OPINIÓN

Sánchez descubre un mundo sin guardaespaldas por cortesía del TC

Sánchez se ha mostrado implacable con sus antiguos máximos colaboradores del Gobierno. Lo de Carmen Calvo se presentía. Lo de José Luis Ábalos es todo un enigma
Sánchez descubre un mundo sin guardaespaldas por cortesía del TC
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Sánchez se ha mostrado implacable con sus antiguos máximos colaboradores del Gobierno. Lo de Carmen Calvo se presentía. Lo de José Luis Ábalos es todo un enigma

Pedro Sánchez parece haber tocado a rebato para que sus nuevos -y desconocidos- pretorianos se presenten en sociedad. La Sexta, por ejemplo, acogía el sábado a las cinco nuevas ministras para que tiraran de argumentario y apuntalaran la campaña de marketing preparada desde Moncloa. En esta línea, el diario ‘El País’ daba voz un día después al flamante ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, llamado a ser un peso pesado del nuevo Ejecutivo. “Soy una persona discreta”, lanzaba el exUría al ser preguntado por su ascenso y la defección de su hasta ahora jefe, Iván Redondo. “El presidente ha decidido contar con nuevas personas y abrir una nueva etapa -remataba-. Iván me parece un gran profesional, un trabajador incansable. Le deseo lo mejor en lo personal y lo profesional. Solo tengo hacia él palabras de gratitud por su trabajo para el Gobierno”. Una despedida un tanto fría para quienes supuestamente eran uña y carne. Sin contar con el último recado que dejaba al gurú donostiarra sobre los muy malos resultados del 4-M y la necesidad de reconstruir el proyecto en Madrid. Suficiente como para provocar una mueca del afectado allá donde esté.

Aunque no quiera -ni le toque- entrar ahora en mayores debates, Bolaños no debe ser ajeno al discurso que esgrime el entorno de Redondo. Según ese relato, habría sido el presidente del Gobierno quien le propuso que permaneciera en el gabinete como ministro. Y del mismo modo, habría sido él propio Iván, su consultor de cabecera, quien había optado por pedir su salida al jefe del Ejecutivo… hasta en dos ocasiones. Una, coincidiendo con la victoria en las últimas elecciones generales, y otra hace apenas mes y medio, con la crisis ministerial en ciernes. Como bien explica en este diario Fernando H. Valls, la desafección entre ambos, más que por quién propuso qué, enlaza con discrepancias de fondo sobre las competencias que aglutinaría el ‘superministerio’ de la Presidencia que apostaba por liderar Redondo. Sánchez, lejos de abrazar esas tesis, prefería no ‘entregar’ mando en plaza en el Gobierno a quien ya acumulaba un poder más que notable… y apostó por plantear un contrapeso en la figura de Bolaños. Ahí reventó todo. “En política, además de saber ganar y saber perder, hay que saber parar”, zanjó el enigmático analista. La importancia del vacío que deja, empero, solo podrá medirse con el tiempo.

Por si fuera poco, Sánchez no se tentó la ropa y enseño la puerta a otros pesos pesados del Ejecutivo. ¿Conclusión? El presidente se ha quedado solo sujetando la pancarta de la manifestación a la espera de que los ministros -veteranos y noveles- vayan asumiendo sus nuevos roles. Y entretanto, a la espera de visualizar quién es la nueva Carmen Calvo o el nuevo Ábalos, la pérdida de iniciativa política es proverbial. No hay mejor ejemplo que la sentencia del Tribunal Constitucional que esta semana cuestionaba el recurso al estado de alarma para el confinamiento de la población por la Covid. Lejos del ‘argumentario’ elaborado por Ferraz que los prosélitos de Sánchez, aplicados, se han empeñado en repetir -empezando por Bolaños en su entrevista dominical-, han resonado con mucha más fuerza las críticas de la oposición, que ha puesto en solfa sin ambages toda la gestión de la pandemia. Una lectura atenta de la resolución deja claro que el Ejecutivo identificó bien los fines y diseñó un armazón legal ‘casi’ perfecto. Sin embargo, el Ejecutivo, en el día 1 después de Redondo, ha sido incapaz de ‘colocar’ ese mensaje.

Sánchez lo ha confiado todo a una apuesta 'financiera'. Y no es de esperar que el núcleo duro económico, desde Calviño a Montero pasando por Ribera o Maroto, tengan el peso suficiente cómo para dar la batalla política

Del mismo modo, se avecinan curvas con la quinta ola de la pandemia, que no tiene visos de amainar. El Ejecutivo ha vuelto a pasar la ‘patata caliente’ a las comunidades autónomas, que luchan a brazo partido con la justicia para sacar adelante sus restricciones. Confiado en que la campaña de vacunación y la juventud de los nuevos contagiados eviten colapsos hospitalarios y, desde luego, un incremento indeseado de los fallecimientos, el Gobierno parece dispuesto a cruzarse de brazos, como en anteriores episodios. No parece identificar, sin embargo, que el riesgo de esta nueva avalancha de casos puede estar en otra parte. No en vano, el sector turístico afronta un segundo verano de pasión y, en la actual coyuntura, no sería de extrañar una campaña de mínimos, plagada de cancelaciones. Los ministros, que deberían salir en tromba a dar confianza y a apoyar/adoptar aquellas medidas que permitan salvar lo que queda de temporada, parecen más preocupados de encontrar su lugar en el mundo. Mal momento para perder el tiempo en procesos de adaptación.

Da la sensación de que Sánchez lo ha fiado todo a su propia iniciativa personal y a la capacidad de gestión de los fondos europeos, liberados en su primera remesa -la friolera de 9.000 millones de euros- esta misma semana. No es casualidad que el primer acto celebrado por el presidente del Gobierno tras anunciar su nuevo equipo ministerial fuera la puesta en marcha del primer PERTE, el que servirá para promover el automóvil eléctrico. Y es que, en efecto, se trata de una inyección de dinero de tal magnitud que su repercusión se dejará sentir en la economía… aunque el dinero se utilice mal y los proyectos no tengan la anticipada tracción sobre la pequeña y mediana empresa. En todo caso, no parece que una apuesta estrictamente ‘financiera’ sea suficiente para salvar el escrutinio mediático y parlamentario que afrontará el Gobierno en lo que queda de legislatura. Y no es de esperar que el núcleo duro económico, desde Calviño a Montero pasando por Ribera o Maroto, tengan el peso suficiente cómo para dar la batalla política. Asuntos de la máxima trascendencia, como por ejemplo la mesa de diálogo abierta con la Generalitat e incluso la relación con Podemos dentro del equipo de gobierno, requieren de perfiles más aguerridos de los que se atisban por ahora en el gabinete Sánchez.

“El Gobierno anterior ha sido el de la emergencia. Ahora abrimos una nueva etapa, el Gobierno de la recuperación. España quiere recuperar su vida. Ahora vamos a intentar con los fondos europeos y nuestras políticas transformar de verdad la estructura productiva del país”, resumía en un puñado de sentencias el propio Bolaños en su entrevista con el diario del Grupo Prisa. Fuera de foco quedan ya los conflictos entre la Ferraz de Ábalos y la Moncloa de Redondo o las pugnas de Calvo en el gabinete con las huestes moradas. La cámara ahora cambia de plano. Y Sánchez acapara la mitad de los fotogramas. La otra mitad, su gestión. Y razones hay -y habrá- para ponerla en cuestión. Esta semana, el Constitucional ha puesto al Ejecutivo en la diana. No será la única prueba que tenga por delante un núcleo duro de natural bisoño, especialmente si la oposición -y los independentistas catalanes- huelen la sangre. Se abre una nueva etapa para el presidente que un día se subió al Peugeot. Esta vez sin guardaespaldas.

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