Antonio Merino García Economista jefe de Repsol
OPINIÓN

El diferencial de crecimiento positivo de los emergentes vuelve frente a EEUU y UE

Países emergentes
El diferencial de crecimiento positivo de los emergentes vuelve frente a UE y EEUU. 
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Países emergentes

Salvo los años de la pandemia y postpandemia, desde 2002, la contribución al crecimiento mundial de los países emergentes, especialmente de la región Asía-Pacífico, ha venido teniendo un peso cada vez mayor a la hora de explicar la economía mundial.

Esta tendencia mostró especial impulso tras la crisis financiera global, que si bien tuvo su origen en los países desarrollados, afecto mucho al crecimiento de los países emergentes. En ese contexto, China adoptó agresivas medidas de estímulo para contrarrestar los efectos de la crisis global en su propia economía, y al generar una fuerte demanda de productos básicos, esto benefició a muchos países emergentes que son exportadores de materias primas. Según datos del FMI, el diferencial de crecimiento entre los países emergentes y los desarrollados alcanzó 6,2 puntos en 2009. Más tarde este diferencial se fue normalizado, pero en los años previos a la crisis del Covid se mantuvo todavía bastante positivo (entre los 2 y 3 puntos) y hubiese sido mayor de no ser por una mezcla de factores estructurales y cíclicos que frenaron el crecimiento de algunos países emergentes.

Sin embargo, entre 2021 y 2022 el diferencial de crecimiento entre los países desarrollados y emergentes se redujo muy sustancialmente, promediando sólo 1,3 puntos, mínimo desde 1999. Así, en estos dos últimos años, se puede decir que la locomotora mundial ha vuelto a ser Estados Unidos, entre otras cosas por el importante impuso fiscal orquestado por Washington. Ahora ante el aumento de la inflación, la Reserva Federal americana y el BCE están frenando el crecimiento económico dada las rápidas y fuertes alzas de tipos de interés. En 2023 cabe esperar un crecimiento muy anémico en las principales economías desarrolladas. Por lo tanto, la pregunta es si la economía mundial puede encontrar una nueva locomotora, o al menos una antigua reparada, es decir si veremos de nuevo a los países emergentes tirando de la economía mundial, aumentando su diferencial de crecimiento con las economías occidentales.

Y la respuesta es que sí, que cabe esperar un mejor comportamiento relativo de muchos emergentes en 2023, con la región Asia pacífico a la cabeza, recuperando diferenciales de crecimiento positivos no vistos desde 2017. La justificación está en dos motivos.

En primer lugar, por el freno en los últimos meses de la apreciación que experimentó el dólar en 2022 respecto a la mayoría de las monedas. Muchos emergentes tienen deudas denominadas en dólares y cuando el valor de su moneda local disminuye en relación con el dólar, aumenta el valor real de su deuda externa en términos locales dificultando su capacidad de pago y aumentando la percepción de problemas de financiación externa y en consecuencia con menor inversión extranjera. Pero ahora, con la FED anunciando una pausa quizás definitiva en su ciclo de endurecimiento monetario, la gestión de políticas para los emergentes será más sencilla no se verán obligados a subir tipos de interés, y la inversión será más barata de financiar.

En segundo lugar, es clave la reapertura y recuperación de la propia economía China. Y es que, si en el pasado se decía que “cuándo Estados Unidos estornuda, los emergentes pillan un resfriado", en la actualidad el crecimiento de muchos emergentes esta más vinculado a la suerte de la economía china que a la de Estados Unidos.

Reapertura del gigante asiático

Apostar por una mayor recuperación del gigante asiático en los próximos meses puede resultar un poco paradójico o atrevido cuando esta semana hemos conocido datos de actividad para el mes de abril que aparentemente muestran que su actividad está perdiendo impulso. Pero un análisis más detenido de estos datos nos proporciona argumentos suficientes para estar confiados.

De la actividad en abril, quizás lo más decepcionante fue el dato de producción industrial, cuyo crecimiento interanual fue del 5,6%, lo que correspondería con una contracción del 0,5% en términos intermensuales. Pero el descenso de la producción no refleja tanto una debilidad subyacente, sino que es consecuencia mayormente del deseo de reducir un excesivo nivel de inventarios.

Por su parte, el indicador de las ventas minoristas, que en agregado creció el 0,5% intermensual, muestra una divergencia entre un gasto en bienes muy débil y un gasto en servicios boyante y que sigue sin señales de moderación. Es pues un crecimiento distinto al pasado, con aumentos muy fuertes en el consumo de servicios. Así, durante los cincos días festivos a inicios de mayo de la “fiesta del trabajo”, los gastos de turismo superaron por primera vez los niveles de 2019.

Es decir, el rebote de la actividad en China está liderando ahora por el gasto privado en servicios, a diferencia de épocas pasadas en que era impulsado por la inversión pública en infraestructura. Esto implica diferencias notables en el comportamiento de la economía que puede llevarnos a pensar que no se acelera el crecimiento. En el caso de una economía planificada como la china, el impulso público centrado en inversión de infraestructuras acostumbraba a tener un impacto muy rápido y fuerte en la actividad. En cambio, un rebote impulsado por el consumo será ahora más gradual pero autosostenible, e incluso ir ganando dinamismo poco a poco a lo largo del año.

En China el exceso de ahorro acumulado por los hogares durante la pandemia, a diferencia del caso de Estados Unidos, esta muy concentrado en hogares de altos ingresos. El rebote del gasto de servicios se explica porque estos hogares por fin pueden gastar lo que desean en ocio y actividades de recreación y turismo. Pero ese gasto tan concreto, al apoyar la creación de empleo en los sectores de servicios, irá poco a poco filtrándose hacia una mejora de la renta de otros hogares y una recuperación más generalizada del gasto.

De esta forma, todavía hay margen para que el consumo siga mejorando en los próximos meses y se retroalimente con la creación de empleo. Adicionalmente, dado que la gran expansión de la educación universitaria en las últimas dos décadas el sistema está produciendo muchas personas que, debido a que tienen títulos universitarios, existe un un desajuste entre expectativas y realidad pues muchos de los empleos que la economía está creando son aún manuales. Si las condiciones laborales para los jóvenes no mejoran y no se alinean más con sus expectativas, las autoridades difícilmente resistirán la tentación de recurrir a su viejo manual de aumentar los estímulos haciendo lo que ha funcionado en el pasado, aumentando el gasto en infraestructura.

Por todo lo anterior, el crecimiento de la economía China en 2023 debería estar más cerca del rango 5,5%-6% que del objetivo oficial del 5%, y además sus efectos de arrastre para la región y la economía global deberían ser claramente visibles en la segunda mitad del año.

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