El brócoli es la hortaliza con mayor aporte nutricional por unidad de peso comestible. Y tiene muchas vitaminas: A, beta-caroteno, niacina, B1, B2, B6, E, ácido fólico y C. El brócoli es bueno de pies a cabeza, lo que significa que no hay que tirar el tronco (tiene las mismas propiedades que las flores de brócoli, aunque en menor intensidad).
El brócoli debe tener un color verde intenso. Cuanto más fresco o mínimamente procesado más garantizamos una mayor densidad de nutrientes y compuestos beneficiosos. De modo que para aprovechar mejor todas sus propiedades lo mejor es consumirlo en fresco (ensaladas), o cocinado salteado o al vapor, pero siempre durante pocos minutos y a temperaturas que no sean altas.
Lo último que hay que hacer con el brócoli es hervirlo con mucha agua, a alta temperatura y durante muchos minutos. Si lo hacemos así, tendremos algo así como un puré de verdura deforme y sin propiedades. No habrá rastro de sus nutrientes (minerales y vitaminas) y antioxidantes (carotenoides, glucosinolatos y polifenoles).
Qué pasa cuando empieza a amarillear
Decíamos antes que el brócoli debe tener un color verde intenso. Cuanto más verde más entero en sus virtudes. Si empieza a amarillear es que está perdiendo vitaminas y minerales.
Hay que guardarlo en frigorífico. Si no está envuelta en papel film, lo meteremos en bolsas de plástico grandes o perforadas. No debemos lavar esta verdura antes de meterlo en la nevera porque el exceso de humedad favorece la aparición de moho.
Es aconsejable consumirlo en 3 o 5 días después de adquirirlo y en caso contrario, congelarlo. Precisamente, si hemos comprado brócoli congelado, debemos pasarlo a bolsas isotérmicas. De esa manera conservaremos la cadena de frío y mantendremos todas las propiedades del brócoli.
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