'Telemarketers'

La gente detrás de las llamadas de teléfono más molestas ha hecho una docuserie para destapar la estafa millonaria

Esta serie documental de HBO Max convierte el periodismo de investigación amateur de dos teleoperadores colgados en un 'true crime' tan adictivo como iluminador de los entresijos de una práctica abusiva.
'Telemarketers' en HBO Max
'Telemarketers' en HBO Max
Cinemanía
'Telemarketers' en HBO Max

¿Descolgar la llamada de un número desconocido o no? La pregunta que te atosiga en el día a día desde la pantalla del móvil hunde sus raíces en uno de los inventos más nocivos de la humanidad, uno capaz de hacer que a J. Robert Oppenheimer le explotase el sombrero: el telemarketing. Una forma agresiva e invasiva de venta de productos que lleva décadas molestando a muchos y amasando ingentes beneficios para unos pocos.

"Regular el telemarketing es como regular a los piratas somalíes: no puede hacerse". Es una de las sentencias lapidarias que se escuchan en Telemarketers: La gran estafa de los teleoperadores, la docuserie de HBO Max que, dividida en tres episodios, recoge en primera persona la investigación e intento de denuncia del perverso entramado de uno de los mayores fraudes telefónicos de la historia reciente de EE UU.

Mientras expone el endiablado esquema que cada año se dedica a absorber millones de dólares del bolsillo de ciudadanos incautos, Telemarketers no es un documental de denuncia corriente. Los títulos de crédito muestran el apoyo como productores de gente tan capaz de definir un producto como los hermanos Josh y Benny Safdie (Diamantes en bruto) y el trío calavera formado por Jody Hill, Danny McBride y David Gordon Green (Los Gemstone), lo que previene para el peculiar tono de la propuesta.

El fraude del telemarketing desde dentro

El principal aliciente de Telemarketers está en su privilegiado punto de partida para desentrañar la estafa de estas llamadas telefónicas desde dentro. Sam Lipman-Stern, director de la serie junto a su primo Adam Bhala Lough, trabajó en una empresa de telemarketing de Nueva Jersey llamada Civil Development Group (CDG) durante una etapa de su juventud (concretamente, cuando era menor de edad: tenía 14 años).

Su labor consistía en hacer llamadas para pedir donaciones en nombre, principalmente, de sindicatos policiales y organizaciones de agentes de la ley veteranos, pero también otro tipo de asociaciones e iniciativas benéficas. El truco está en que solo el 10% de esas donaciones va a parar a esas causas, pues la empresa recaudadora se queda con el 90% del dinero; información que los teleoperadores no daban a no ser que se les preguntara directamente. Al menos al principio, pues luego empezaron a negarlo.

¿Cómo salía adelante una estafa tan evidente? En primer lugar, porque era muy fácil de llevar a cabo: las oficinas de CDG consistían en unas salas llenas de puestos de trabajo con centralita por las que iban pasando en rápida sucesión trabajadores precarios y malpagados hasta que conseguían un curro mejor. Algunos, como Sam, se quedaban porque la tarea era sencilla como trabajo basura y el ambiente delirantemente anárquico; a los jefes no les importaba lo que ocurría en la oficina siempre que se cumpliera la cuota mensual.

Patrick J. Pespas y Sam Lipman-Stern en 'Telemarketers'
Patrick J. Pespas y Sam Lipman-Stern en 'Telemarketers'
HBO

Así conoció a Patrick J. Pespas, su compañero de aventuras en Telemarketers: un teleoperador nato, con labia infinita y una fuerte adicción a la heroína que lo llevaba a necesitar un trabajo sin mucha responsabilidad que le brindara dinero sin muchas preguntas. Igual que la mayoría de empleados de CDG: exconvictos, politoxicómanos y delincuentes que no solo se drogaban sin miramientos en la oficina, sino que la utilizaban para traficar.

Una aberrante cultura de oficina donde impera el salvajismo y deja retratos de ficción como Trabajo basura (Mike Judge, 1999) o El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013) a la altura de una edulcorada estampa de Sylvanian Families. La conocemos a través del material que Sam Lipman-Stern comenzó a grabar con una cámara digital que se llevaba a la oficina, para luego subir los vídeos de risa a una página web que empezaba a crecer llamada YouTube.

La expansión de la enfermedad

Gracias a la existencia de ese material, cuando CDG acabó siendo cerrada en 2009 por un tímido intento de regulación por la Comisión Federal de Comercio, tomó forma en Sam la idea de hacer un documental con su experiencia en el epicentro de la gestación y perfeccionamiento de las técnicas fraudulentas del telemarketing moderno. 

La empresa cerró, los trabajadores se fueron a la calle y los dueños, los magnates multimillonarios Scott Pasch y David Keezer, no asumieron consecuencias más allá de una multa pagada con un par de mansiones, y algún que otro original de Picasso y Van Gogh. Su legado fue que, de inmediato, el mismo modelo de televenta agresiva de CDG fue replicado por otras compañías a nivel nacional.

Llamadas, llamadas y más llamadas mintiendo hasta que alguien pica. Y, cuando muerde el anzuelo, se le intenta exprimir la cuenta bancaria al máximo. Es el modelo de negocio de un entramado de empresas buitre sustentadas en la explotación de teleoperadores malpagados (primero seres humanos, después llamadas robotizadas) y basadas en el spam masivo que Sam y Patrick intentan destapar mediante la denuncia audiovisual.

Telemarketers va pasando por diferentes fases: comienza como un reportaje de investigación delirante; se convierte en true crime cuando la posible implicación de las asociaciones de policías en el entramado fraudulento lleva a que los directores se sumerjan en aguas turbulentas; y, a fin de cuentas, se acaba revelando como la conmovedora historia de amistad de los dos protagonistas a lo largo de las décadas. 

Patrick J. Pespas en 'Telemarketers'
Patrick J. Pespas en 'Telemarketers'
Cinemanía

¿Qué une más que una aventura por todo el país, llegando hasta Capitol Hil y reuniéndose con un senador para intentar hacer caer a un enemigo sinuoso, sin apariencia física y encima con respaldo policial? El carisma de Pat Pespas ante la cámara es innegable, y su aspecto físico junto a su peculiar forma de desenvolverse lo coloca a medio camino entre un Tony Clifton y una creación de Sacha Baron Cohen. 

Su presencia a lo largo del documental genera una desestabilización genuina que, sin artificios, transmite el empeño humano por lograr una reparación justa de las malas prácticas cometidas por gente aprovechándose de su posición de poder mucho más que cualquier filme de Michael Moore, a quien los autores del documental citan en varias ocasiones.

Telemarketers termina con una amarga sensación de derrota. Por mucho que algunas empresas cierren y existan intentos reguladores, las llamadas de spam telefónico sin permiso seguirán campando a sus anchas. En España lo sabemos bien tras la entrada en vigor de la última Ley General de Telecomunicaciones. Quién sabe si detrás del próximo número desconocido que aparezca en tu móvil habrá un Pat Pespas completamente colocado hoy, pero dispuesto a meter caña en unos años. Aunque probablemente sea un robot.

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Coordinador web 'Cinemanía'

Crítico de cine que ve demasiadas series, licenciado en Periodismo y posgraduado en Semiótica en la Universidad Complutense de Madrid; cayó en una marmita de Nouvelle Vague cuando era pequeño y lleva mucho tiempo acostándose tarde en festivales de cine.

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