El queso, ese producto sencillo y de toda la vida capaz de mejorar prácticamente cualquier plato para darle un sabor más delicioso, una consistencia mejor y un aroma que nos susurra "cómeme".
Hay quienes dicen que son amantes del queso, pero... ¿realmente cuánto? Puede que seas de quienes babean por un queso con alto contenido en grasa que en contacto con el calor se derrite con facilidad, ideal para pizzas, hamburguesas o fondues, que seas de los que les encanta el queso fresco y todas aquellas variedades que se pueden comer en platos fríos, como el feta, el rulo de cabra o la mozzarella, o a quienes les gusta el queso bien curado de toda la vida, con un aroma fuerte y un sabor potente. Y sí, confirmamos que si te gustan todos, eres un auténtico cheese lover.
Lo bueno de los quesos es que seguramente a lo largo y ancho del planeta existen muchos más de los que eres capaz de imaginar, y que cada país tiene sus propias variedades típicas de la zona y elaboradas a su manera.
El queso curado, el sabor más intenso
Si eres de emociones fuertes, seguro que los quesos artesanos bien curados te vuelven loco, pero, ¿cómo saber cuando realmente está curado?
Los quesos artesanos pueden engañar por su aspecto exterior, y durante el proceso de curación experimentan cambios en la textura, olor y sabor. En cuanto a la textura, podemos encontrar una corteza más dura y seca según el proceso va avanzando, y esto se debe a que pierde parte de su agua.
Al perder agua, el queso merma, es decir, pierde peso y se hunde ligeramente por el centro. Esto lo hace más graso y más amarillento, e intensifica su aroma y su sabor.
Para saber si un queso está en el punto perfecto de curación debemos encontrar una corteza rugosa y con los bordes ligeramente más pronunciados.
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