OPINIÓN

Las gafas 'progresistas' o el arte de resucitar a Franco cuando todo va mal

Nueva ley de Memoria Democrática
Las gafas ‘progresistas' o el arte de resucitar a Franco cuando todo va mal.
EFE
Nueva ley de Memoria Democrática

"No vamos a dejar a nadie atrás", repetían con cara de circunstancias e hinchando el pecho el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su coaligado vicepresidente segundo, Pablo Iglesias. Y puede que tengan razón, porque tal y como pinta la economía y el coronavirus, los malos datos macro y micro, los pronósticos financieros, los ERTE y los ERE, los cierres de miles de empresas, los confinamientos constantes, la falta de una vacuna, etcétera, lo más probable es que España entera se quede atrás, muy atrás, esperando que nos vengan a rescatar a todos juntos, unidos en la desgracia y la ruina, como los grandes náufragos de esta pandemia.

Confiarlo todo a los dineros que supuestamente llegarán de la Unión Europa suena a ‘El Dorado’ colombiano de antaño, que al final fue más leyenda que realidad. Sin olvidar ese otro 'dorado' de la igualdad social, tan cacareada en estos tiempos difíciles. Desde el Gobierno de coalición alardean de que la van a conseguir, pero se olvidan de especificar que esa igualdad económica -si la consiguen- será al modo comunista; o sea, no aupando a los de abajo para que lleguen más alto y salgan de su miseria, sino descendiendo a los de arriba, lo que suele ser una igualdad por defecto y por abajo. Si les cortas a todos las piernas por la rodilla te quedan bastante igualaditos. No digamos si les congelas los salarios, les penalizas los ahorros y a los empresarios les complicas la vida. Preocuparse por los que están atrás es, además de digno, justo y necesario. Pero acaba siendo un error estratégico si a la vez no te preocupas por alimentar a los que tiran del carro.

No es cuestión de ser pesimistas, sino realistas: el PIB en términos reales ha caído un 22,1% respecto al segundo trimestre de 2019, dato que sólo encuentra similitud con las caídas del PIB durante la Guerra Civil, que tuvieron un máximo de reducción del 23,5% entre 1935, último año antes de la guerra, y 1938, peor año económico del conflicto. Más datos realistas: según Funcas, la economía española se hundirá un 13% este año con una recuperación más lenta de lo esperado; el consumo de los hogares durante el segundo trimestre de este año ha caído casi un 30% respecto al mismo trimestre del año anterior; y las exportaciones de servicios, donde se encuadran los resultados del turismo, caen en más de un 60%. Sólo suben los sueldos y salarios de los abundantes nuevos empleos creados por el Gobierno en los últimos meses. Baste recordar que los asalariados dependientes del sector público ya superan a las nóminas del sector privado. Para ser rigurosos, esto ya sucedía en febrero pasado, pero ahora los dependientes del Estado han aumentado y superan el 53%.

Las incertidumbres sanitarias y económicas de la población son cada vez mayores, así como el desconcierto por no existir desde el Gobierno una información clara y rigurosa sobre los problemas que nos acechan y cómo debemos afrontarlos. Además, si tenemos en cuenta que el propio presidente Sánchez anunció en julio que el virus estaba superado y que había que salir a consumir, y pocas semanas después de decirlo -y los ciudadanos hacerlo- la realidad nos ha dado un enorme guantazo en toda la mascarilla, se entenderá que el desconcierto social sea cada día mayor.

Pero tranquilos, el Ejecutivo tiene un plan: desentenderse de los grandes problemas que ocasiona la Covid-19, y endosárselos en exclusiva a las comunidades autónomas, en lugar de solucionarlos con medidas coordinadas en todo el territorio, como cabría esperar de un Gobierno responsable y comprometido. De lo que sí se encarga este Gobierno de la nación -multitudinario y multiforme- es de muñir sus grandes intereses políticos: renovación del CGPJ, Presupuestos Generales, reparto de Fondos europeos, etcétera. También se dedica a otros asuntos tapadera que forman parte de la baja política, por no decir de la política para bobos, como es el caso de reeditar ahora la Ley de Memoria Histórica, o que la Fiscalía General del Estado denuncie que algunas señales de tráfico son machistas.

Sí, a eso se dedica la Fiscalía controlada por el Gobierno de Sánchez en estos tiempos de pandemia y escasez -de escasez de inteligencia, se entiende-. Y todo porque en estas señales se puede ver, por ejemplo, a un muñeco simbólico con una cartera correr delante de otro muñeco simbólico con coleta que sigue al primero o, según algunos avezados semióticos, le persigue, quizá para saludarle o quizá para robarle la cartera. Donde un fiscal con gafas progresivas o ‘progresistas’ ve (o se imagina) a un hombre tirando de una mujer, miles de ciudadanos ven a Pedro Sánchez correr con su cartera perseguido por Pablo Iglesias y su coleta. Como muchas veces sucede, la normalidad o el machismo lascivo están en el ojo del que mira.

Querer ver cosas raras en los iconos de tráfico no es sólo una deformación visual o mental, sino una patraña política para distorsionar aún más la realidad y que los ciudadanos no se concentren en sus verdaderos y graves problemas. Y que esto lo patrocine la Fiscalía dice mucho del estilo propagandístico y absurdo de este Gobierno, del que ella depende, como sabemos todos y Sánchez nos recordó en su famosa (por desgraciada) entrevista en RNE. Pero detrás de estas cortinas de humo se esconde toda una estrategia de ocultamiento de la muy negativa evolución de la pandemia y la economía española.

Salir ahora con la segunda parte de la Ley de Memoria Histórica es una clara y mezquina estrategia de distracción, para que la sociedad vuelva a enzarzarse con heridas de hace 80 años, que la izquierda no quiere cerrar, y que siempre utiliza en situaciones como esta, en las que hay que calentar la realidad para disimular el gran fracaso en la gestión de estos últimos meses. Si la situación no fuera tan grave tendría incluso su punto cómico. Un Gobierno que no es capaz de contabilizar los muertos reales por el coronavirus de estos últimos meses, ni facilitar datos fiables del número de contagiados de estos días, pretende crear un censo de desaparecidos de hace más de setenta años.

El cinismo gubernamental no tiene límites, ni en situaciones tan dramáticas y devastadoras como las que vivimos. En lugar de investigar y averiguar porque murieron miles de españoles en las residencias y en los hospitales, un problema de hoy que les compete y les interpela directamente, volvemos al desgastado rollo de poner la marcha atrás para activar el gran espantajo que todo lo altera: el franquismo y su inmortal escozor. Pero hay dos cosas peores que volver a sacar a Franco a pasear para tapar los errores: una, que este Gobierno solo está capacitado para el postureo y la propaganda 'progre', y no para solventar o paliar la dura realidad que tenemos encima. Y dos, la astucia de Sánchez, que resultó útil para ganar unas primarias en un partido socialista desnortado, descuajaringado y sin líderes, no sirve ni de lejos para ganar la "guerra" a esta pandemia ni hacer frente a la debacle económica. Quizá le sirva a él, a Sánchez, para mantenerse en el poder un par de años más, pero yo de ustedes me iba poniendo el paracaídas.

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