![Maritozzo.](https://imagenes.20minutos.es/files/image_640_360/uploads/imagenes/2023/04/18/maritozzo.jpeg)
No podemos conocer la cultura de un lugar si no conocemos sus platos típicos, las historias que hay detrás de ellos y su manera de relacionarse con los productos y con la gastronomía.
Si hablamos de Roma seguro que, de entre las muchas imágenes que se te pasan por la cabeza se encuentra la de su ruinoso aunque imponente Coliseo, el Panteón de Agripa, el foro romano o la Fontana di Trevi, aunque también te bombardearán flashes de pizzas o carbonaras, pero si hablamos de dulces... si hablamos de dulces tenemos que hablar del maritozzo sí o sí.
En el caos de que seas un auténtico goloso y amante de los dulces seguro que si has pasado por la capital italiana no has podido resistirte a hincarle el diente a uno de estos bollos redonditos y rellenos que tienen un aspecto exquisito, aunque si no has ido con el foco puesto en la repostería del lugar es probable que hayas pasado por el alto el sabor y la historia detrás de los maritozzos.
Una elaboración muy comprometida
Se trata de un dulce cuyo nombre ya nos puede dar pistas de por dónde se va a desarrollar la historia. 'Maritozzo' se traduce al italiano como una forma burlona de llamar al marido, es decir, algo como 'mariducho'.
Se trata de una elaboración típica de la región del Lazzio y que tiene su origen en Roma. De hecho, ya los antiguos pasteleros romanos elaboraban un postre similar a base de pan y pasas del que se supone que ha derivado el maritozzo.
En un inicio eran como una especie de panecillos que se comían en cuaresma y que en Roma se denominaban 'cuaresmales' o 'santo maritozzo', aunque con el paso del tiempo fue evolucionando hacia un bollo relleno con chantillí y nata que el novio tenía como costumbre regalar el día de San Valentín a la futura esposa.
Como parte de esta tradición, el novio metía dentro de la crema del maritozzo el anillo con el que pretendía pedirle matrimonio a su enamorada. Aunque esta dulce y romántica tradición se ha perdido con el paso del tiempo, lo que no se ha perdido son las ganas de disfrutar estos elementos de la repostería romana que podemos encontrar en las pastelerías todo el invierno, hasta la llegada de la Cuaresma, donde empiezan a desaparecer.
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