OPINIÓN

No es una amenaza, sólo es un aviso para navegantes

Marine Le Pen
Marine Le Pen
Agencia EFE | EFE
Marine Le Pen

“Mon dieu”, cómo están las cosas en la patria francesa y cómo van a estar en toda la patria europea como el mundo siga escorándose en esa misma dirección. Si uno observa los medios digitales o ve las teles de colores que venden mundos posmodernos descubre que en esos falsos paraísos se rasgan las vestiduras por el auge de la extrema derecha en todo el continente. Sin embargo, hay un dato que no se comenta tanto y que resulta fundamental por ser vaso comunicante: la caída de la izquierda, un descenso que tiene mucha relación con lo otro, con la subida de los extremos de derechas.

Si vemos el caso francés que es el más flagrante, y que coincide en muchos aspectos con el caso español, Marine Le Pen recogerá los frutos de una izquierda que renunció hace tiempo a defender las causas importantes que hasta entonces amparaba esa misma izquierda: las luchas sociales; y las sustituyó por otro tipo de luchas o banderas: las identitarias. La mala noticia es que en los barrios obreros, en las familias de trabajadores y en las asociaciones cívicas o vecinales, las luchas identitarias no constan entre las prioridades. La izquierda socialista se sitúa fuera de juego y se queda huérfana de su ideario primigenio, y se dedica a ganar elecciones en los espacios socioculturales o en los decanatos de las facultades universitarias.

Como diría Yolanda Díaz, experta en fracasos electorales de gran calibre, los franceses no han sabido votar bien y por eso Marine Le Pen no sólo sube como el pan sino como la espuma. Los que acusan a los vecinos del norte de votar mal deben hacer extensiva esa crítica y ese error de cálculo a los holandeses, italianos, austriacos, alemanes… suma y sigue. En España, por mucho que Pedro Sánchez se haya empeñado en regar las enredaderas de lo que él llama extrema derecha, esta ha mantenido sus datos electorales pero sin mayores alharacas ni subidas. Quizá sea porque quien ha ganado las elecciones es una vez más el centro derecha, Partido Popular, dejando a la izquierda y a la extrema derecha con otra derrota en las urnas. Alguien solvente en el PSOE debería replantearse o al menos plantearse qué hacer para evitar que esto que ya es una tendencia no se convierta en una sangría, y no de vino, y los acuerdos de coalición ya no den para formar Gobierno.

Los datos comparativos son claros y rotundos; por ejemplo, en las votaciones europeas de 2019 el PP tenía 4.519.205 votos y en 2024 ha conseguido casi un millón y medio más: 5.945.367. Mientras que en 2019 el PSOE tenía 7.369.789 y ha bajado ahora en 2024 dos millones de votos, hasta situarse en los 5.248.581. ¿Qué está haciendo o qué piensa hacer la izquierda de Sánchez además de robarle votos a sus socios de extrema izquierda, para frenar la tendencia de que la derecha pueda ganar las elecciones? La cruda realidad y las urnas se imponen a las falsedades del CIS de Tezanos, y a los relatos creados en la factoría de Moncloa, con asesores despeinados que con el tiempo se agotan y se resecan por falta de autenticidad. Llegará un día, que no ha de tardar, en el que la sociedad de izquierdas que ahora permanece resignada “porque al menos no gobierna la derecha”, exija que no la engañen más y reclame un comportamiento más acorde con la socialdemocracia.

No es una amenaza, sólo un simple aviso para navegantes. Basta con mirar a nuestro alrededor. En Italia ya tienen a Giorgia Meloni gobernando sin sobresaltos y con algunos éxitos. Ahora, el domingo empezaremos a ver como el partido de Marine Le Pen inicia su probable viaje al palacio del Eliseo. Dos políticos de extrema derecha o derecha extrema, lo que prefieran, que para los franceses e italianos se han convertido en dos mujeres de extrema necesidad para resolver los problemas que la izquierda no ha podido solventar. Ambas líderes convertidas en referentes de dos importantes países de Europa. Resulta paradójico que una gran parte de la sociedad reivindique la presencia femenina en el poder, aunque ahora veremos qué dicen para justificar lo contrario.

En España la extrema derecha sigue siendo muy barbuda y muy peluda, pero tal y como avanzan estos tiempos disparatados en menos que canta un gallo algún varón rampante de ultraderecha se cambia de sexo y se hace gallina para estar a la altura de las circunstancias y de lady Meloni. Por cierto, cómo son las cosas del destino y de los apellidos sonoros con heráldica o sin ella, pero que una presidenta de un gran país como Italia se llame señora Melones tiene su aquel por no decir que tiene sus emociones. Está visto que a los italianos también les gusta la fruta.

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