Finlandia y Suecia han solicitado formalmente adherirse a la OTAN. La entrada de las dos naciones nórdicas sería una consecuencia geopolítica directa de la invasión de Ucrania de enorme calado... y de resultado impredecible. De momento, supondría la aparición de la noche a la mañana de cientos de kilómetros de fronteras directas de la Alianza con Rusia. Fronteras que, además, están en territorio europeo (Finlandia comparte, de hecho, la frontera más larga dentro de la Unión Europea con Rusia). Además, supone el punto y final a varias décadas de neutralidad o no alineamiento, así como una mayor proximidad a Estados Unidos.
De momento, Moscú anunció el pasado viernes que abrirá más de diez bases militares en el oeste del país ante el aumento de las tensiones tras la decisión hecha pública por sus vecinos nórdicos. En realidad, al Kremlin le preocupa más que se produzca un despliegue militar que el hecho en sí de que Helsinki y Estocolmo pasen a incorporarse a la Alianza. Los gobiernos de ambos países han recibido un amplio respaldo parlamentario a los planes para solicitar la entrada en la OTAN y consideran que ésta servirá para reforzar su seguridad.
En 'La Información' le hemos preguntado sobre todas estas cuestiones a Gustavo Palomares Lerma, Catedrático Europeo y Decano Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED. Su visión, desde la ciencia, ahonda en el proceso de transformación de su concepto estratégico que la Alianza estaba llevando a cabo antes de la invasión, así como en que la Unión Europea le va a tocar hacerse preguntas incómodas pero necesarias... dure lo que dure el conflicto y sea cual sea su resultado final. Además, propone recuperar un concepto o idea que surgió nada más producirse la desintegración de la Unión Soviética, el de la "casa común europea".
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