'Ted Lasso' 2T: una jugada para el recuerdo

El buque insignia de Apple TV+ protagonizado por Jason Sudeikis regresa por todo lo alto.
Ted Lasso
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Cinemanía
Ted Lasso

La maravillosa primera temporada de Ted Lasso fue un bálsamo en plena pandemia, un soplo de aire fresco y bondad genuina en un momento en el que muchos lo necesitábamos. 

La reacción general ante una serie sobre un entrenador sin la más remota idea de fútbol que termina uniendo a un equipo británico con pura fuerza de voluntad la convirtió en el mayor éxito de la plataforma Apple TV+ a día de hoy, con 20 nominaciones a los premios Emmy recién cosechadas; la mayor cantidad de la historia para la primera temporada de una comedia.

Otra serie quizá se hubiera acomodado ahí, abrazando el aprecio general por su conmovedor lado feel-good y no tratando de hacer nada nuevo con ello en futuras entregas. Pero da la sensación de que para Ted Lasso, tanto el entrenador como la propia serie, los mejores resultados surgen al asumir riesgos.

La segunda temporada de Ted Lasso ya abre, desde su primerísima secuencia, aniquilando todo lo que esperamos de ella. Pero nunca traiciona su espíritu por el camino: sigue siendo una serie altamente sincera y comprensiva con todos sus personajes, una que confía en la madurez emocional del espectador tanto como confía en la de sus protagonistas y que permite que todos los conflictos se resuelvan mediante personas adultas hablando entre ellas como adultas sin por ello dejar de resultar satisfactoria ni ser jamás anticlimática.

Sin embargo, el éxito de su temporada anterior parece darle la confianza suficiente como para experimentar con la forma de hacerlo y, ante todo, desafiar a su figura principal.

Novedades y desafíos de la segunda temporada

Porque si Ted como tal terminaba siendo alguien a quien admirar en la T1, aquí se convierte en algo aún mejor: alguien con quien empatizar genuinamente. Su arco de temporada –al que da el pistoletazo de salida la llegada de una terapeuta al AFC Richmond– no deja de ser algo ya insinuado en la primera temporada, pero la forma de la serie de explorarlo en profundidad y llevarlo al extremo permite a Jason Sudeikis (también cocreador y guionista de la serie) dar nuevas dimensiones a su personaje con una facilidad pasmosa.

No es, aún así, el único: personajes como Rebecca (Hannah Waddingham) o Nate (Nick Mohammed) reciben arcos que les permiten ir mucho más allá de aquello que ya les hacía destacar el año anterior, convirtiéndoles en pilares del núcleo y dándoles a sus intérpretes mucho más que hacer. 

Roy (Brett Goldstein) y Keeley (Juno Temple), ya dos de los puntos álgidos de la primera temporada, siguen brillando con luz propia. Y miembros del reparto hasta ahora más secundarios, como Sam (Toheeb Jimoh), empiezan a abrazar el protagonismo de formas tan sorprendentes como efectivas.

Incluso los propios episodios toman riesgos en estructura y tono, desde una entrega particularmente brillante narrada en su totalidad como una comedia romántica hasta un legítimo especial de Navidad de estreno en pleno agosto. Porque en el fondo, la fecha de lanzamiento de tu serie no debería impedirte nada, y menos aún si tienes la oportunidad de parodiar Love Actually en la misma escena en la que suena Fairytale of New York de The Pogues.

Pero quizá lo más meritorio de esta experimentación constante es que, durante toda ella, el corazón de la serie permanece absolutamente intacto; y al final es lo que la hace especial y la transforma, igual que a su protagonista, en algo a lo que aspirar. Resulta encomiable que Ted Lasso decida tomar rutas inesperadas en su camino a hablarnos de nuestra capacidad para hacer de este un mundo un poquito mejor. Pero es ese elemento el que lleva convirtiéndola desde el primer momento en un gol por la escuadra.

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