La temperatura ha aumentado en el sector inmobiliario en el último año. La compraventa de viviendas se disparó más del 34% hasta las 565.523 operaciones, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Es la cifra más alta desde 2007, justo antes de que pinchase la burbuja del ladrillo y en el año en que estalló la crisis financiera internacional. Aquel ejercicio las compras de viviendas superaron las 775.000.
El hecho de que este nuevo 'boom' coincida con un periodo de inflación elevada ha suscitado dudas sobre si lo segundo puede propiciar un sobrecalentamiento del sector. Sobre esto se pronuncian Alejandro Bermúdez, CEO de la consultora inmobiliaria Atlas Real Estate Analytics, y Ricardo Pérez Vals, que es profesor de estadística y econometría de la Universidad Europea.
Los datos de Estadística revelan que el aumento de operaciones en el último ejercicio ha afectado tanto a los pisos de segunda mano como a la obra nueva: en los primeros ha rozado el 34% para alcanzar un nivel inédito, puesto que se vendieron 450.485 pisos usados; en los segundos ha sido casi el 38% hasta la cifra de operaciones más elevada en ocho años (115.038). Al mismo tiempo que este mercado se dinamizaba, el alza de los costes energéticos, de las materias primas y los cuellos de botella en las cadenas de suministros han colocado la inflación en máximos de 30 años en el pico registrado en diciembre en el 6,5% (de media, los precios subieron un 3,1% el año pasado).
El precio de los inmuebles subió el año pasado por séptimo ejercicio consecutivo. Pese a que no están disponibles aún los datos oficiales, la Sociedad de Tasación sitúa el incremento en el 3% -los pisos venían de revalorizarse un leve 0,9% en 2019-. El ahorro embalsado durante la pandemia, la desescalada y el hecho de que los tipos se mantuviesen en mínimos históricos impulsaron la demanda y, con ello, los precios. El servicio de estudios de CaixaBank, por ejemplo, prevé que la el precio de la vivienda suba en 2022 otro 4% interanual.
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