Borja Terán Periodista | Comunicación | Madrid (España) | Idioma: Español
OPINIÓN

4 emergencias que La 1 de TVE debe afrontar con amplitud de miras

La cadena pública ha perdido influencia en la sociedad que sólo logra recuperar con la épica de 'MasterChef' o el retrato social de 'El Ministerio del Tiempo'.

Ana Blanco
Ana Blanco
TVE
Ana Blanco

La 1 de Televisión Española prepara cambios urgentes para mejorar su rendimiento de audiencias en la próxima temporada. Lo hace con grandes apuestas, pero la televisión también se construye organizando una parrilla para que el espectador se sienta identificado con el canal en el día a día. En el caso de TVE, incluso que se sienta orgulloso de la cadena pública como instrumento útil que es aliado en las rutinas diarias. Pero, para lograr esa vital complicidad, es necesario abordar cuatro emergencias, necesarias para frenar paulatinamente la tendencia de desconexión de la sociedad con su televisión pública:

1. La fría imagen de continuidad

Las cortinillas de TVE, esas que definen el paso a los intermedios de promociones y las transiciones entre programas del canal, son elementos muy importantes en la energía positiva, negativa o vacía que transmite la corporación pública. En los noventa, La 1 llegó a tener unas cortinillas en las que se plasmaba a la diversidad de la sociedad con disparidad de personas diciendo a cámara '¡Somos La Primera!'. En cada clip, lo mismo salía un rostro respetable de la cadena que un ciudadano anónimo. Con esta acción, se daba viveza con sello propio al instante de la introducción de la publicidad y, a la vez, se definía la implicación social de RTVE con su público. Estas cápsulas recordaban que el canal es de todos y, en este caso, todos los dicen.

Han existido muchos tipos de continuidad en TVE. Diseñar y no desvirtuar una línea honesta es clave para dar un tono de unidad con dinamismo a la cadena, también en las autopromos y en los indicativos que salen en pantalla que son fundamentales para retroalimentar la oferta del grupo (en tele tradicional y, por supuesto, en online, donde existe mucha buena producción que necesita ser visible en los estandartes del grupo).

En los últimos años, en cambio, la continuidad de TVE, especialmente la de La 1, ha sido demasiado fría y plana. Muy rígida para ser de televisión actual. Parecía, por momentos, una especie de presentación hecha por powerpoint del profesor más hueso del Instituto.

Tampoco ha ayudado nada a La 1 la opción que se ha elegido para este tipo de transiciones en las semanas de confinamiento. Se han escogido unos pasos a publicidad de personas prototípicas haciendo cosas en casa, unas grabaciones sacadas de bancos de imágenes extranjeros. Parecía más un anuncio institucional del gobierno que de una televisión independiente, que es compañera de viaje. Incidir en lo pretendidamente y descaradamente 'institucional' transmite previsibilidad, lo que invita a cambiar de canal. El tono elegido, por tanto, más que motivar o animar, que es lo que pretendía, ha propiciado una energía de claustrofobia en la imagen de marca del canal.

Y eso es lo contrario que deben conseguir estas promos, que necesitan contener una tesis más exclusiva, valiente y acogedora y menos condescendiente e intercambiable. Es la manera para captar la empatía de una audiencia que está inmune de impactos televisivos más atrayentes. Estos pasos a publi hasta pueden dirigirse directamente al espectador con la conchabanza de un "¿Qué tal?". Frases naturales con un poco de guasa o con emoción, cuando toque. Ya lo hizo Cuatro, en su lanzamiento. De esta forma, el canal sacaba más rendimiento a los pasos a publi: valían tanto para afianzar la marca de la emisora como soportes para anunciar espacios destacados del canal orgánicamente. La continuidad debe tener un diseño aplastante, que sea una identificable declaración de intenciones.

2. Autores que se asocian al canal

Un gran canal de televisión tiene un larga lista de nombres propios que son reconocibles por un espectador que asocia su profesionalidad a la cadena en cuestión. No sólo presentadores: también realizadores, guionistas, colaboradores y periodistas.

Además, el elenco de comunicadores de RTVE debe representar la diversidad social con naturalidad. Nada de viejos acentos neutros, superemos los bustos parlantes. La televisión que conecta con el público es la que otorga libertad honesta a los autores. Así se logra que el canal marque relevancia en la agenda social. No es nada nuevo, históricamente en RTVE no sólo la audiencia veía los programas por los creadores que presentaban delante de cámara, también por el carácter de sus realizadores o guionistas, que conocían y reconocían. La cadena pública debe perder el miedo adquirido a los nombres propios.

En tiempos en los que la tecnología arrasa con todo, el porvenir de la televisión vendrá de la mano de la confianza de las cadenas con la autoría que te diferencia del resto y se identifica contigo. La TVE que recordamos es la que iba estrechamente unida a un autor, ya fuera periodista o realizador. O las dos cosas juntas. Hay que volver a vender los programas por el valor de sus equipos, su oficio y su habilidad para elaborar. Hay que dejar crear. Con el tiempo suficiente para afianzar las propuestas. 

En este sentido, éxitos actuales de la cadena como 'MasterChef' o 'El Ministerio del Tiempo' cuentan con autores aplastantes detrás, muy importantes para entender la tele de nuestra era, Ana Rivas y Macarena Rey en el primero; Javier Olivares y su equipo en el segundo. La televisión no la hacen los formatos, los formatos los hacen las personas. 

3. La rutina diaria

Pero formatos sueltos en un prime time no bastan para que calen socialmente y aporten estabilidad a la cadena en un tiempo en el que es complicado retener la atención del público. La 1 de TVE debe fortalecer su estructura de programación diaria. No sólo los informativos otorgan relevancia a una emisora. Todas las grandes cadenas deben contar con un gran formato diario de entretenimiento que sirva como estandarte para crear una cita en la rutina diaria de la audiencia. Es más, en el caso de RTVE, como televisión pública, ese show de entretenimiento sería muy útil para promocionar desde él de una manera inclusiva su gran (y desconocida) oferta y ejercer la función de servicio público de la corporación de divulgar la cultura y la diversidad social que es invisible en los medios comerciales. Porque hay mucha creación independiente (teatro, cine, literatura...) que se queda fuera de los medios y es prácticamente invisible, mermándose la pluralidad social, la multiplicidad cultural y la fuerza de la industria del país.

Se cae muchas veces en el error, por ejemplo, de que para hablar de libros se focalice la temática en un programa nicho en La 2 al que, en realidad, sólo acuden los que ya leen libros, pero TVE tiene su gran oportunidad en descubrir lo que no conocemos desde la distensión del entretenimiento. Pero para que el programa se asiente debe ser un show con una premisa contundente, tiempo para rodar hasta consolidarse y, sobre todo, una autoría sin miedo a la ironía del espectáculo. Esto será vital para que la influencia de la cadena crezca.

TVE prepara un gran magacín matinal, con peso informativo, pero esto no se debe confundir con una gran cita diaria de entretenimiento que se alce como insignia del canal complementaria a los 'Telediarios'. Para destacar y conectar con públicos, la televisión generalista, debe atesorar la pluralidad de la independencia periodística pero, al mismo nivel, la independencia de la pluralidad creativa. Y eso se consigue con intuición a la hora de atreverse a invertir en ideas autóctonas, series de autor y programas de autor.

4. Los contextos

Y en ese futuro de la televisión, que va estrechamente unido a los autores con mirada propia, es decisivo que no todos los programas parezca que tienen la misma escenografía. Como sucede ahora en TVE. Cada formato será mejor si cuenta con un envoltorio escénico que sirva, además, para enriquecer la historia. '¡Hola Raffaella!' era una azotea sobre Madrid con un ascensor mágico que daba alas a la imaginación, 'Juego de Niños' tenía unos sofás gigantes para que todos los protagonistas adultos se sintieran volviendo a los años de la escuela y Javier Sardá contaba con unas palancas que ponían en marcha sonidos locos. El decorado al servicio del guionista, al servicio del autor. Y no al revés. Otra vez la palabra: autor.

Lo mismo sucede en los 'Telediarios', con autores como Ana Blanco o Carlos Franganillo. Los informativos necesitan una reinvención escénica (decorado y línea gráfica). Pero, cuidado, para destacar en un panorama tan competitivo no hay que quedarse exclusivamente en la pantalla gigante clónica. Hay que definir la personalidad del espacio entremezclando tecnología, diseño y el atrezo clásico. Una buena suma de estos tres elementos propicia que surja un ADN propio que te hace reputado en el ojo del espectador. De hecho, en los decorados de sus informativos, TVE debería pretender una escenografía que aunara la modernidad tecnológica con determinada iconografía histórica que inyecta una reputación de experiencia que no tienen los rivales.

Los políticos suelen creer, tal vez por cierto egocentrismo, que el valor de una cadena pública está en la información pero, sobre todo, una buena cadena pública es la amplitud de miras de ejercer el equilibrio entre la calidad de la información y la calidad del entretenimiento. Mejor si ese entretenimiento descubre, desafía, reta, te hace imaginar con honestidad crítica y autocrítica. La función de TVE, al fin y al cabo, es ser un motor social a través de los creadores que retraten la compleja diversidad de un país. En todos los ámbitos, no sólo con la lupa política. Suena naif, pero la televisión que traspasa el tiempo es la que contiene esos ingredientes. El gran ejemplo es el 'Un, dos, tres', que triunfó por la habilidad de Ibáñez Serrador para plasmar la ingenuidad de España. Por eso, representa tan bien la historia de RTVE, un lugar que ahora no depende aparentemente de la audiencia para vender publicidad y es el único "centro cultural" masivo, accesible a todos, que puede movilizar la sociedad en épocas de parálisis.

Además, con ese valor documental que nos emociona cuando habla sin condescendencia de lo que intentamos ser y de lo que finalmente somos. En este año, raro y trágico año, lo han hecho 'Cuéntame', 'El Ministerio del Tiempo', los 'Telediarios' o 'Sánchez y Carbonell' de La 2. Este último, hasta marzo ha hecho una serie de programas en directo con la cualidad de radiografiar lo cotidiano de un país con una artesanía imaginativa que da la sensación que en abierto sólo se puede hacer hoy en TVE. Los últimos temas de 'SyC' fueron la dictadura de la felicidad, el amor en tiempos de virtualidad, el barrio como tu nación de balcón y hasta un apocalíptico especial sobre el fin del mundo cuando no sabíamos todo lo que estaba por venir. En cierto sentido, visto lo visto, cuando TVE se atreve se adelanta con ingenio a su tiempo. Y qué tiempo. 

Periodista | Comunicación | Madrid (España) | Idioma: Español

Licenciado en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. Desde 2011 trabaja en La Información escribiendo sobre televisión, comunicación, medios y redes sociales.

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