El coronavirus ha cambiado la manera de afrontar la vida de muchos consumidores. El shock del confinamiento, junto a las devastadoras noticias del número de fallecidos diarios, son algunas de las causas por las que muchas personas han decidido vivir el presente, sin pensar en sus ahorros dentro de unos años. En ese caldo de cultivo vuelve a imponerse la diverflación, ese estado en el que se incrementan los gastos en ocio frente a la compra de bienes o servicios duraderos como un vehículo o una vivienda. Todo un carpe diem, como decían los romanos.
Así las cosas, desde el Banco de España explican qué es la diverflación, que consiste en que pese a que todo está más caro los consumidores se niegan a renunciar al ocio más caro, priorizando experiencias gratificantes en ocio u otras experiencias por encima de todo.
Existen diferencias entre las generaciones: los jóvenes, frente a las dificultades para acceder a una vivienda y formar una familia, parecen preferir "vivir el presente", mientras que los mayores tienden a ser más precavidos. Esto no significa necesariamente que aumente el gasto, sino que se destina a bienes y servicios ligados al ocio, lo que implica un consumo más impulsivo y menos ordenado, frente a una mayor planificación financiera que incorpore el consumo responsable, el ahorro y los objetivos de medio y largo plazo.
El gasto en el consumo presente que proporciona una satisfacción inmediata no es en sí negativo, sino que hay que es conveniente conciliarlo con la planificación adecuada de nuestros proyectos vitales y no descuidarlos. Cuando se abordan estos gastos sin una mirada al futuro que nos lleve a planificar nuestras finanzas en el medio plazo, podemos poner en riesgo nuestro proyecto vital y, al gastar sin poner reparos en el precio, estamos contribuyendo a dinámicas alcistas en estos sectores.
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