables de luz que tanto se parecen a katanas, las aventuras de Rosario Dawson como la padawan de Anakin Skywalker son el producto reciente de la franquicia más conectado con estos orígenes. Pero no el único, como veremos a continuación. 

¿Cuánto influyó Kurosawa en George Lucas?

Cuando se habla de Star Wars y el cine de samuráis, hay dos cosas que siempre salen a colación. La primera, que en japonés a las películas de época se las conoce como 'Jidaigeki' (¿te suena de algo?). La segunda, que el primer filme de la saga tiene muchísimo que ver con La fortaleza escondida, la cinta que el director Akira Kurosawa estrenó en 1958. 

 A partir de 1950, cuando Rashomon fue nominada al Oscar (y se llevó el León de Oro en Venecia), Kurosawa se convirtió en el embajador del cine japonés ante el público internacional. Algo a lo que ayudaron sobremanera las influencias de John Ford, Howard Hawks y el expresionismo alemán en su obra. 

Y aquí tenemos una paradoja: mientras los críticos japoneses veían a Kurosawa como un director demasiado 'occidental' frente a coetáneos como Yasujiro Ozu o Kenji Mizoguchi, espectadores occidentales como Lucas, Spielberg y Coppola se quedaban prendados con su exotismo. Filmes como Los siete samuráis o Yojimbo les permitían descubrir un mundo de lealtades feudales y épicos espadazos a través de un lenguaje visual con el que ya estaban familiarizados. 

De esta manera, Lucas tomó las películas de Kurosawa en general, y La fortaleza escondida en particular, como modelo para su saga. Algo que evolucionó desde esos primeros borradores ilegibles (de los que tanto se choteaba Brian De Palma) hasta el corpus galáctico que todos conocemos y amamos hoy en día. 

Akira Kurosawa y George Lucas en el rodaje de 'El Imperio contraataca'.
Akira Kurosawa y George Lucas en el rodaje de 'El Imperio contraataca'.
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Aunque en La fortaleza... no haya un joven ansioso por vivir aventuras (ese sería Katsuhirô, de Los siete samuráis), sí tenemos a una princesa rebelde (Misa Uehara) que huye de sus enemigos acompañada por un guerrero veterano (Toshirô Mifune, quién si no) tras la derrota de su clan. El guerrero de marras, por cierto, deberá combatir con un antiguo discípulo, ahora su rival, durante el clímax de la historia.  

Y no solo eso: Lucas también imaginó a R2D2 y C3PO tras ver aquella película. En concreto, se basó en los personajes de Minoru Chiaki y Kamatari Fujiwara, dos campesinos buscavidas que se unen a la princesa y su guardaespaldas a ver si así les cae una propinilla. "Lo que me intrigaba de verdad era el hecho de que la historia estuviera contada desde el punto de vista de los dos personajes más humildes: pensé que esa sería la mejor manera de narrar Star Wars", reconoció el director. 

Estas palabras de Lucas se quedan bastante lejos de reconocer su auténtica deuda. Sin ir más lejos, la primera opción de 'tío George' para el personaje de Obi-Wan Kenobi fue un Toshirô Mifune que rechazó la oferta por considerar el Episodio IV  "una película para niños". Tras haberlas pasado canutas durante años en los rodajes de su 'amienemigo', debió pensar, no estaba para ponerse a las órdenes de un émulo estadounidense. 

Sin embargo, Kurosawa y Lucas acabaron manteniendo una relación entrañable: el joven padawan admitió públicamente su deuda (no como otros, especialmente Sergio Leone), y el maestro visitó de buen grado el plató de El Imperio contraataca. Asimismo, con la ayuda de Coppola, Lucas participó en la producción de Kagemusha (1980), una de las últimas obras maestras del japonés.  

¿Zatochi o 'Zatoichi'?

Las influencias japonesas en Star Wars no se quedan en los detalles que Lucas tomó de Kurosawa. Todo lo contrario: uno puede apreciarlas tanto en el diseño de producción (ese casco de Darth Vader que tanto recuerda al kabuto de un samurái) como en la orden Jedi, sus atuendos y su misticismo.  

Por supuesto, el parecido entre los auténticos guerreros del Japón feudal y su reflejo en el cine es pura coincidencia en muchísimos casos. Pero, a la hora de crear un relato épico en una Galaxia Muy, Muy Lejana, siempre es mejor quedarse con las leyendas: de ahí, sin ir más lejos, que el hábito de los Jedi recuerde tanto a un kimono desde que Alec Guinness lo vistiera por primera vez en 1977. 

Asimismo, los discursos de Obi-Wan, Yoda o Qi-Gon Jinn acerca de la Fuerza resultan una adaptación superficial (pero molona) del budismo zen, una escuela religiosa cuyo énfasis en las paradojas, la meditación y las revelaciones intuitivas ha fascinado a muchos occidentales. 

En su tercer capítulo, Ahsoka nos ha mostrado una emanación más de esa influencia. Hablamos del Zatochi, esa práctica que obliga al padawan a empuñar su sable a ciegas y que aparecía ya en la primera entrega de Star Wars como parte del entrenaimiento de Luke Skywalker. 

Aquí, además, la cita es doble. Mientras que el ejercicio en sí está inspirado en el kyudo (la práctica zen del tiro con arco, que a veces se ejecuta a oscuras o con los ojos vendados), su nombre procede de Zatoichi, el espadachín ciego, uno de los personajes más populares de Japón: el actor Shintaro Katsu le dio vida en 26 películas, mientras que Takeshi Kitano dirigió y protagonizó un memorable reboot en 2003.

El legado de otro guerrero famosísimo, aunque mucho más torvo, está presente en uno de los títulos warsies más populares de la actualidad. Porque, si te hablamos de un mercenario que recorre el mundo acompañado de un niño en un carrito, ¿qué es lo primero que te viene a la memoria? 

'El lobo solitario y su cachorro' y 'The Mandalorian'

Creado por el guionista Kazuo Koike y el dibujante Goseki Kojima en 1970, El lobo solitario y su cachorro es una de las obras más importantes del cómic japonés. Para empezar, esta historia de un samurái que busca venganza acompañado de su hijo fue parcialmente responsable de que el manga se convirtiera en fenómeno mundial, con Frank Miller (Sin City) como uno de sus más fervientes propagandistas. 

Además, la obra de Koike y Kojima fue adaptada al cine en una saga de seis películas (1972-1974) protagonizadas por Tomisaburo Wakayama. Una versión resumida de los dos primeros títulos, rebautizada El asesino del Shogun, llegó a Occidente en 1980, convirtiéndose en título de culto gracias a la fiebre por el cine de artes marciales. 

La historia del Lobo Solitario es muchísimo más siniestra y sangrienta que la de Din Djarin (Pedro Pascal) y Baby Yoda (no nos nace llamarle "Grogu", lo sentimos). Aun así, la influencia del cómic y los filmes sobre la serie de Disney+ resulta más que obvia... y está presente en una escena de El libro de Boba Fett: aquella en la que Luke Skywalker da a elegir al bichín verde entre un sable de luz y una cota de malla. En el original, eran una pelota y una katana, pero le vemos la idea. 

De momento, Jon Favreau y Dave Filoni no han hablado acerca de su inspiración en Lobo solitario y su cachorro: vistos los análisis que brotan como setas en internet, tampoco es que le haga mucha falta. Aun así, tanto estos ejemplos como los de Ahsoka nos demuestran que las katanas, los kimonos y los koan (acertijos zen) siguen contándose entre los cimientos de Star Wars. Y lo seguirán siendo, sospechamos, hasta que la saga implosione definitivamente. 

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Yago García
Redactor 'Cinemanía'

Estudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid. Sus textos se publican en la revista Cinemanía desde 2005. Ha sido miembro fundador de Canino, web dedicada a la cultura popular, y redactor en el diario ADN, además de colaborador en medios como Mondo Sonoro, Neo2 y On Madrid-El País.

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