OPINIÓN

Acelerar, la palabra de moda en el sector energético

El acelerón lo provoca, sobre todo, la montaña de dinero dispuesta por la UE para reconstruir y modernizar la economía de los países más afectados por la pandemia.

El grupo Iberdrola da un paso más en su estrategia de inversión en renovables
Todos los grupos energéticos tienen prisa por colocarse en la carrera  renovable.
Iberdrola
El grupo Iberdrola da un paso más en su estrategia de inversión en renovables

En el sector de la energía, la palabra de moda es “acelerar”. Se trata de ir más deprisa en la transición energética y en el proceso de inversiones que conlleva. Oficialmente, para salir cuanto antes de la crisis provocada por la Covid 19. En ese objetivo coinciden el Gobierno y las empresas. El Ministerio de Transición Ecológica ha hecho números: la idea consiste en invertir 72.000 millones en tres años, a toda velocidad. Serán fondos de todos los agentes implicados: empresas, ciudadanos y administraciones. El acelerón lo provoca, sobre todo, la montaña de dinero dispuesta por la UE para reconstruir y modernizar la economía de los países más afectados por la pandemia.

Las consultoras hablan muy claro de la oportunidad que se abre ante las empresas. Alberto Martín, socio responsable de Energía y Recursos Naturales de KPMG en España explicó en un reciente encuentro organizado por la asociación de las grandes eléctricas Aelec que “los fondos son una oportunidad fantástica para acelerar la transición energética”. Una oportunidad que solo en el sector energético asciende a 44.000 millones. Ortí ofreció un consejo a las grandes compañías: no se trata de proponer “el qué”, sino también "el cómo". Y en eso están todos los señores de la energía. En ofrecer rutas y proyectos que encajen en la aceleración que quiere el Gobierno y en las condiciones que exige la UE para abrir la tapa de la caja común.

Pero acelerar tiene sus riesgos. Un ejemplo es la aparente histeria desatada en torno a lo que puede ser –y todavía no es- el combustible limpio del futuro: el hidrógeno. El primero en abrir el baile fue el Gobierno con la presentación de una “Hoja de Ruta” para el desarrollo de la nueva fuente de energía no contaminante. Las empresas se han sumado con alborozo. En la jornada celebrada este mes con el lema “Hidrógeno Renovable: Una Oportunidad para España”, en la que participaron el presidente de Gobierno Pedro Sánchez y otros cuatro ministros, se representó una especie de subasta de proyectos sobre el gas más de moda con cifras mareantes.

Donde el Gobierno anunció inversiones de 1.500 millones hasta 2023, Repsol adelantó 2.900 millones hasta 2026. Y Enagás no quiso ser menos.

Donde el Gobierno anunció inversiones de 1.500 millones hasta 2023, Repsol adelantó hasta 2.900 millones hasta 2026. Enagás no quiso ser menos. Su presidente Antonio Llardén explicó que la compañía gestora de la red de gas impulsa 12 proyectos en España que movilizarán 1.500 millones en tres años. No falta nadie. Iberdrola, Endesa y Naturgy -recién incorporada por cierto a la European Clean Hydrogen Alliance-, compiten cada una por su lado por seguir los consejos de las consultoras para aprovechar el momento de acelerón.

La carrera está lanzada con tres riesgos: va demasiado rápido, mira demasiado lejos y parece demasiado cara. Los planes para desarrollar la producción de hidrógeno tienen un punto flaco: la producción de hidrógeno con renovables no es rentable todavía. Necesita ayudas para sostener los proyectos. Los fondos europeos del Next Generation UE y la Hoja de Ruta nacional son indispensables para sostener los planes anunciados sin demasiado detalle. Sobra voluntad y sobra publicidad; faltan previsiones detalladas de demanda y estudios de viabilidad económica. Mientras tanto, y sobre el papel, continúa el apretón.

Es una situación peligrosa porque recuerda lo que ha sucedido en las últimas décadas. España tiene tendencia a crear excesos que acaban por pagar los consumidores. En cuanto se aprueban incentivos a un sector, aparecen burbujas que se comportan en la economía como el dióxido de carbono en los submarinistas arriesgados: provocando el colapso de los sectores comprometidos. La especulación que ha rodeado –y aún rodea- el desarrollo de las plantas fotovoltaicas es una lección para no olvidar. Sin proyectos "maduros" y con respaldo industrial detrás, lo único que se genera son problemas.

Por lo general, la moda y las prisas combinan mal y envejecen peor. En el sector de la energía, esto es especialmente cierto.

En el caso de la energía más de moda, sobran las advertencias. El Bank of América ha explicado que los costes deben caer hasta un 85% para que el hidrógeno verde compita con el hidrógeno derivado de combustibles fósiles. Y eso no sucederá en los próximos 30 años. Pero nadie toca el freno. Antes al contrario, las petroleras trabajan para que, mientras mejora la tecnología y se aclaran los beneficios, los Gobiernos financien fórmulas como la producción de hidrógeno a partir de biocombustibles que han bautizado como de “baja huella de carbono”.

En general, moda y prisas combinan mal y envejecen peor. En el sector de la energía especialmente. Un ejemplo: en los primeros años del siglo, una de las grandes eléctricas, en plena escalada tecnológica y diversificadora, apostó por utilizar el cableado eléctrico para dar servicio de Internet a los usuarios. Incluso firmó un acuerdo con una empresa farmacéutica para abrir un portal destinado a profesionales sanitarios. La empresa se autocalificó como “multinacional española multiservicios”. Demasiada aceleración. No salió bien.

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