Ocurrió en 2002 con Le Pen padre, barrido por Jacques Chirac en segunda vuelta con un 82% de los apoyos; y sucedió también en 2017, durante el primer duelo Emmanuel Macron y Marine Le Pen, cuando una parte notable de los votantes entre la extrema izquierda y la derecha formaron un frente que impidió -también en segunda vuelta- la llegada de la ultraderecha al poder, al respaldar de forma contundente al candidato de ¡En Marche!.
Francia, como Alemania, ha tenido históricamente experiencia con los conocidos como "cordones sanitarios", al igual que ocurre en Bélgica. En tierras galas se habla, en concreto, del Frente Republicano, una expresión que surge en el siglo XIX, con la III República, y que vuelve a aparecer con De Gaulle en 1956. No debe entenderse exactamente como un cordón, pero su objetivo ha venido siendo el mismo. Impedir que la ultraderecha alcance el poder cada vez que su candidato ha logrado concurrir a la segunda vuelta de las presidenciales en el país.
¿Qué es lo que permite que en el país vecino formaciones tan alejadas en lo ideológico puedan unir a sus votantes en favor de un candidato no afín pero que impida el ascenso de la ultraderecha al poder? Esto tiene mucho que ver, según los expertos, con una cierta dimensión apolítica de la cultura francesa que es, en esencia, la cultura de la República. La de una nación con unos valores, conceptos, ideario y cultura política que "no se puede desmontar", tal y como explica a 'La Información' Frédéric Mertens, profesor y coordinador del Grado de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea de Valencia.
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