'Mujeres y hombres y viceversa' ha intentado renovarse por enésima vez. El programa de Telecinco que pasó a Cuatro ha dejado de ser un peliagudo fenómeno juvenil para descender a la categoría de programa residual que, eso sí, sigue sirviendo como factoría en la que fabricar nuevos famosos que visiten los realities y las islas de las tentaciones de la cadena.
Pero, la realidad, es que ya ha pasado el tiempo de 'Mujeres y hombres y viceversa', un show a la caza del amor más artificial que la sociedad intenta desaprender a ratos. Ese amor del físico cuadriculado y los clichés del romanticismo de los celos y otros vínculos tóxicos. Ni con la publicidad de su regreso ni con la búsqueda del morbo de la ruptura y la decepción ni cebando una pedida de matrimonio que nunca sucedió entre Nagore Robles y Sandra Barneda... ni con esas el programa logra aprobar en datos de audiencia -rondando en los últimos días el 3 por ciento de cuota-. Un suspenso, ya que está por debajo de la media de la cadena y de incluso la serie que precede, 'Alerta Cobra'.
El último intento para reinventar la fórmula e intentar llamar la atención con un fichaje estelar ha sido incorporar a Jesús Vázquez como presentador titular. Esta decisión saca a este rostro de Mediaset del área de confort como habitual maestro de ceremonias de galas de concursos estelares y recupera su versión más juvenil, que ya destacó en espacios como 'Hablando se entiende la basca' o, años después, en otro programa de testimonios de Telemadrid, 'Esta es mi gente. Programas en donde la realidad termina descolocando el guion y donde destacaba especialmente Vázquez.
De eso va en parte el nuevo 'Mujeres y hombres y viceversa': de testimonios y de comentar 'La isla de las tentaciones', claro, a ver si arrastran a algún espectador del exitoso reality a la caza de la infidelidad.
Nueva dinámica en tiempos Covid
Para evitar los daños colaterales de la crisis sanitaria que vivimos, los tronistas y pretendientes ahora están de retiro en su burbuja en una casa. Así pueden tocarse, achucharse, besarse.
Como el espectador, Vázquez observa desde una pantalla a los participantes sentado en un taburete en plató. Desde allí, pregunta con la espontaneidad de no saber muy bien qué pinta ahí. Y esa mirada exterior de un presentador que ni conoce en persona a los protagonistas da un nuevo tono al show. Es más, puede ser un aliciente. En cierto sentido, Jesús Vázquez representa a la audiencia más incrédula. Lo malo es que igual ya es demasiado tarde para captar a los incrédulos.
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