Ruben J. Lapetra Coordinador de Mercados
OPINIÓN

Shock bursátil y el desmontaje de un castillo de naipes

El vuelo de Powell, shock bursátil y el desmontaje de un castillo de naipes en la deuda.
El vuelo de Powell, shock bursátil y el desmontaje de un castillo de naipes en la deuda.
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El vuelo de Powell, shock bursátil y el desmontaje de un castillo de naipes en la deuda.

La Reserva Federal (Fed) está a punto de desplegar la doctrina de choque con su política monetaria para frenar la inflación. Lo hará con subidas contundentes en los tipos de interés tan pronto como dentro de diez días, como acaba de reiterar esta semana Jay Powell, su gobernador en jefe, delante de Christine Lagarde, su homóloga en el Banco Central Europeo (BCE). Pero también va a ejecutar de inmediato otra decisión cuyo impacto en los mercados está a punto de provocar un shock: la temida reducción de balance. ¿Exageramos? Si echamos la vista atrás, vemos cómo solo los dos grandes bancos centrales del planeta han engordado en 10 billones de euros sus balances a golpe de compras de deuda e inyecciones de liquidez.

Este castillo monetario de naipes ha apuntalado los pilares económicos de Occidente frente al impacto de la Gran Reclusión económica de 2020, evitando el colapso total y permitiendo alumbrar una recuperación que ganó fuerza pero tiene graves efectos secundarios por los excesos de liquidez. Este bombardeo de la Fed, el BCE y otros bancos centrales está en la raíz de la actual ola inflacionista que asola las principales economías. La guerra de Ucrania solo ha multiplicado el problema en el peor momento, aunque está vez no ha sido el autoconfinamiento, sino las bombas de Putin y las sanciones de la UE, EEUU y otros países como represalia a Rusia.

La inflación es la consecuencia más evidente como también lo son los cuellos de botella en la cadena de suministros. Cuando toda la demanda despierta a la vez está dispuesta a pagar cada vez más por tener lo mismo, los costes suben, sobre todo, si durante ese apagón de 2020 se ha destruido capacidad de producción. En 2022, Rusia, el supermercado de materias primas de Occidente, ha 'cerrado' sus puertas. La energía es solo la punta del iceberg. Bajo él están los metales básicos y las materias agrícolas básicas para saciar las cadenas industriales, sobre todo, de Europa y China. Cuando Vlodomir Zelensky implora que se corten las compras de petróleo y gas a Rusia está pidiendo poco menos que un imposible para países como Alemania, cuya dependencia es de tal calibre (gracias a las políticas energéticas Schroder y Merkel) que no puede hacerlo.

El próximo 4 de mayo, si se cumple la palabra de Powell, la Fed elevará los tipos de interés en EEUU en medio punto, hasta el 1%, y marcará el ritmo de reducción de balance a razón de 95.000 millones de dólares al mes, es decir, 1,14 billones de dólares proyectados a doce meses. La expectativa de salida y amortización de papel ha llevado al bono americano a diez años hasta la zona del 3%, la misma que en 2018 provocó la última turbulencia ‘normal’ en bolsa si descontamos los ‘cisnes negros’ del Covid-19 y la invasión de Ucrania. Un mes después, el BCE puede anunciar el final de su programa de estímulos pese a que inyectará aún 90.000 millones de euros hasta junio.

Los efectos acumulados de inflación y restricción monetaria pueden ser los mismos que si se conduce un coche en quinta y se pretende dar marcha atrás. Presuponiendo que se pisará el freno antes -no hacerlo supondría romper algo con total seguridad-, no deja de ser una parada en seco. El cóctel es explosivo tanto para los bonos como para las acciones. Para los primeros supone una caída de cotizaciones abrupta en las últimas semanas; para las segundas ensombrece sus valoraciones a medio y largo plazo, erosiona los márgenes de negocio y su capacidad para generar beneficios. 

El temor a un 'aterrizaje brusco' es más que palpable entre los analistas,  economistas e inversores que temen que tanto la Fed y el BCE hayan perdido el tren de una normalización monetaria tranquila. Con la inflación al 8,5% en EEUU y al 7,5% en Europa, las divergencias económicas se están ampliando entre ambos bloques económicos. Se lo dijo Powell a Lagarde en la mesa del FMI el pasado jueves: la situación es muy distinta para unos y otros. La economía estadounidense goza de un vigor del que carece la europea y menores riesgos como la dependencia energética, materias primas, microprocesadores o producción agrícola. Para muestra de lo anterior, EEUU está originando la mitad del gas que se consume en España en la recta final de este invierno; ellos exportan, nosotros lo pagamos a precio de oro.

Todas esas fuerzas macroeconómicas y geopolíticas van a tener su traducción en las cuentas de resultados del primer trimestre de 2022. La expresión ‘profit warning’ (advertencia a la baja de resultados) se va a convertir en una repetición constante. Ya lo está siendo. El caso de Netflix es muy representativo del nuevo escenario. La tecnológica del crecimiento infinito de usuarios ha registrado su primera caída de suscriptores en una década por la decisión de cerrar en Rusia (-700.000 clientes). Pero ese no es el motivo de su abrupta caída bursátil sino su previsión para el actual trimestre (-2 millones de suscriptores) por la inflación y su guerra contra las cuentas compartidas. La pérdida de valoración bursátil de Netflix desde que la Fed apuntó a las subidas de tipos en noviembre supera los 200.000 millones de dólares, o un 70% de caída acumulada.

Hay excepciones como Tesla que vive un momento dulce de crecimiento aunque también sufrirá las consecuencias de los nuevos confinamientos en China. Su fábrica allí (la mitad de su producción de coches) ha cerrado durante casi tres semanas y apenas ha reabierto a medio gas. Elon Musk ha salvado el escrutinio de Wall Street con sus últimas cuentas, pero su valoración de un billón de dólares también está en cuestión como también las de Apple (2,5 billones), Microsoft (2,1 billones), Alphabet (1,6 billones) o Amazon (1,5 billones). Ninguna de ellas se librará de los efectos del nuevo escenario de tipos de interés, la inflación o la pérdida del negocio en Rusia. La suma de todas ellas ha llegado a suponer alrededor de la mitad del Nasdaq 100 o casi un tercio del S&P 500. Una reacción similar a la de Netflix entre sus accionistas puede provocar el próximo shock bursátil en Wall Street. 

Un mal paso de la Fed desmontando su balance provocará otro cataclismo en la deuda. El VIX, índice que mide el riesgo y la volatilidad de las opciones, de momento se ha ido a máximos desde el estallido de la guerra en Ucrania. Indica, entre otras cosas, que los grandes inversores parecen buscar protección para sus carteras o, por el contrario, se van a la liquidez. Según la última medición de Deutsche Bank, solo en las dos últimas semanas, los fondos de inversión en renta variable de EEUU registraron salidas netas de capital por 30.000 millones de dólares, la mayor desde el crash de 2020.

Ruben J. Lapetra
Coordinador de Mercados

Periodista especializado en finanzas y tecnología. Escribo desde hace más de dos décadas en diarios líderes de información económica. He participado en el desarrollo de producto del área de mercados en los medios digitales en los que he trabajado. Me apasionan los nuevos proyectos y el aprendizaje continuo. Formé parte de Expansión.com durante cerca de cuatro años hasta que me involucré, sin dejar de escribir, en lanzamientos como ElEconomista.es (2005), Cotizalia y Teknautas en ElConfidencial (2007-2012), LaInformacion.com (2009), Hemerotek (2013) y ElEspañol.com (2015). Ayudé a crear un índice de bolsa, otro de vivienda y trabajé en dos fintech (WebFg y Finect). A finales de 2018 me reincorporé a LaInformación.com para relanzar su área de mercados y cotizaciones.

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