El próximo viernes 9 de septiembre, la Unión Europea (UE) ha convocado una cumbre de emergencia en materia energética para volver a analizar su situación y, probablemente, tomar decisiones difíciles. Se producirá casi 200 días después del inicio de la guerra, una vez se ha confirmado que Rusia ha cumplido su amenaza de cortar el gas a Alemania. Nadie a estas alturas debería sorprenderse, pero que estuviese más que previsto no quita que el actual 'shock' energético pueda convertirse en algo más devastador.
Cual ley de Murphy, si algo puede ir a peor, lo hará. Rusia está a punto de salir de la sombra en otro frente para reforzar su estrategia de desestabilización en Europa. Dentro de dos meses, los ejércitos de Rusia y Argelia llevarán a cabo las maniobras conjuntas 'Escudo del Desierto' en el territorio argelino pero a apenas 50 kilómetros de la frontera con Marruecos y a poco más de 600 km en línea recta de España. Este operativo conjunto de Vladimir Putin busca reforzar los lazos con socios claves en el tablero de la guerra energética. Argelia lo es en el gas y Kazajistán, otro aliado militar, lo es en el uranio con el 50% de la producción mundial.
Se trata de ejercicios de carácter antiterrorista que el año pasado realizaron por primera vez en octubre del año pasado en Osetia del Norte, junto la frontera rusa con Georgia. De este modo, el Kremlin busca reforzar su influjo en su aliado del sur frente a los escarceos diplomáticos y presiones de Macron (Francia) o Draghi (Italia), todos ellos a la caza de más contratos de gas natural argelino en el peor momento posible. Que se lo digan al presidente Pedro Sánchez, que esta semana admitía que le gustaría ser él quien estuviese en Argel en lugar del presidente galo, aunque omite referirse a que hace un año que se perdió la mitad del suministro.
Rusia rechazó la vía diplomática para evitar la guerra en Ucrania y Europa descartó la respuesta militar directa que hubiese desencadenado la Tercera Guerra Mundial. Tras casi siete meses de conflicto, la política de sanciones económicas no parece estar funcionando, toda vez que las exportaciones rusas se dirigen a otros países y, aunque venda menos volumen, lo está haciendo a precios -caso del gas- que multiplican por diez lo habitual. Su balanza comercial ya señala que duplicará sus ingresos de 2021 cuando su suministro funcionaba a pleno pulmón mientras preparaba la guerra.
Perforar o no perforar, esa es la cuestión
Moscú parece tener una vez más la sartén por el mango en la escena del gas, el combustible al que Europa se volvió adicta tras desechar la nuclear y el carbón como respaldo en la transición a las renovables. A priori, era la opción más segura, limpia, abundante y barata para esa misión pero la crisis actual nos está diciendo lo contrario. Es difícil de entender, por ejemplo, la renuncia europea a producir su propio gas a través del 'fracking' o yacimientos como el de Subijana de Álava, donde se estima que puede haber hasta 180.000 millones de metros cúbicos, es decir, hasta 500.000 millones de euros en gas al absurdo precio de 300 euros / MWh que hemos llegado a ver estas últimas semanas en los mercados.
La cuestión crítica que se debe resolver en Bruselas alto y claro ya no es cómo racionar el uso del gas o las medidas de ahorro energético. Ni siquiera la búsqueda de fuentes alternativas al suministro de Rusia o Argelia. La pregunta es por qué se admite el gas procedente de EEUU, Canadá o Australia como válido cuando a la vez se veta su extracción en territorio europeo con la misma tecnología de 'fracking' (fractura hidráulica). Países como Alemania y Países Bajos se preguntan como y cuándo perdieron su propia producción energética para confiársela a un enemigo.
La situación es desoladora ante el invierno. Italia ya ha dado la voz de alarma en la factura energética que se le avecina en este 2022 porque gastará 100.000 millones de euros en importar energía. Roma considera inmanejable la situación ante el delicado estado de sus finanzas públicas. A España no le va a salir mucho más barato pero en Moncloa prefieren aferrarse al efímero éxito del 'pan para hoy, hambre para mañana' del tope del gas que terminarán adoptando sus colegas del euro. De enero a junio, las importaciones de petróleo, gas, carbón y electricidad superaron los 43.800 millones de euros, casi tanto como en todo 2021 y las previsiones apuntan al coste italiano. Solo en gas serán 30.000 millones. ¿Es soportable?
El chantaje de Rusia ha demostrado el poder de sumir a Europa en las tinieblas de los apagones eléctricos y una verdadera ruina ante el invierno más duro en décadas. Topar el gas o la electricidad cuando se traslada el coste de un sitio a otro solo es una ficción. Sancionar a Moscú mientras se ha seguido comprando a manos llenas su gas y petróleo roza lo inexplicable. La crisis se encuentra en un punto en el que se requieren de propuestas reales, tangibles y ejecutables. Mal que nos pese, la decisión de volver a producir gas en Europa de forma temporal ya no es una opción política, sino pura supervivencia para la economía y la soberanía de la UE a medio plazo.
Comentarios