Si tienes pueblo seguramente que en más de una ocasión te han ofrecido un tomate recién cogido de la huerta, cortado por la mitad y con una pizca de sal por encima. Y no has necesitado nada más para disfrutar del delicioso sabor de esta hortaliza.
Aunque estamos acostumbrados a consumir tomates los 365 días del año, lo cierto es que la temporada del tomate y cuando más sabrosos los encontraremos es entre los meses de agosto y octubre. Por ello, si el resto del año te encuentras tomates un poco insípidos, siempre puedes escuchar este truquito que nos propone la ciencia. Todo tiene su por qué.
En la sal está la clave
Todos somos conscientes de la capacidad de la sal para potenciar los sabores y hacer nuestros platos mucho más sabrosos, aunque cuidado con abusar no nos vaya a subir la tensión.
En el caso de los tomates, por más insípidos que estén podemos solucionarlo con un poquito de sal. Y esta es su explicación científica.
Además de alegrarnos la receta, la sal es capaz de hacer ciencia, ese proceso se conoce como ósmosis. Se trata de un proceso que consigue la extracción de líquidos a través de una membrana desde un área de baja concentración de solutos. Lo que, traducido y llevado al mundo del tomate, esto no significa otra cosa que, en pocos minutos, la sal consigue sacar los jugos del tomate.
De esta manera, lo que conseguimos con la sal es un tomate menos acuoso y más sabroso. Pero la sal no solo provoca cosas en los alimentos, sino que también juega su papel -muy acertado- en nuestro propio cuerpo.
La sal estimula las glándulas salivales haciendo que produzcan más saliva y por lo tanto que se distribuya mejor el sabor por las papilas gustativas, suprimiendo los posibles sabores amargos y potenciando más la dulzura y la acide del tomate.
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