El MI6 había llamado ya a su puerta, y Sean Connery tenía prisa por rodar y largarse: entre tragar metralla en la playa Sword junto a la Tercera de Infantería británica y codearse con Ursula Andress y su bikini en Jamaica, un 'bon vivant' como él siempre sabría qué elegir. Además, el actor era consciente de que su trabajo suponía poco más que una figuración con frase (al son de gaitas escocesas, eso sí) condenada a diluirse entre las apariciones de Henry Fonda, Robert Mitchum, John Wayne y el resto de estrellas de esta película-río sobre la II Guerra Mundial. Pero, si sus instintos de agente secreto hubieran andado más finos, el futuro James Bond habría intuido que las líneas alemanas cobijaban a Curd Jürgens (Stromberg en 'La espía que me amó') y el mismísimo Auric Goldfinger (es decir, Gert Fröbe), dos de sus más encarnizados enemigos. No le culpemos: ya tendría tiempo de cogerle el tranquillo al oficio.
Yago GarcíaLos productores Albert Broccoli y Harry Saltzman ficharon a Sean Connery como el primer James Bond sin siquiera hacerle una prueba de pantalla. Sabían que no había mejor candidato que el escocés al que confiar el carismático espía de Ian Fleming. “Los amantes del cine tenemos Bond para rato. No se llevará ningún Oscar, pero tendrá miles de fans entusiastas”, escribiría 'Variety' sobre aquella primera misión de Jamaica a Cabo Cañaveral, entre villanos con manos metálicas, cohetes y el icónico bikini de Ursula Andress. Un filme de presupuesto humilde que arrancaría una franquicia ‘bigger than life’. Eso sí, ¿recordáis la tarántula que interrumpe el sueño del protagonista en el filme? El actor sentía tal pavor por las arañas que la producción tuvo que recurrir a un doble.
Janire ZurbanoA Connery le preocupaba que Hitchcock lo quisiera para una película de espías a lo 'Encadenados' o 'Con la muerte en los talones', así que pidió leer el guion antes de aceptar 'Marnie, la ladrona'. A ‘Hitch’ lo que más le interesaba del thriller psicosexual era su idea para filmar la violación de la protagonista y veía al actor como una torre muy apropiada para intimidar a Tippi Hedren, así que la petición le sentó regular; pero más le habían molestado las calabazas de Grace Kelly. Así confluyeron James Bond y el director que estuvo a punto de llevar al cine por primera vez al personaje de Ian Fleming. De todos los actores ‘nuevos’ del final de su carrera, fue el único con quien le habría gustado repetir.
Daniel de partearroyoLa tercera entrega de la saga, además de ser una de las más brutas y divertidas, es la que blindó para siempre la mitología cinematográfica de James Bond. También la cuenta corriente de Sean Connery. Tras sufrir una lesión durante el rodaje, el actor consiguió sacarle a la productora Eon una subida de sueldo que le brindaba el 5% de las ganancias de esta y cada una de las películas de 007 que hiciera a partir de entonces. Por lo tanto, fue muy oportuno que 'Goldfinger' rompiera unos cuantos récords de taquilla y hasta el libro Guinness la recogiera como el estreno que más rápido había aumentado su recaudación. Un trato para acabar más cubierto de oro que Shirley Eaton.
Daniel de partearroyoTal y como están las cosas hoy en día, 'Solo se vive dos veces' resulta una de las patatas más calientes de la saga de James Bond: aunque su abordaje de las cuestiones étnicas sea más fino que el de 'Vive y deja morir', ese retrato de la cultura japonesa a golpe de topicazo ('yellowface' de Connery incluido) puede provocar una supina incomodidad a los sensibles. Nada raro teniendo de guionista a Roald Dahl, un señor cuya idea de la corrección política iba a la par con la del propio 007. Entonces, ¿por qué esta película nos gusta tantísimo? Pues porque 'Solo se vive dos veces' supone también la destilación del Bond más aventurero y delirante: desde esa intro que empieza en órbita y acaba en sorpresa gorda a la volcánica confrontación final con Blofeld (Donald Pleasence, primer y mejor rostro del supervillano con gatete), la película es un festín de diversión sin complejos, con la canción de Nancy Sinatra ejerciendo como sorbete 'sixties' para limpiarnos el paladar. Así, pese a que en su momento fue una pequeña decepción económica (el primer título de la franquicia que recaudó menos que su predecesor), hoy funciona como un catálogo de todo lo bueno que asociamos al espía más golfo del MI6. Normal que la saga 'Austin Powers' recurriese constantemente a su imaginario.
Yago GarcíaLa historia de Connery con el Orient Express viene de lejos, y es que el actor ya visitó por primera vez el mítico tren como James Bond en 'Desde Rusia con amor' (1963). El cineasta Sidney Lumet subía de nuevo en el ferrocarril al escocés en esta adaptación de la novela homónima de Agatha Christie, considerada por muchos como una de las mejores entregas del detective Hércules Poirot. La participación del ‘sir’ fue fundamental para que estrellas de la talla de Finney, Bacall, Bergman, Perkins, Bisset o Redgrave embarcaran en este trepidante 'whodunit'.
Miguel Ángel RomeroEl futuro autor de 'Conan el bárbaro' se inspira en un incidente ocurrido en 1904 para hacer sus pinitos en el género de aventuras exóticas, convirtiendo a Sean Connery en Ahmed el Raisuni (¡el magnífico!), guerrillero rifeño que lo mismo te secuestra a una viuda estadounidense (Candice Bergen) que se pone chulo frente al mismísimo Theodore Roosevelt (Brian Keith). Escorando tan a la derecha como cabía esperar en él, Milius reflexiona con finura sobre las raíces del imperialismo mientras el protagonista se convierte en el escocés que más lustre le ha dado al turbante y la chilaba.
Yago GarcíaSeis Bond después, los años 70 parecían un abismo para un actor encasillado que tocó fondo con la trenza gigante de 'Zardoz': los diamantes para la eternidad también se agotaron. Pero la travesía por el desierto de 1975 que comienza con 'El viento y el león' le llevó hasta el territorio mítico de Kafiristán, donde solo había llegado Alejandro Magno, y recuperó su autoestima junto a Michael Caine, con el que solo había coincidido en el teatro filmado de la BBC en los 50. El filme de Huston, que en el rodaje habló más a su botella que a los protagonistas, es su película propia favorita. Y la epopeya de Kipling, una de las grandes aventuras (decadentes) del cine de todos los tiempos.
Carlos Marañón“Te amo, te amo más que a todo, más que a los niños, más que a los campos que planté con mis manos. Más que a la plegaria de la mañana o que a la paz. Más que a nuestros alimentos. Te amo más que al amor o a la alegría o a la vida entera. Te amo más que a Dios”. Podría recitarlo de memoria, entre lágrimas y sollozos, imposible decidir si de pena o de alegría. No está demostrado que sea posible mayor emoción, más verdad desbordando la pantalla, más belleza que los rostros de Audrey Hepburn y Sean Connery encuadrados por la cámara de Richard Lester. Recuerdo un precioso artículo que Maruja Torres escribió cuando murió su amigo del alma Terenci Moix. Evoca en él una de las últimas veces que fue a visitarlo al hospital. Charlaban de esto y de aquello mientras hojeaban juntos un libro de cine y apareció Connery con la barba, el vestido ajado y la espada, tonelada y media, de Robin Hood. Pasaron rápido la página, sobrecogidos por el pensamiento que invade a Robin y a Marian al final de la película, aquel “no envejeceremos juntos” de lacerante poética y fatalismo más poderoso que la propia vida. 'Robin y Marian' hace justicia al que en verdad es el título completo de su estreno en España: 'La gran aventura de Robin y Marian'. La gran aventura, sí, la aventura de la vida más allá de la muerte.
Toni VallHyams quería hacer un western. “Todo el mundo me decía: ‘El western ha muerto’. Pero yo no entendía cómo un tipo de cine que había durado tanto podía desaparecer. Así que escribí un western en Júpiter”, cuenta el también director sobre el germen de esta amalgama de géneros con la que trascendería la ciencia-ficción. Entre los aliados del cineasta estaban el compositor Jerry Goldsmith (tras poner música a 'Alien') y un Sean Connery abrazando a su Gary Cooper interior para esta 'Solo ante el peligro' espacial.
Janire Zurbano‘Solo puede quedar uno’. Connery interpretaba a uno de los inmortales de Mulcahy entre duelos sensacionales y la búsqueda de un premio babilónico, con acompañamiento de la música de Queen. La agenda del actor hizo que solo pudiera rodar durante una semana, por lo que apostó con el director que no lograrían terminarla, pero finalmente perdió. Su buena relación con el protagonista Christopher Lambert haría que recuperara este papel en una secuela.
Miguel Ángel Romero“Un libro como 'El nombre de la rosa' es como un sandwich club, con pavo, salami, tomate, queso y lechuga. La película ha de elegir solo la lechuga y el queso, y dejar fuera todo lo demás, la parte teológica, la política…”; dijo Umberto Eco al ver la adaptación cinematográfica de su novela. Connery tenía tan claro que quería ser Guillermo de Baskerville que llamaba cada dos meses a Jean-Jacques Annaud. Quizás se arrepintiese al trabajar con F. Murray Abraham, que se pasó todo el rodaje restregándole que él tenía un Oscar y Connery, no.
Andrea G. BermejoNadie contrataba a un cincuentón en los 80, hasta que el impulso de las cuatro frases míticas de Ramírez en 'Los inmortales' y el dulce 'europudding' de 'El nombre de la rosa' desenvolvieron este caramelo escrito por Mamet, vestido por Armani y enfocado por De Palma que Connery convirtió en joya: Oscar para un pequeño gran papel en su única nominación. El irlandés Malone, policía que jura con sangre seguir a Ness en su batalla contra Capone, inventa “the Chicago way” para combatir el crimen. Todos estuvimos en esa velada con mantel de cuadros: la última cena.
Carlos MarañónLa 'Indiana Jones' favorita de Steven Spielberg –y eso que en parte venía a acallar las críticas de 'El templo maldito'– siempre contó con Sean Connery como padre guasón de ‘Indy’. Los recambios, ojo, tampoco estaban mal: Gregory Peck y Jon Pertwee. Pero cuando Connery aceptó el papel, Spielberg se quitó la espinita de no haber dirigido un James Bond. Eso sí, muy sabiamente, en 2008 el actor supo declinar la oferta de 'Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal'.
Andrea G. Bermejo"Donde yo voy, nadie puede seguirme”, Marko Raimius, frío y calculador, obcecado por la atracción del océano, por largarse y que le dejen tranquilo. Connery, con su barba blanquísima, el uniforme de capitán, sus inconmensurables sesenta tacos y poco o ningún esfuerzo en el acento ruso, ni falta que hace. Tal vez su último grandísimo papel, sorbiendo té y masticando sonoramente un filete mientras sus oficiales debaten la mejor estrategia para la deserción. Solo le ves a él, solo existe él.
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