OPINIÓN

Feijóo juega al fallo…que diría Rajoy

El actual presidente del PP huye de los parentescos con su antecesor para evitar críticas del pasado, pero su estrategia se orienta con el mismo método que Rajoy. Ambos tratan de ganar jugando al fallo del contrario

Feijóo no quiere que le comparen con Rajoy pero su estrategia para llegar a La Moncloa es muy parecida. Ambos juegan al fallo
Feijóo no quiere que le comparen con Rajoy pero su estrategia para llegar a La Moncloa es muy parecida. Ambos juegan al fallo.
EP
Feijóo no quiere que le comparen con Rajoy pero su estrategia para llegar a La Moncloa es muy parecida. Ambos juegan al fallo

En el Partido Popular no quieren ni oír hablar de la provisión de fondos que tendrá que asumir Mariano Rajoy para financiar su defensa en la llamada Operación Cataluña que vincula al expresidente del Gobierno con supuestas presiones a la banca andorrana para obtener información de políticos catalanes durante el ‘procés’. La investigación llevada a cabo por una juez del Principado supone 60.000 euros de vellón que los analistas más suspicaces utilizan para marcar la fría distancia que existe entre el actual registrador de la propiedad y la formación que encabeza Alberto Núñez Feijóo. Como no puede ser de otra manera, la dirección de los populares aboga por la inocencia de su antiguo líder, pero la tesorería del partido no está para muchas alegrías, por lo menos hasta que se confirmen realmente las expectativas electorales que apuntan a un cambio de ciclo en España.

Dejando a un lado las lógicas relaciones de paisanaje no parece que el actual jefe de la oposición guste de abundar en los parentescos que, desde el mismo día en que ascendió a la planta noble de Génova, le vienen asociando con su antecesor gallego. En un inicio Feijóo se esmeró en pasar página a la lastimosa etapa de Pablo Casado, pero una vez superado el trance con cierta holgura el objetivo consiste ahora en cerrar de plano el libro entero a fin de evitar cualquier efluvio del pasado que pueda contaminar sus renovadas aspiraciones de poder. La figura de Rajoy merece todos los respetos para el presidente del PP a condición, eso sí, de que su recuerdo, todavía reciente, no suponga ningún tropiezo en la carrera que conduce al Palacio de la Moncloa, donde los obstáculos se irán ampliando a medida que se reduzca el camino, todavía largo, que falta por recorrer.

Esta línea divisoria ha motivado la frustración de las grandes expectativas que se suscitaron a partir del llamado ‘efecto Feijóo’ y que estuvo también impulsado por la pérdida de credibilidad del Gobierno a raíz de la crisis de precios energéticos y el fantasma de la inflación. La economía, que fue la piedra de toque esencial en el lanzamiento del renovado Partido Popular, ha pasado ahora a un segundo plano en la agenda del líder conservador, debido también a la incapacidad para construir una narrativa eficaz que contrapese la iniciativa recurrente de Pedro Sánchez, basada en el principio simple y elemental de arrojar dinero a los problemas. El jefe del Ejecutivo acredita el pan de hoy mientras hipoteca hambre para mañana, pero sus antagonistas populares tampoco quieren asumir los riesgos de un relato alternativo que oriente a la ciudadanía en la necesidad perentoria que ajustarse de nuevo el cinturón con toda la que está cayendo.

En el PP creen que Rajoy puso todos los huevos en la cesta de la economía, aprovechando un escenario sin inflación que ahora resulta inviable como estrategia política

La alta dirección del partido cree que Rajoy puso todos los huevos de su mandato en la única cesta de la recuperación económica, un empeño tan loable como hercúleo pero que, a la postre, no ha salido gratis a ninguno de sus patrocinadores. El expresidente y su equipo económico fueron vilipendiados como impulsores de una devaluación económica implacable que fue impulsada de manera silenciosa gracias a que el monstruo de la inflación permanecía adormilado desde hacía años. El denostado austericidio derivó en un empobrecimiento de la clase media trabajadora y culminó con la llegada a España de los temibles hombres de negro tras la solicitud del rescate bancario. Es cierto que la gestión de la gran recesión sirvió para enderezar el rumbo del desastre que dejó Zapatero, pero actuó también como levadura de un malestar social que fermentó la aparición de Podemos como formación disruptiva al servicio del ideario comunista y la radicalización del PSOE en manos de Pedro Sánchez

El resto de la historia, con la moción de censura que instaló en el poder a la izquierda ultramontana, se empezó a escribir en junio de 2018 y es de todos bien conocida. Pero en lo que concierne al PP el balance de aquel siniestro no ha podido resultar más desastroso, empezando por la enorme frustración que supuso la salida a medias de la crisis, una tarea que quedó inconclusa y que provocó el resquemor de las bases más crédulas del partido, así como de una gran parte de los votantes defraudados como tontos útiles de los sucesivos gobiernos presididos por Rajoy. No es extraño que Feijóo haya buscado refugio en los recovecos del nauseabundo debate territorial y separatista que eterniza la política nacional, dejando momentáneamente a un lado la crítica de los grandes asuntos económicos para no dar pistas al enemigo ni distraerle mientras comete sus errores.

Feijóo no se ha sacudido del todo la morriña y se mueve en un círculo íntimo donde solo priman sus antiguos colaboradores venidos de Galicia

La dirección económica de los populares que pilota Juan Bravo no termina tampoco de encontrar ese grupo de notables que su jefe anda buscando desde hace meses para configurar un equipo con visos de gobierno. Algunos de los exministros de Rajoy, caso de Luis de Guindos, Cristóbal Montoro, Álvaro Nadal o Fátima Báñez, mantienen contactos más o menos esporádicos con el alto mando de Génova, pero en ningún caso se puede hablar de una colaboración efectiva que asegure un compromiso de futuro porque Feijóo no se ha sacudido del todo la morriña y se mueve en un círculo muy íntimo de confianza donde solo priman sus antiguos colaboradores venidos de Galicia. Por supuesto que cualquier consejo es bienvenido, siempre y cuando sea gratuito y no altere el grado de soberanía obtenido desde el momento en que fue aclamado hace ocho meses en el Congreso de Sevilla.

El presidente del Partido Popular no desea malgastar balas antes de tiempo y, por lo que aseguran sus allegados, considera que todavía es pronto para lanzar una ofensiva furibunda contra el flanco económico del Gobierno. La evolución del país y la presumible fatiga de la crisis en los próximos meses marcarán la intensidad del ataque que, en todo caso, apurará su traca final hasta la campaña de las elecciones autonómicas y locales del 28 de mayo. Mientras tanto, y salvo que las encuestas cambien de manera ostensible la tendencia de voto, la única consigna que impera en los cuartes generales de Génova pasa por recoger los despojos de Ciudadanos e ir aguantando el tirón de todas y cada una de las críticas que puedan arreciar contra la falta de un proyecto político verdadero e ilusionante. Como diría Rajoy en su versión moderna de analista futbolístico, se puede decir que Feijóo lo que hace es jugar al fallo. Algo en lo que ambos políticos, quieran o no, están íntimamente emparentados.

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