OPINIÓN

Ayuso cataliza una rotunda moción de censura contra Pedro Sánchez

La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata a la reelección por el PP, Isabel Díaz Ayuso; y el líder del PP, Pablo Casado, saludan para celebrar los primeros sondeos en la sede del partido durante la jornada electoral, a 4 de mayo de 2021, en la Sede del Partido Popular, Madrid (España). Un total de 5.112.658 madrileños han sido llamados a las urnas hoy 4 de mayo, lo que supone 53.406 más de los que fueron convocados en los comicios autonómicos de 2019. 04 MAYO 2021;PP;ELECCIONES;VOTACIONES;4M;MADRID Cézaro De Luca / Europa Press 4/5/2021
Ayuso cataliza una rotunda moción de censura contra Pedro Sánchez. 
Europa Press
La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata a la reelección por el PP, Isabel Díaz Ayuso; y el líder del PP, Pablo Casado, saludan para celebrar los primeros sondeos en la sede del partido durante la jornada electoral, a 4 de mayo de 2021, en la Sede del Partido Popular, Madrid (España). Un total de 5.112.658 madrileños han sido llamados a las urnas hoy 4 de mayo, lo que supone 53.406 más de los que fueron convocados en los comicios autonómicos de 2019. 04 MAYO 2021;PP;ELECCIONES;VOTACIONES;4M;MADRID Cézaro De Luca / Europa Press 4/5/2021

La victoria de Isabel Díaz Ayuso, además de un mérito personal inapelable, es una rotunda moción de censura popular contra la gestión de Pedro Sánchez en estos casi tres años de gobierno. Ayer sólo votaron los cinco millones de madrileños, pero el resultado no habría sido muy distinto si lo hubieran hecho 37 millones de españoles. Por más que Moncloa desprecie los resultados, como si fueran exabruptos de taberna que diría Tezanos, lo cierto es que reflejan el sentir de una gran mayoría de ciudadanos hartos de muchas cosas, empezando por un Gobierno que tachan de ineficaz, demagogo y ruinoso. De una tacada, Díaz Ayuso se cobra dos piezas de caza mayor: la cabeza del propio Pablo Iglesias y un batacazo histórico del PSOE, relegado a tercera fuerza, que coloca a Sánchez en un grave aprieto.

La presidenta madrileña supo interpretar, desde el instante mismo en que convocó elecciones, cuál era el estado de ánimo de la gente y en qué términos debía plantear la batalla electoral: contra el sanchismo, contra esa amalgama de izquierdas que gobierna el país a base de populismo, de cesiones a los separatistas y de atizar el guerracivilismo, mientras la peste hace estragos entre las familias y multiplica las colas del hambre. Ayuso ofreció a los ciudadanos la ocasión perfecta para desatar sus frustraciones y supo catalizar el malestar contra Pedro Sánchez y sus socios. El veredicto de las urnas, respaldado por una alta participación, es de una elocuencia atronadora: culpable.

Naturalmente, a Sánchez la sentencia electoral le entra por un oído y le sale por el otro. Que el PSOE haya cosechado los peores resultados de su historia en Madrid no le inmuta. A él qué le cuentan, si sólo pasaba por allí. Que le pregunten a Ángel Gabilondo (mejor le habría ido al profesor si Moncloa se hubiera ido de vacaciones). Además, está convencido de que la estabilidad de su Gobierno no sufre daño alguno y que unos comicios autonómicos de ningún modo pueden condicionar la gestión del Estado. Según parece, lo que sí valía para interpretar los resultados de las catalanas (“respaldan nuestra gestión de la pandemia”), no vale ahora para las madrileñas.

Es verdad que la mayoría Frankenstein seguirá tan terne. Con quién van estar mejor la extrema izquierda, los separatistas y el brazo político de ETA sino con un Gobierno sanchista. Precisamente por eso, el varapalo madrileño tendrá un efecto de cierre de filas, un repliegue de autodefensa ante un centroderecha que recupera la iniciativa y muestra sus credenciales de alternativa real. Eso significa que Sánchez desechará, si alguna vez lo barajó, un adelanto electoral en los últimos meses del año. Como perito en resiliencias, de la poltrona del poder no le mueve nadie. Aunque coleccione derrota tras derrota: Galicia, País Vasco, Andalucía, Cataluña, Madrid...

Sin embargo, es innegable que el varapalo madrileño le debilita. En primer lugar, ante sus propios socios, que como depredadores oportunistas sacarán mayor tajada por sus apoyos. En el mercado del chantaje, las acciones de Junqueras y Puigdemont subieron ayer varios enteros. En unas pocas horas, ambos dirigentes golpistas pactarán el reparto de la Generalidad y lanzarán un órdago al Gobierno español persuadidos de que ganarán la partida. Un Sánchez fragilizado es lo que más les conviene, y se darán prisa ante la perspectiva de que el centroderecha pueda ganar las próximas generales.

Por lo demás, los resultados de las madrileñas también colocan en su sitio a Pablo Iglesias, que es el de salir de la política por la puerta de atrás. Deja la política víctima de sí mismo y de sus propios demonios: el odio y la incitación a la violencia. Su mediocre resultado de ayer es tanto más humillante cuanto subraya la superioridad de su íntimo enemigo Iñigo Errejón. Aunque sería injusto no reconocer a Iglesias su mayor mérito este 4 de mayo: haber movilizado, con sus trapacerías y matonismo, el voto del centroderecha en apoyo a Díaz Ayuso. A eso condujo tanta berrea “antifascista”. Madrid ha sido su tumba. Y deja como herencia un Unidas Podemos residual y vicario del sanchismo.

Finalmente, la victoria de Díaz Ayuso recoloca el mapa del centro y la derecha sin dar muchas opciones a Vox y liquidando definitivamente a Ciudadanos. El partido de Abascal se ha estrellado contra el muro de la lógica política: siempre estará a la sobra del PP y cuando más inminente sea la amenaza de la izquierda, menos necesario será. Basta un liderazgo con personalidad en el PP para que las opciones de Vox queden reducidas a una dimensión voluntariosa. Que ni siquiera sea imprescindible su voto positivo para investir a Díaz Ayuso habla por sí solo.

En este sentido, Díaz Ayuso impulsó ayer a Pablo Casado, como nadie ni nada lo había hecho hasta ahora, hacia la Moncloa justo cuando los vientos soplaban de fronda. La cúpula del PP, que transitaba cabizbaja desde las catalanas, resurgió ayer con fuerza inusitada haciendo de Génova la calle de las victorias memorables. No cabe duda de que se ha producido un punto de inflexión y que Pablo Casado sale fortalecido como líder del PP y en sus expectativas de próximo presidente de Gobierno.

En cuanto a Ciudadanos, que la piedad cubra su inexorable destino hacia la nada. Al menos habría que reconocerle a Inés Arrimadas su inmolación, pues con ella ha puesto de manifiesto que pactar con Pedro Sánchez sólo conduce a la ruina y el desastre. Y si no que se lo pegunten también a Pablo Iglesias.

Precisamente por eso arrasó Díaz Ayuso, porque le dijo basta a la soberbia, el sectarismo y el populismo como forma de gobierno. El destino se burla así de quien hizo de la moción de censura un atajo hacia la Moncloa, primero, y para hacerse con el poder en Murcia y Castilla y León, después.

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