OPINIÓN

El otro 15-M del comandante Iglesias: Al plato y a las tajadas

El líder de Unidas Podemos quiere renacer de sus cenizas convertido en paladín del 'no pasarán' con el que la izquierda  progresista trata de cavar en Madrid la nueva 'tumba del fascismo'

Pablo Iglesias ha designado a Yolanda Díaz como presunta heredera en Unidas Podemos...siempre y cuando la militancia no diga lo contrario.
Iglesias ha designado a Yolanda Díaz como presunta heredera en Unidas Podemos... salvo mejor opinión, claro está, de la militancia.
EP
Pablo Iglesias ha designado a Yolanda Díaz como presunta heredera en Unidas Podemos...siempre y cuando la militancia no diga lo contrario.

Los idus de marzo, otro 15-M, han propiciado un nuevo minuto de gloria para Pablo Iglesias, el comandante del Gobierno Sánchez reconvertido ahora en capitán de la tropa de asalto a la Puerta del Sol, sede oficial de la Comunidad de Madrid. Harto de zascandilear por los pasillos de La Moncloa, el líder de Podemos ha dado un giro radical, no puede ser de otra manera, a su visión de la jugada política, para erigirse en paladín del ‘no pasarán’ con que la izquierda lánguida y crepuscular intenta convertir la capital del Reino en lo que ellos consideran la ‘tumba del fascismo’. Una vez más las reminiscencias del pasado guerracivilista cuecen el engrudo de una batalla electoral que si no sirve para conquistar la Real Casa de Correos permita, al menos, ganar la calle desde ese mismo kilómetro cero donde nació el primer movimiento 15-M hace diez años.

Iglesias ha fracasado en el doble y forzado papel de activista jacobino con derecho de moqueta en su calidad de nuevo rico y cortesano de palacio. La vicepresidencia segunda del Consejo de Ministros, estructurada como un cascarón vacío de todo contenido, le sentaba al jefe morado como a un fraile dos pistolas y, lo que es peor, se demostraba contraproducente en las encuestas, donde Podemos no ha hecho más que ceder puntos en favor del PSOE. El motejado ‘de-moño rojo’ estaba abocado a emitir una nota disonante dentro del Ejecutivo en bronca permanente contra el resto de sus colegas socialistas. Una labor de desgaste que ha ido levantando un fuerte rechazo dentro de la opinión pública, adulterando la esencia de un proyecto revolucionario originado en los arrabales de la más turbia política contemporánea.

No conviene olvidar que la cuna de Unidas Podemos está radicada precisamente en Madrid, donde la pandilla populista ha perdido fuelle hasta convertirse en una fuerza residual con poco más del 5,5% de los votos tras las últimas elecciones autonómicas de hace dos años. Un listón que no arrienda muchas ganancias para el flamante candidato en sus expectativas de descabalgar a Isabel Díaz Ayuso del trono regional, pero que brinda un argumento a posteriori para excusar las consecuencias de una sufrida derrota. Vencer contra pronóstico es un manjar demasiado exquisito para un político que lleva más de un año alimentándose con las migajas de un pacto de legislatura escasamente nutritivo. La oportunidad de una redención a tiempo como la que ahora se ha presentado compensará el sacrificio de una virtual inmolación en las urnas.

Sánchez ha aceptado sin rechistar el papel de respetuoso albacea sobre la herencia que ha dejado en el Gobierno de coalición su socio de Podemos

La misión que se ha propuesto Iglesias para resurgir de sus cenizas implica un paso lateral que en ningún caso debe interpretarse como un salto al vacío. Máxime teniendo en cuenta que Pedro Sánchez ha asumido sin rechistar su condición de respetuoso albacea en defensa de la herencia amasada por su compadre durante este primer año de cohabitación en el poder. El ave fénix de Podemos se las ha apañado para elevar el ringorrango de Yolanda Díaz, si bien y como prueba de que hasta en el populismo más campechano existen clases, la ministra será promovida al cargo de vicepresidenta tercera, un peldaño por debajo del escalafón que Iglesias ha ostentado dentro del Consejo de Ministros. De esta forma, Sánchez salvará la prelación de Nadia Calviño como máxima autoridad al frente de la comisión delegada de Asuntos Económicos, algo esencial para no soliviantar la interlocución con la Comisión Europea y los burócratas de Bruselas.

La acendrada comunista y actual titular de la cartera de Trabajo se convierte en la nueva referencia de Podemos dentro del Ejecutivo como alternativa emergente de futuro para encabezar la lista de su formación en las próximas elecciones generales. Al menos esa es la propuesta enunciada por el todavía supremo dirigente del partido, a expensas claro está de lo que más tarde pueda decir la militancia. En el PSOE están disfrutando del momento, si bien nadie se atreve a saludar la espantada como si se tratase de un adiós definitivo. Albergar la vana esperanza de que Pablo Iglesias, en paz vas como tranquilidad dejas, no volverá a las andadas en cuanto retome su agenda libertaria sería un grave error que ningún socialista escarmentado está dispuesto a cometer. No parece, por lo demás, que Sánchez se encuentre en condiciones de soltar amarras para embarcarse en solitario en una travesía que se barrunta cargada de incertidumbres.

Solo una deriva negativa en los distintos frentes que tiene abiertos en los tribunales podría amedrentar el liderazgo doctrinal de Pablo Iglesias

Lo que a bote pronto podría inspirar un cierto suspiro de alivio tiene una lectura subyacente bastante más compleja para el actual inquilino de La Moncloa. El fuerte ascendente ejercido por Iglesias sobre Sánchez será ahora menos perceptible porque aquel ya no tendrá que hacerse notar a grito pelao para demostrar su capacidad de influencia en cuestiones de Estado. Pero eso no quiere decir que el líder de Podemos vaya a tener vetado el acceso a la cámara presidencial donde se han ventilado final y personalmente las principales discusiones entre los dos grandes aliados de la legislatura. La coalición seguirá viva y coleando bajo la misma custodia compartida por la cuenta que le trae al presidente del Gobierno, al tiempo que su socio se dedica a probar fortuna en otras latitudes que puedan procurarle mayor ventura.

Iglesias se ha colocado al plato y a las tajadas de lo que pueda dar de sí el alambicado y disperso mapa electoral en España y solo una deriva tremendamente negativa de los distintos frentes que tiene abiertos en los tribunales podrían amedrentar su liderazgo doctrinal en estos momentos de clara convulsión política. El gran beneficiario del genuino 15-M ha consolidado una participación minoritaria, pero muy efectiva, en el Parlamento de la Nación que ahora trata ahora de poner en valor con una inversión en la Asamblea de Madrid, donde intentará aglutinar las acciones de la llamada izquierda progresista como azote de oposición a un eventual Gobierno del PP con Vox. El flamante candidato Iglesias no ha hecho más que tomar carrerilla de cara a una segunda mitad de legislatura que se promete especialmente intensa. Como dijo el general McArthur en Filipinas: “Me voy…pero volveré”.

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