Borja Terán Periodista | Comunicación | Madrid (España) | Idioma: Español
OPINIÓN

'Cantora, la herencia envenenada': Kiko Rivera y la manera en la que la TV amplifica el morbo nacional

Kiko Rivera en 'Cantora, la herencia envenenada'
Kiko Rivera en 'Cantora, la herencia envenenada'
Borja Terán
Kiko Rivera en 'Cantora, la herencia envenenada'

'Cantora: La herencia envenenada' ha arrasado en audiencias con un 31,5 por ciento de share y 3.748.000 espectadores, dejando en mínimo a 'La Voz' con 13,9 por ciento de share y 2.069.000 fieles que no sucumbieron al morbo nacional de observar a Kiko Rivera arremetiendo sin piedad contra su madre, Isabel Pantoja.

Pero casi cuatro millones de espectadores, una cifra de vértigo, quisieron descubrir el final de temporada de la mayor telenovela de la historia de la televisión en España. Y no tiene guionista: está basada en hechos reales. La tonadillera ha sufrido en su vida todos los vuelcos de guion posibles, con sus finales en alto en cada etapa. De los vaivenes del amor folclórico con el gran torero (que muere en plena lidia) a los coqueteos con el poder más turbio, con la posterior entrada en prisión. De la España de la historia de amor de la cantante y el torero que deja despechos por el camino a la España de la especulación inmobiliaria y los alcaldes corruptos.  

Todo salpicado de rencillas familiares, canciones autobiográficas, herencias millonarias, susceptibilidades con otras folclóricas, múltiples personajes parásitos, participación constante en realities para mantener nivel de vida y, por último, nuevo requiebro inesperado: su propio hijo arremetiendo en un prime time de Telecinco y sin medias tintas contra su mamá del alma.

El sensacionalismo estaba servido. El público mirando este descalabro de la saga más mediática a través de un Kiko Rivera que ha aprendido el funcionamiento de este tipo de televisión después de tantos años participando en programas de tele-realidad y viviendo de la fama que le otorgaron sus padres.  Aunque reniegue de esa popularidad hereditaria.

Así, Paquirrín ha dado un ir y venir de titulares lapidarios. Titulares de folclórica de antes, como su madre. Aunque fuera con un lío infinito de datos monetarios y prestamos. Pero en su forma de comunicarlo ha controlado con precisión los tiempos, con sus pausas dramáticas y sus silencios efectistas. 

Y la audiencia se ha quedado paralizada ante el televisor. Aunque no sólo por lo que contaba el heredero dispuesto a todo, también por la habilidad del equipo de Mediaset a la hora de plasmar la historia con ingeniosos rituales escénicos para atrapar con más fuerza a su público. Y crear una atmósfera para que el encuentro no pareciera otro programa más de la cadena. 

Aunque el programa se realizaba, de nuevo, en el sobreutilizado decorado de 'Sálvame', 'Cantora: La herencia envenenada' ha buscado diferenciarse del resto de programación con una puesta en escena en la que la presión de la claustrofobia de la oscuridad se ha alzado como protagonista. De esta manera, se favorece un contexto de intimidad que hace más poderosa la confesión de Rivera. 

Jorge Javier Vázquez y Kiko Rivera solos, en el centro de un plató a oscuras, con sus rostros iluminados como si fuera la luz de un confesionario abierto para el desahogo. Mientras tanto, el grafismo sobreimpresionado en emisión recuerda a una tipografía periodística clásica, de máquina de escribir pero encuadrada en un vivo rojo que remite en el imaginario colectivo al estilo de aquellos diarios como 'El Caso', lo que casi proyecta la iconografía de estar descubriendo un hallazgo histórico. 

Pero, además, la otra táctica narrativa para enganchar con suspense al espectador es el papel principal que se otorga a la carpeta que lleva Kiko Rivera entre sus manos. Primeros planos constantes de una manoseada carpeta, llena de post-it, que va a desengranar durante la emisión.

La carpeta de Kiko Rivera.
La carpeta de Kiko Rivera.
Borja Terán

La dirección del programa dota de una liturgia escénica, a través de la luz y la realización, que da más gancho en la audiencia a lo que podría ser una entrevista sin más. Con la estética, se enriquecen las largas horas de emisión de un programa con sólo un protagonista principal y, por tanto, se inyecta de aún más épica a un hijo soltando lastre contra su famosa madre. Y la audiencia sintiendo que puede ser el último capítulo del 'Falcon Crest' a la española. Pero no, no es ficción y no será el último episodio. Porque aquí hay mucho personal queriendo sacar rédito y mucha audiencia enganchada, deseando tener más entregas del infinito serial de la última gran tonadillera. Pero, ojo, como en cualquier gran culebrón con un cabeza de cartel tan rotundo y, a la vez, con tantas capas de tramas abiertas y vividas, el último giro, el gran e inesperado giro final, no será de los secundarios. Será, por supuesto, de Isabel Pantoja.

Borja Terán
Periodista | Comunicación | Madrid (España) | Idioma: Español

Licenciado en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca. Desde 2011 trabaja en La Información escribiendo sobre televisión, comunicación, medios y redes sociales.

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