La invasión de Ucrania ha llevado a Vladimir Putin al inicio de un callejón sin salida. Su país, el mayor exportador de petróleo y gas natural del mundo se está quedando sin alternativas para vender sus materias primas energéticas. Pese a que Hungría ha vetado, de momento, la posibilidad de que el sexto paquete de sanciones a Moscú incluya el embargo al petróleo del país, los Veintisiete están cada vez más cerca de fijar un periodo a medio plazo para iniciar ese bloqueo. Sobre la mesa está la posibilidad de que éste se produzca de aquí a seis meses, dando un margen de un año más a los dos países más dependientes del crudo ruso y que no cuentan con una salida al mar. Esto es, a Eslovaquia... y a Hungría.
De acuerdo con los últimos datos publicados por la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el Kremlin financia alrededor del 45% del presupuesto estatal a partir de lo que el país obtiene de la venta de petróleo y de gas. Según la Administración de Información Energética (AIE) estadounidense, países europeos que, además, se encuentran entre los más desarrollados (son miembros de la OCDE, la organización que engloba a los países más desarrollados) adquirieron el 49% del crudo ruso. En el caso del gas, la dependencia es aún mayor, puesto que el pasado ejercicio el 75% de todas las exportaciones de gas del país fueron a parar a territorio europeo.
El veto europeo llegará antes o después y se sumará al de Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y al más que probable de Japón, lo que dejará al Kremlin con pocas opciones de mantener su peso en los mercados energéticos globales. Rusia puede pasar a ser un país de segunda o de tercera fila, si bien aún conservaría importantes clientes como India o China.
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