OPINIÓN

Iglesias entretiene a la corte... mientras Sánchez asalta los cielos

Sánchez e Iglesias han cuadrado los Presupuestos de 2021 'a codazo limpio' para asegurar su contrato de alquiler en Moncloa durante todo lo que resta de legislatura.
Iglesias entretiene a la corte... mientras Sánchez asalta los cielos.
La Moncloa
Sánchez e Iglesias han cuadrado los Presupuestos de 2021 'a codazo limpio' para asegurar su contrato de alquiler en Moncloa durante todo lo que resta de legislatura.

A plena luz del día y a cara descubierta. Con sin igual audacia y total desprecio por el peligro. Sin importar la mirada de millones de españoles como testigos. Así ha orquestado Pedro Sánchez su particular asalto al poder real en este año 2020. Mientras buena parte de sus ministros y su flamante vicepresidente social, Pablo Iglesias, desvían sin querer la atención con broncas de medio pelo, él y su brazo ejecutor, Iván Redondo, están desde hace meses a lo que importa, esto es, a desmontar las palancas que otorgan verdadero mando en plaza. Al tiempo que el líder de los ‘cabezones’, inasequible al desaliento, pasa semanas copando titulares y negociando con Montero o Calviño una cláusula para mejorar la ley que impide los desahucios, el aparato de Moncloa juega dos pantallas por delante y se afana en amarrar su control ‘manu militari’ sobre el Ibex, la justicia, los organismos reguladores y hasta en permitir el continuo menoscabo de la monarquía, consciente de que otros gestionarán los lodos que vendrán. En España, de forma soterrada, se está produciendo un cambio en el ‘establishment’, en los que tienen la sartén por el mango, y como siempre sucede en estos casos, la cuestión está pasando tan de puntillas como Santa Claus en Nochebuena.

El caso de los empresarios es paradigmático. Mientras la propaganda afín vende las bondades de las grandes corporaciones patrias, la realidad de sus balances, valor en libros y cotizaciones muestra en cambio un momento de debilidad que no solo les aleja de las posiciones ‘top’ a nivel comunitario sino que, sobre todo, coloca a muchas de ellas a tiro de opa. De hecho, son los informes de analistas internacionales los que revelan lo que aquí nadie airea. En estas, qué mejor ocasión, debieron pensar las ilustres mentes del gabinete, para guardar bajo siete llaves el ‘laissez faire’ y maniobrar para sumar favores con cargo al Boletín Oficial del Estado. Para empezar, a mediados de noviembre el Gobierno ampliaba la normativa sobre inversiones exteriores y blindaba a las empresas españolas de cualquier operación indeseada, ya viniera de la Unión Europea o de allende los mares. Nadie podrá tomar una participación igual o superior al 10% en una sociedad nacional ‘estratégica’ sin desfilar cabeza gacha por la Avenida Puerta de Hierro. Hasta ese enclave de la periferia madrileña debió llegar el suspiro de alivio de más de un gestor en apuros en lo más trágico de la pandemia. La banda sonora de la relación la empezaron a componer entonces Los Manolos. Será una versión de ‘Amigos para Siempre’.

Por si queda alguna duda, basta recordar que en manos de Moncloa estará, además de la garantizada supervivencia de empresas y gestores, su resistencia en el tiempo. No en vano las huestes de Redondo podrán distribuir en breve una lluvia salvaje de fondos marcados con el hierro del fondo europeo. No se priven y preparen esta Navidad un bonito juego de mesa que podría durarles todo el año 2021. Se trataría de casar los dineros que reciben en ese reparto las grandes empresas -ya sea para digitalización, giro verde u otras generalidades que sirvan para justificar el desembolso- con los favores por acción u omisión que prestan esas mismas firmas al Ejecutivo. Para entrenarse, tiren de retrovisor, recuerden algunas de las últimas presentaciones de Sánchez arropado por la plana mayor del Selectivo y empiecen a hilar. Tampoco está de más desempolvar conspicuas maniobras corporativas culminadas no hace mucho a plena satisfacción de los inquilinos de Moncloa o el fichaje de consejeros bien vistos en Presidencia por parte de empresas supuestamente privadas. Un objetivo loable, como eliminar del recibo de la luz 7.000 millones en renovables, puede terminar golpeando a unos más que a otros y pagando justos por pecadores… ‘amigos’. Y es que los caminos del BOE son inextricables.

¿Formaría parte de ese supuesto intercambio de favores el reciente golpe de mano urdido en el Grupo Prisa, editor del diario El País? La destitución como presidente de Javier Monzón el pasado viernes, cimentada sobre los votos del fondo Amber -primer accionista- y Telefónica -que atesora casi un 10% de la compañía- abre numerosos interrogantes. Si como apuntan fuentes internas de la casa, la salida de Monzón se acompaña de la entrada en el Consejo de Administración de perfiles cercanos al Gobierno, no será fácil obviar la alargada sombra de Moncloa en la conjura. Mientras que el movimiento de la firma de inversión se entiende desde postulados meramente financieros, más interesante será atender a las tesis de la ‘teleco’ para favorecer la caída de la cúpula del grupo. Desde luego, no parece que en la sede del Banco Santander, partidario de la continuidad en la casa, se hayan descorchado botellas de champán tras la en apariencia concertada revuelta. En realidad, no ha habido gobierno intervencionista que se precie que no haya buscado crear un grupo de comunicacion afín para trasladar y amplificar su mensaje, mas allá de las rentabilidades. ¿Quién no siente un cierto ’déjà vu’ y recuerda el idilio de ZP y La Sexta, entregada ‘in extremis’ por el PP a Atresmedia -¡ay!- cuando bordeaba la quiebra? Pregunten por aquella aventura a Emilio Azcárraga Jean, que se dejó cientos de millones con Televisa.

Iglesias hace públicas sus discrepancias con Montero o Calviño al tiempo que no duda en bajar al fango para debatir sobre cortes de luz o el SMI. Para Sánchez, sin embargo, esas demandas son ‘peanuts’

También es importante, para que esa maquinaria funcione a pleno rendimiento, evitar otros molestos estorbos, como son los organismos supervisores, por ley -que no por costumbre- independientes. Por ejemplo, si hay uno de ellos capaz de cuestionar las previsiones económicas del Gobierno, mejor poner trabas a la financiación con la que sufraga sus estudios. Eso es precisamente lo que han hecho los Presupuestos Generales del Estado con la Airef, al punto que, como publicaba Fernando H. Valls en La Información, la propia Comisión Europea ya ha tomado nota de las injerencias y ha aprovechado para mostrar su inquietud al Ejecutivo. Otros organismos claves para el mundo corporativo, como la CNMV o la CNMC, han vivido auténticos terremotos en sus cúpulas a resultas de los cambios de presidente tras finiquitarse las épocas de Sebastián Albella y Marín Quemada, respectivamente. Sin ir más lejos y para escenificar el cambio de guardia, en el regulador de los mercados se han hecho fuertes altos cargos de la era Zapatero. En este marco de control se inscribe el bochornoso espectáculo ofrecido por el Gobierno en los últimos meses para poner al día el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ya sea por lo civil o por lo criminal. En una curiosa interpretación de la búsqueda de consenso, Sánchez asegura buscar el pacto con el PP al tiempo que recuerda que la propuesta para modificar la actual mayoría cualificada de tres quintos por mayoría absoluta en segunda ronda para renovar el organismo está aparcada, pero no desechada. Esto es, si no me salgo con la mía, cambio la ley. Una teoría de la negociación que bien podría suscribir James Cagney.

Iglesias hace públicas sus discrepancias con Montero o Calviño al tiempo que no duda en bajar al fango para debatir sobre la necesidad de subir el SMI o limitar los cortes de suministro eléctrico a los colectivos más vulnerables. Para Sánchez, sin embargo, esas demandas son ‘peanuts’. Es más, al final del camino está dispuesto a concederlo todo con tal de perdurar y transcurrir. Dicen quienes conocen de cerca los debates del Consejo de Ministros que el presidente mira y deja hacer mientras sus ‘stoppers’ habituales -las Calvo o Robles de turno- hacen el trabajo sucio. Todos saben que si la cuestión es lo suficientemente importante para el jefe morado, éste la abordará en privado con su inmediato superior. Y él claudicará sin mojarse después de que Iglesias se haya dejado un buen puñado de pelos en la gatera. Unos cuantos meses, si acaso un año, tienen por delante socialista y ‘podemita’ para desmantelar la estructura de poder que encontró y generar toda una red clientelar, el primero, y zanjar sus demandas sociales, el segundo. Cuando la vacuna se extienda y la pandemia remita, Bruselas señalará el cuadro macro español y, por ejemplo, afeará una deuda pública desbocada por encima del 120% del PIB. Tocará el final del gasto y cambiará el ‘status quo’. Se volverán a repartir cartas y lo más seguro es que Sánchez se convierta en el mayor abanderado de la austeridad. Puede que hasta programe alguna de sus charlas al calor de la lumbre para glosar sus beneficios. Lo que más convenga.

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