Severamente quemado tras años de servicio en Berlín, Alec Leamas se retiró... pero sólo en apariencia. Su última misión (o eso dicen sus jefes) le obligará a infiltrarse en Alemania Oriental, y a traicionar a la mujer a la que ama.
Por escrito: Con 33 años, y aún en nómina del MI6, Le Carré se convirtió en uno de los autores más vendidos del mundo, y en el cronista oficioso de la Guerra Fría. Sus jefes no se lo tomaron bien, y él optó por dejar el trabajo.
En pantalla: Alcoholizado (para variar), con su matrimonio con Elizabeth Taylor echando chispas (para variar) y llevándose fatal con el director Martin Ritt, Burton se convirtió, pese a todo, en el espía lecarriano por excelencia. Su discurso sobre los agentes secretos (“¡Borrachos, maricas, maridos cornudos!”) sigue siendo un momento cumbre del género.
Un checheno fugado llega a Hamburgo con la intención de cobrar una herencia. Recibe ayuda de una abogada idealista, pero los servicios secretos alemanes no lo tienen tan claro.
Por escrito: Le Carré regresa a la ciudad donde comenzó a escribir cuando ejercía de cónsul en los 60. La historia se inspira en el caso real de Murat Kurnaz, ciudadano turco residente en Alemania que fue detenido y encarcelado en Guantánamo.
En pantalla: El canto de cisne de Hoffman es un doloroso recuerdo de su grandeza. Rotundo, grave y trémulo como un planeta, su malogrado Günther Bachmann supone la perfecta actualización de Hank Quinlan (Orson Welles en 'Sed de mal').
Un funcionario de Relaciones Exteriores, sospechoso de espía comunista, se suicida (aparentemente) tras verse con un agente del MI6.
Por escrito: El debut de Le Carré presentó a Smiley, el Circus y el espionaje menos glamuroso de la librería.
En pantalla: Mason, que años antes había rechazado ser James Bond, interpreta a Charles Dobbs (los derechos de Smiley estaban cogidos) con menos chispa que mostacho.
Un lobo con piel de cordero. O, si se prefiere, un maestro de las puñaladas traperas camuflado de triste funcionario. Basándose en algunos de sus superiores del MI6 (Maurice Oldfield, el también escritor John Bingham), Le Carré creó con George Smiley al opuesto absoluto de James Bond: sexualmente inepto (y dotado con una épica cornamenta por cortesía de su esposa, Lady Ann), pedestre en su aspecto y sus modales... y con una astucia más dañina que cualquier gadget de 007. Así pues, no extraña que el personaje se haya infiltrado en el audiovisual lenta y calculadamente. Su primera aparición (en 'El espía que surgió del frío', interpretado por Rupert Davies) fue solo anecdótica, pero, en 1979, la serie 'Calderero, sastre, soldado, espía' le puso los rasgos de un Alec Guinness tan fláccido como implacable, obteniendo un clamoroso éxito. El actor, que hizo buenas migas con Le Carré, repitió en el papel con 'Los hombres de Smiley' en 1982. Y, finalmente, Tomas Alfredson contó para 'El topo' (2011) con un Gary Oldman más enteco que sus predecesores, y rodeado por secundarios como Colin Firth, Tom Hardy y Benedict Cumberbatch.
Y. G.Un espía británico envía a un desertor polaco a localizar unos misiles en Alemania del Este a cambio de asilo político. Durante la Guerra Fría, claro está.
Por escrito: ¿Qué pasó con Smiley? Nuestro querido agente, siempre tan listo, se escaqueó de la adaptación.
En pantalla: Tercer papel importante para Anthony Hopkins y bis de Anna Massey, también en 'La chica del tambor'.
La barba leniniana de Connery (en su año soviético: también hizo 'La caza del Octubre Rojo') para un editor británico que salva a la rusa Michelle Pfeiffer antes que a su patria.
Por escrito: Entre la publicación de la novela en 1989 y el estreno de 'La casa Rusia' (apodo de la sección del MI6 para la URSS), un año después, cayó el Muro de Berlín.
En pantalla: Los rusos no parecían tan peligrosos en plena Perestroika, y hasta dejaron rodar en Moscú.
Una actriz con simpatías por la causa palestina (Keaton) es reclutada a la fuerza por el Mosad israelí para capturar a un terrorista.
Por escrito: LeCarré se inspiró en su hermana, un calco de la combativa juventud de Vanessa Redgrave, para el rol de Charly, una inglesa de 20 años.
En pantalla: El escritor, que aparece en un cameo (no repitió hasta 'El topo'), acabó cediendo y Charly pasó a ser una treintañera norteamericana. Y con un Oscar.
Un diplomático británico (Ralph Fiennes) destinado en Kenya investiga el asesinato de su mujer (Rachel Weisz) junto a un activista defensor de los derechos humanos.
Por escrito: Le Carré le dedicó el libro a Yvette Pierpaoli, activista asesinada en Albania en 1999.
En pantalla: Mike Newell prefirió Harry Potter y la adaptación le cayó a Meirelles. Con música de Alberto Iglesias.
Un espía británico chantajea a un sastre con contactos para que descubra qué trama el gobierno panameño tras recuperar el control sobre el canal.
Por escrito: “Es el único libro, junto con Un espía perfecto, con el que quiero ser enterrado”, asegura Le Carré sobre esta novela, inspirada en Nuestro hombre en La Habana de Graham Greene.
En pantalla: Brosnan se enfunda el traje de 007 a las órdenes del MI6. ¿Déjà vu?
Un exsoldado británico que trabaja de recepcionista nocturno de hotel se infiltra en el círculo de confianza de un traficante de armas.
Por escrito: Le Carré se basó en el encargado de un hotel de Zúrich para perfilar al protagonista de su primera novela post-Guerra Fría.
En pantalla: Brad Pitt y Hugh Laurie (el villano de la serie) estuvieron a punto de interpretar años antes el papel de Hiddleston.
Tratando de salvar su matrimonio con la abogada Gail (Naomie Harris) mediante unas vacaciones de lujo, el profesor de literatura Perry McKendrick aprende una lección: no te hagas amigo de ese señor ruso tan simpático (Stellan Skarsgaård) o acabarás corriendo por tu vida. Cuando el Muro de Berlín estaba aún en pie, los protagonistas de Le Carré solían ser espías pringados y fracasados. Desde el fin de la Guerra Fría, tienden a ser personas corrientes (más o menos) enfrentadas a grandes multinacionales, a sindicatos del crimen, y, para variar, a servicios secretos más perdidos que el barco del arroz. Este libro, la penúltima obra de ficción del autor, es una buena prueba de todo ello.
Park Chan-wook puso toda su superlativa caligrafía visual (y la foto de Kim Woo-hyung, donde estallan los colores de un diseño de vestuario de excelencia sensual) al servicio de una nueva adaptación, esta vez más dilatada y en formato miniserie, de la novela de Le Carré que mejor ejemplifica el juego de ficciones e interpretación de papeles tanto del espionaje internacional como del teatro de la radicalización ideológica.
D. D. P.