OPINIÓN

¿Quién teme más al futuro: Sánchez o Casado?

Pablo Casado Pedro Sánchez Congreso Diputados
¿Quién teme más al futuro: Sánchez o Casado?. 
Agencia EFE
Pablo Casado Pedro Sánchez Congreso Diputados

El miedo es una emoción que no distingue de colores políticos. Sánchez y Casado son muy diferentes en casi todo y no se pueden ni ver, pero se alimentan el uno al otro con la misma antipatía y desprecio que el gato y el perro. Sin embargo, hay algo que les une: el miedo al futuro. El miedo a no ganar las próximas elecciones. Todo político tiene pánico a fracasar en las urnas, pero en estos dos líderes lo que asoma en su mirada y por su boca es verdadero pavor. Tanto insulto, tanta inquina no es normal, es un puro reflejo de ese vértigo que sienten ante un posible fracaso electoral.

Saben que lo suyo es un duelo a vida o muerte, el que pierda se va a casa y deja la política. Y eso cuesta mucho de digerir; duele en el alma y en el orgullo, y hace que sudes más de la cuenta con cada dato económico que se anuncia o con cada encuesta que se pronostica. Siempre van rodeados de asesores que intentan darles oxígeno y coba para que no desfallezcan en el cuadrilátero de la opinión pública, pero la procesión va por dentro, y a la hora de meterse en la cama la soledad y la angustia vuelven a visitarles: ¿Qué debo hacer para ganar las elecciones?

Eso sólo lo saben, o dicen que lo saben, los ‘spin doctor’, los asesores políticos que van unos pasos detrás del líder susurrando en el oído como geishas bien pagadas. Y hablando de estrategas de la política, el más sonoro en estos tiempos, Iván Redondo, ha vuelto a salir a la palestra para presentar un interesante libro que el periodista Toni Bolaño ha escrito sobre él: “Moncloa. La política o el arte que no se ve”. Tras la ducha fría que se dio en lo de Ébole en La Sexta, el ex jefe del Gabinete de Sánchez intentó recuperar el pulso de su buena fama. Sin embargo, sigue ansioso por demostrar que él se fue como amigo, que no le echaron de Moncloa, pero el miércoles pasado no había nadie del Gobierno, ni una mínima representación, ¿si te has ido de buen rollo porque te hacen el vacío?

Redondo estuvo más cómodo con las preguntas de Susanna Griso que con las de Évole, sobre todo porque en la presentación del libro pudo ejercer de lo que más le gusta: de gran oráculo, sin que nadie replicara sus vaticinios. Uno de sus trucos favoritos de estratega es lanzar una gran cantidad de pronósticos por minuto -y aunque sólo sea por probabilidad estadística siempre acierta alguno- y más ahora que se siente libre de cargas políticas. De los muchos consejos que le dio -¡gratis!- a Sánchez en la hora y media de presentación, destacan dos: nada de centrar el debate en la economía, que ese terreno siempre beneficia al PP; y si además las cosas se complican con la inflación, el paro y la subida de la luz favorecerá aún más a Casado.

El otro aviso para el presidente del Gobierno del gurú Redondo fue más filosófico y vitalista: “Elimina el miedo y apuesta por la audacia”. Una recomendación así la firmamos todos, abandonar la angustia y lanzarse por la senda de los valientes a salvar a España y a los españoles, siempre suena bien. Pero el miedo no lo eliges tú, te elige él a ti, aunque tú debas domesticarlo, si es que sabes cómo. A Sánchez, después de varios años paseando del brazo de los más radicales, le ha entrado ahora la intranquilidad, el miedo escénico de no parecer socialdemócrata, y allí que está intentando maquillarse con los abrazos de Felipe González. El ex presidente del Gobierno se los dio a Sánchez en el congreso de Valencia, pero también le dio una buena colleja cuando le advirtió, delante de la cúpula del partido, que “la alternativa al neoliberalismo no puede ser el neopobrismo”, que no hay que igualar a todos en la pobreza, que mejor hacerlo en la prosperidad. La “S” del actual PSOE no va de socialismo sino de “sanchismo”, pero el presidente es capaz de darle la vuelta al marcador y acabar siendo el nieto de Pablo Iglesias, el fundador de partido, no el otro, si con ello rasca más votos.

A Pedro Sánchez le cuesta mostrar sus sentimientos. El miedo a no ser reelegido lo aplaca sacando a pasear su versión política más conocida, la de ‘killer’ sin escrúpulos, y demostrando que es capaz de deshacerse sin remordimientos de todo ser humano que le incomode, incluido Redondo. Y aunque las encuestas electorales le están penalizando, Sánchez sigue maquinando su estrategia de recuperación; la económica con los fondos europeos, y la política con algún que otro juego de manos -reforma de la Constitución- para reanimar a una sociedad cansada de pandemia y muy tocada -cada vez más- en el bolsillo, que es el termómetro por el que los españoles -la mayoría- se guían a la hora de votar.

Por su parte, Pablo Casado sigue buscando el vellocino de oro, la tecla que abra la puerta de Moncloa, pero de momento, aunque las encuestas soplan a favor, no lo ha conseguido y tampoco lo tiene fácil. Sabe que de aquí a las elecciones -un año, según Iván Redondo que pronostica adelanto electoral- debe demostrar su capacidad de liderazgo para presidir España. Es posible que sus asesores políticos, que los tiene aunque a veces no se note, le recuerden el viejo axioma de que los españoles cuando votan no lo hacen a favor de un líder, que aquí siempre se vota en contra del alguien. Quizá él espere que lo hagan contra Sánchez, ya que tiene más desgaste, pero eso es confiar demasiado en la suerte del aspirante.

Parece más inteligente, teniendo enfrente a un Sánchez que ha demostrado poseer gran habilidad en los momentos difíciles y que es capaz de casi todo por mantenerse en el poder, pensar en una estrategia más convincente y contundente que ilusione a los votantes. Siempre es preferible “un me equivoqué” a “un por qué no lo hice”. Casado no produce grandes rechazos, pero tampoco emociona, ni frío ni calor, y a los tibios nunca les suele suceder lo mejor. Además, está comprobado que nadie llega a la cumbre guiado por el miedo.

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