Manuel Pulido Quecedo Abogado. Doctor en Derecho
OPINIÓN

De política exterior: de Palestina a Argentina

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llega a un pleno en el Congreso este jueves
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llega a un pleno en el Congreso este jueves
Eduardo Parra/EP
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llega a un pleno en el Congreso este jueves

La política exterior siempre se entendió entre nosotros como una política de Estado. Incluso la diplomacia económica tan bien encarnada por el rey Juan Carlos, nuestro mejor embajador, recogió en tiempos sus frutos. Ya en el ámbito iberoamericano, las cumbres presididas por el rey de España dieron forma a la Comunidad Iberoamérica de Naciones, que tan buen resultado ha producido. Nada es perfecto, pero esto ha funcionado.

En los tiempos que corren hemos pasado de considerar la política exterior como función de estado a utilizarla como señuelo de la interior, para justificar los problemas internos. Marruecos, Argelia, el reconocimiento a destiempo de Palestina o de lo que queda de ella y su consecuencias con las relaciones diplomáticas con Israel, la crisis forzada con Argentina... y todo ello por una política donde la ideología suplanta a la real politik, que diría el recordado Willy Brandt.

Como sugirió Lord Palmerston, en política exterior no hay amigos ni enemigos permanentes, sino solo intereses permanentes. La actual política exterior parece que no hace amigos y, por contra, se busca enemigos.

La política española en el Magreb y en Oriente Medio no van por buen camino. No debe olvidarse que tras los Acuerdos de Abraham y el reconocimiento por el mundo Árabe (en nuestro caso Marruecos) del Estado de Israel, este ultimo suministra a la monarquía alauita tecnología de ultima generación, que seguramente ahora tratará de no seguir con España, pues al margen de las relaciones internacionales, la política del “ojo por ojo y diente por diente”, es sinónimo de Israel. Habría que preguntar al ex Director del CNI, el embajador Jorge Dezcallar, si las relaciones con el MOSAD pueden resentirse.

Así las cosas, la torpeza de la política ideológica de Sánchez, con su mundo bipolar entre fascistas y antifascistas (entre los que incluye al colombiano Petro) ha enredado las relaciones con Argentina en un momento de apertura económica de Javier Milei en la nación.

En las relaciones con la comunidad iberoamericana ha regido desde el siglo pasado la llamada doctrina Estrada, alumbrada por Genaro Estrada, poeta y diplomático, Secretario de Estado de México con el presidente Pascual Ortiz Rubio (1930-1932).

La doctrina Estrada se fundamenta en el marco del Derecho Internacional en que los gobiernos extranjeros no deberían juzgar, para bien o para mal, gobiernos o cambios en gobiernos de otras naciones, ya que implicaría una violación a su soberanía.

Esa doctrina ha permitido que por ejemplo los gobiernos españoles mantuviesen sus relaciones diplomáticas con Argentina en tiempos de los Kirchner, que entre otras felonías decretaron la expropiación unilateral de los yacimientos de REPSOL- YPF en dicho país hermano.

Desde los tiempos del gran presidente de Telefónica, Cándido Velázquez que propiciaron la entrada de la banca y otros operadores en dicho país, España ha sido un gran inversor en Argentina, en especial con las reprivatizaciones del primer mandato de Carlos Menen, que los desmanes y corrupción de su segundo mandato (corralito) desdibujaron.

En este contexto, el reciente triunfo de Javier Milei como presidente de la república hermana ha supuesto un gran giro en la política argentina, en especial porque muchos consideran a dicho presidente como un político de extrema derecha, populista y ultraliberal incompatible, por tanto, con la política de otro populista de izquierdas que preside el gobierno de España, Sánchez. Con arreglo a la invocada doctrina Estrada ello no debería enturbiar las relaciones entre España y Argentina.

No obstante, las relaciones entre Estados deben estar por encima de la de los gobiernos, salvo caso muy excepcionales y en nuestro caso en cierta concordancia con la Unión Europea (UE), aunque en materia de política exterior siga teniendo vigencia pese a los esfuerzos de Borrell, la frase en cierto sentido irónica de Henry Kissinger, cuando afirmaba no tener el teléfono del ministro de Exteriores de la UE. Cada Estado miembro de la UE va su bola y la UE no es un actor relevante en política exterior.

Demasiados errores en la política exterior pilotada por el presidente y ejecutada por el ministro Albares, que junto a los desviaros en materia cultural de otro diplomático, el ministro Urtasun, ponen de manifiesto la necesidad quizás de replantearse también en la Escuela diplomática su política de reclutamiento y formación de nuestros diplomáticos.

Luego algunos dirán, no los socios de Sánchez: "España es lo único importante" y se quedarán tan anchos. ¡Vaya estropicio se está haciendo en relaciones internacionales!

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