OPINIÓN

Tan cerca de Taylor Swift y tan lejos de Palestina

Taylor Swift en el Eras Tour
Taylor Swift en el Eras Tour
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Taylor Swift en el Eras Tour

Hay que vivir la vida cada siete días, es decir, en plan “semana a la vista”. Lo que viene siendo de lunes a domingo. No hay que agobiarse por el próximo mes, sólo hay que hacerle caso a lo que dicta la agenda semanal y vuelta a empezar. De este modo, en cápsulas preventivas de siete jornadas, la vida pasa más ligera y mejor organizada. Lo malo es que muchos días nos parecen iguales a los de la semana pasada aunque sean distintos. Acabamos teniendo esa sensación tan francesa y tan nuestra del “Déjà vu”, en la que sentimos que algo ya lo hemos vivido, como si fuera la paramnesia de alguna experiencia.

Dicho esto, y con la esperanza de que usted no tenga la sensación de haber leído este artículo antes, ya que está escrito en primicia y en versión original, le invito a abrir la espita informativa de esta semana de 168 horas que nos ofrece un nuevo debate que, como no podía ser menos, también se centra en la tensión política de un Gobierno en constante excitación social e informativa, y eso que siempre se queja, principalmente Pedro Sánchez, de la crispación que generan los medios de comunicación, olvidándose de la que genera su propio Ejecutivo, sin mencionar a ningún ministro en particular porque son casi todos, incluida Margarita Robles recién aterrizada con su “genocidio” bajo el brazo. Resulta chocante que desde Moncloa se critique tanto a Trump y a la vez se le imite en muchos aspectos.

El nuevo enfrentamiento ya no apunta a América del Sur; ahora, la pelea se centra en Oriente Próximo. Esta semana, en concreto desde ayer martes, ha quedado servida en bandeja de plata la nueva trifulca del Gobierno: “España reconoce a Palestina como Estado, y enciende la indignación de Israel que tacha a Sánchez de ser cómplice de incitación al asesinato del pueblo judío”. La acusación es grave, sin duda puede parecer fuera de tono pero la tensión que se vive en esa zona de oriente es dramática y peligrosa, y no permite medias tintas ni medias verdades. Algunos piensan que si bien la respuesta es exagerada, también lo es la provocación del Gobierno que ha elegido un mal momento para hacer algo que puede ser positivo en un futuro pero que ahora parece contraproducente: reconocer al Estado de Palestina.

Quizá por ello, España se ha quedado sola en su batalla, únicamente cuenta con los apoyos de Irlanda y Noruega, que no son dos grandes potencias. Ni Francia, ni Italia, ni Alemania, ni ningún otro importante país de la UE ha seguido o compartido la decisión de Pedro Sánchez. ¿Por qué esa excesiva urgencia que podía fijarse para cuando el conflicto entrara en una fase de calma y no en plena ebullición, dando el respaldo de manera puntual a una de las dos partes?, cuando está claro que ambas son responsables de la dramática situación que vive la zona.

Las demás naciones europeas prefieren posponer su apoyo al Estado palestino para cuando la tensión se rebaje, y no haya rehenes de por medio ni tanta destrucción humana por ambas partes. El presidente español ha preferido lanzarse al “ataque”· por su cuenta y riesgo para enarbolar un pacifismo sesgado y sectario que no aporta ninguna ventaja factual. Quizá todo se deba a otro “déjà vu”, a otra necesidad de acaparar los focos aunque no le corresponda. Está claro que el presidente pretende ocupar espacios mediáticos más vistosos que hoy por hoy no le ofrece la política nacional que lleva un tiempo vacía de contenidos, con leyes que no se aprueban por falta del respaldo de sus socios, y dando la imagen de un Ejecutivo que camina hacia la inoperancia.

Conociendo el obrar político de Sánchez que no da puntadas sin hilo, ni pasos que no le aporten un interés particular, queda claro que detrás de sus peleas de estas últimas semanas con el presidente de Argentina, Javier Milei, y ahora con el de Israel, Benjamín Netanyahu, se esconden otros objetivos menos auténticos y más circunstanciales, aunque para ello tenga que utilizar y poner en entredicho el nombre de España.

Viendo este modus operandi, se pone en evidencia la persistente necesidad que tienen los políticos populistas de crearse enemigos para poder funcionar dentro de su estilo agresivo y de enfrentamiento. Es fácil atacar a los demás para luego hacerse uno el ofendido cuando recibe la correspondiente critica. Es el estilo polarizado de mantener dos bloques enfrentados, aunque una de las partes no busque el enfrentamiento. Se utiliza esta estrategia como arma de choque con el objetivo de reñir con un adversario, porque de otro modo tampoco se es capaz de alcanzar acuerdos o situaciones de normalidad. Ese es uno de los problemas del presidente, al que le cuesta gobernar desde la concordia y la unidad. Parece ser que el muro separador entre buenos y malos también es útil para que funcione fuera de España.

Veremos cómo acaba este nuevo pulso con otro “enemigo” más del Gobierno español. Desactivados y faltos de interés los asuntos internos por forzosa inoperancia se intenta calentar la política exterior, pero sin buscar ningún apoyo de la oposición ni tampoco de los socios más directos. Es más, Sánchez actúa desde la extrema izquierda para ahogar políticamente a sus socios radicales. Quizá todo se deba a este nuevo “déjà vu” de una campaña electoral en la que el líder del PSOE necesita mejorar su imagen deteriorada por el “caso Koldo”, la amnistía, los cinco días de “reflexión” con su carta, la continua sombra alargada de las recomendaciones de su esposa, Begoña Gómez… El objetivo es mejorar el próximo día 9 de junio los resultados que no pintan del todo bien, y así poder seguir estirando la legislatura hasta que el tema catalán se aclare de una vez por todas.

Como decía Humphrey Bogart en “Casablanca” mientras oía los cañonazos de los alemanes y le declaraba su amor a Ingrid Bergman: “Siempre nos quedará París”. Pues eso mismo digo yo, siempre nos quedará alguien que nos ayude a ahuyentar los ”cañonazos” que nos amargan la vida. En este caso, no es París, pero sí es Taylor Swift la que nos queda por ver y oír, el último fenómeno de masas mundial que canta hoy y mañana en Madrid, y su visita ha calentado las arcas de la capital: cerca de 30 millones de euros se dejarán unos y otros estos dos días. La señorita Swift reventó las entradas para ambos conciertos a las pocas horas de ponerse en taquilla, más de 130.000 fans la verán de cerca o de lejos y se volverán locos con su música. Puede que quede algo en la reventa pero no bajará de 700 € la broma. Ella se embolsa cerca de un millón por cada concierto que ofrezca. Seguramente que todos los que acudan al Bernabéu a escucharla no tendrán la sensación de que esa experiencia ya la han vivido antes. Sólo los políticos son capaces de hacernos sentir que ese cuento ya nos lo han contado muchas veces.

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