OPINIÓN

Palabras que denigran la democracia

Palabras que denigran la democracia
Palabras que denigran la democracia
Europa Press
Palabras que denigran la democracia

Seamos claros, el fin NO justifica los medios por mucho que Nicolás Maquiavelo nos quiera vender su vieja teoría de que para lograr el poder cualquier artimaña es válida, incluso la que no es digna ni ética. La vida humana es un cúmulo de peligros de los que nadie escapa, y menos los seres que ambicionan el poder de una manera preferente o absoluta. El que ansía el poder tiene muy claro que no existen las medias tintas, o estás en lo más alto del podio o sucumbes en el abismo.

Pero también está claro que lograr tus deseos a cualquier precio, que es lo que propone “il signore” Maquiavelo, posee el riesgo de acabar destrozando tu vida y la de los que te rodean. Todo tiene un coste y pronto te pasan la factura, que de un modo u otro acabamos pagando. Sencillamente, porque “ninguno de nosotros es tan bueno (ni tan listo, añado yo) como todos nosotros juntos”. Una gran advertencia que a la mayoría de ambiciosos les suele pasar desapercibida. El autor de la misma, Ray Kroc, fue un hombre de éxito, vendedor de batidoras y más tarde visionario del negocio de comida rápida, que supo convertir McDonald’s en un imperio económico. Quizá lo lograra porque nunca olvidó su máxima elemental de que nadie es más listo que todos los demás juntos. No miro a ningún político en concreto, pero algunos se creen demasiado sagaces, y no les vendría nada mal aceptar de vez en cuando la cruda realidad, por amarga que sea, y no utilizar con tanta frecuencia ciertas palabras que denigran la democracia.

Estoy seguro de que a todos los humanos nos gustaría vivir en un mundo mejor, pero no creo que nos gustara que fuera distinto, al menos en nuestros gustos personales. Este mundo acumula unos cuantos desperfectos y unas cuantas disfunciones en su devenir cotidiano, pero a su vez posee un amplio abanico de maravillas terrestres difíciles de imaginar o de igualar. De ahí que vivamos siempre entre el yin y el yang, dos conceptos taoístas que representan a las dos fuerzas fundamentales opuestas y complementarias, el bien o el mal, el orden o el caos, la felicidad o la infelicidad… interconectadas a su vez con todas las cosas que existen en el universo.

Ahora vivimos tiempos intensos de “fake news” que nos venden gato por liebre. Nos dicen que lo mejor es odiar y despreciar al que no piensa como tú, y ellos mismos -los políticos- son los que levantan muros para dividir y protegerse de los demás y de sus propias necedades. La fórmula es conocida. Una vez inventado un “enemigo” basta con echarle todas las culpas a ese adversario discrepante. Que tu partido empieza a estar rebosante de corrupción, miras al techo y le echas la culpa al adversario de que es él quien embarra tu imagen digna; si acusan a tu mujer de posible tráfico de influencias y de favorecer contratos públicos, pues señalas a los de siempre, a los malos de la película que son además “fachosfera” para más escarnio, y tú te quedas tan ancho. Además, intentas que el personal te vea a ti como una pobre víctima incapaz de hacer nada malo mientras los problemas reales aseguras que son un invento de ese supuesto “enemigo”.

La cantidad de barbaridades que están soltando algunos ministros del Ejecutivo de Pedro Sánchez acerca de las decisiones del juez Juan Carlos Peinado que investiga a Begoña Gómez no tiene parangón ni tampoco es aceptable en unos gobernantes en activo que presumen de demócratas y acusan a otros de populistas cuando ellos utilizan la misma estrategia. El propio ministro de Justicia, Félix Bolaños, se dedica a insultar a todas horas a los jueces que se atreven a interrogar o investigar al presidente y a su esposa por los dudosos comportamientos de ella. ¡El mismísimo ministro de Justicia! Vistas y oídas ciertas palabras por parte del Gobierno, uno cree que no todos los españoles somos iguales ante la ley. Con el caso Noos e Iñaki Urdangarín y la Infanta Cristina, nadie levantó la voz ni se quejó de la actuación de la Justicia, y todos los que ahora se rasgan las vestiduras aplaudieron entonces la actuación del juez.

Nunca acabo de tener claro si debo agradecer a los políticos de turno su “amable” función de resolver los problemas sociales y los problemas de Gobierno y de Estado que acarrea mi existencia y la de millones de españoles, aplicando ellos su generosa inteligencia y su política altruista; o por el contrario, debo desconfiar de los extraños comportamientos que estos gobernantes realizan siempre que están en el poder. Si les ves unos días antes de las elecciones parecen seres melifluos y almibarados, luego ya se desmelenan y se olvidan de quien les paga y quien les vota.

Lo peor, encima, es que los que nos gobiernan aseguran que todo lo que hacen, incluso subirnos los impuestos, malgastar el dinero público, restringir nuestra libertad, manipular la Justicia, etc., lo hacen por nuestro bien. ¿De dónde habrán sacado ellos ese extraño concepto de hacer el bien? En definitiva, qué quieren que les diga, seré un ingenuo, pero me gusta pensar que todavía quedan algunos jueces con independencia de criterio que son capaces de enfrentarse a todo un poder Ejecutivo que no suele reparar en gastos a la hora de insultar y machacar a los jueces que no pasan por el aro. No sabemos cómo acabará la instrucción del juez Peinado, pero nadie le podrá negar su arrojo y pundonor.

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